Sênit 1.2

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Llevaba casi una hora dando vueltas sin sentido alrededor de aquel limbo, solo habia una luz cegadora y no se podian distinguir ninguna clase de formas, a la distancia podias imaginar pero de cerca solo parecian ser humo blanco calentandose en un espacio-tiempo congelado.

¿Qué debia hacer?

¿Cómo encontraria a Dalian?

¿Porque Laia no me ayudaba sin tanto lo queria?

Le grite.

-¡¡LAIA!! ¿¡QUE DEBO HACER!?

No hubo respuesta, ni el más mínimo ruido perturbo el perverso silencio de aquel extraño sitio.

Solo escuchaba mi respiración.

Solo me escuchaba.

Retumbante en cada borde inexistencial.

Pensé, examiné, busque.. era inútil.. seguia viviendo un círculo vicioso.

Por muy tonto que fuera intente regresar y la escalera se negó a dejarme pasar. Ese era mi único punto de referencia y se negó a ayudarme.
Pronto cuando intente forzarla se hundio en el blanco de aquella dimensión como una espiral mientras desaparecia.
Sin lugar a dudas estaba atrapada, y sola.

-¡Genial! ¿Ahora que se supone que haga? ¿Me quedare aqui hasta que alguien me encuentre?

O talvez nadie nunca me encuentre... eso podria ser útil. Vivir aqui podria ser mejor que dejarme usar por ella.

Aunque lo quisiera, y fuera una gran idea, algo me decia que era mejor salir de ahi. Podria volverme loca, era ensordecedor a pesar de no haber sonido alguno más que el mio.
Me sudaba el cuello, mi cabello ahora era más extenso y negro, autentico asabache. Autentica oscuridad.
Removí mis ideas, camine, golpee paredes y busque adoquines flojos... nada ocurría.
Como si el cielo hubiera conspirado a mi favor, la misma sensación que torno mis ojos rojos igual a los de la Laia mientras estaba encadenada a la prisión oscura me tomó.
Mis ojos escarlatas me permitían ver mi reflejo en el blanco de la misma forma que sucedio con el negro dimensional.
Ahora podia ver con claridad, estaba en una habitación continua a las escaleras que en realidad nunca desaparecieron.
Habian muebles tan refinados y de oro que parecia un sacrilegio sentarse en ellos de lo hermosos que eran. La alfombra era azul rey con hilos dorados dibujando figuras en ella. El camino que se formaba era tan hermoso que daba pena caminarlo en zapatos. Por dentro deseaba quitarmelos y sentir la suavidad con mis dedos desnudos de aquella mística alfombra.
Una ventana inmensa de azulejos y dibujos celestiales se hallaba a mi izquierda, la contenia un marco delgado de plata.
A mi derecha habia una puerta y estaba segura de que ese era mi camino a seguir.
De color tornasol, no tenia perillas ni forma de abrise. Las luces relucian en arcoiris a su alrededor, de una manera chillante y secreta.

Mi instinto guió de nuevo.

-Abrete. -mis ojos escarlatas resplandecieron con vida propia.

La puerta obedeció y cedió su honor a mis palabras.

Una oscuridad totalmente desencajada con aquella luz preciosa del cielo me estremeció.
Era repulsiva la aura que se emanaba de adentro a fuera, la oscuridad parecia tener vida propia y tentaculos de oscuridad me llevaron dentro.

Sin más.. perdí la conciencia.

Desperté en el fondo de un calabozo, asustada de lo que parecia hablarme, eran los mismos tentaculos que me sujetaban los que me dedicaban gritos de horror, quería asustarme y lo lograba.

Todo lo desconocido se vuelve temor.

Me estrujó el pecho hasta que sentí que mis pulmones se reventarian, mientras escuchaba como gritaba:

Irizel: el hilo de la vida. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora