Capítulo 25: El abandono.

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"Nadie puede manipular a nadie. En una relación, ambos saben lo que hacen, aunque uno de ellos vaya después a quejarse de que ha sido utilizado"

La bruja de Portobello. Paulo Coelho


Transcurrieron dos semanas desde lo ocurrido entre Ángel, Logan y Ámbar. Logan se encontraba cada vez más aprensivo. Rachel estaba al borde de un colapso nervioso, no soportaba la irascibilidad de su novio, todo, absolutamente todo lo irritaba, y ni que decir de lo sobreprotector que se había vuelto. Por más que lo amara, estaba a punto de mandar todo al carajo.

Ese fin de semana, Logan Le suplicó que se quedara con él. Prometió a Rachel que se comportaría. Le aseguró que junto a ella su humor mejoraba. Esa noche cenaron en casa, vieron una película romántica juntos acerca de una pareja de adolescentes con cáncer, que viajaban a Ámsterdam en busca de un escritor, y allí terminaban descubriendo el amor. Al final el chico moría. Rachel lloró desde la mitad de la película y Logan solo se limitó a consolarla y a sonreír por tener a una mujer tan sentimental a su lado. Cuando concluyó la película se dirigieron a la habitación, se dieron un baño juntos e hicieron el amor hasta el amanecer. Cuando por fin se quedaron dormidos, Rachel se sintió llena de amor en su corazón. Logan, estaba cumpliendo con su promesa.

El domingo muy de mañana, Rachel se despertó. Se incorporó de la cama con sumo cuidado de no despertar a su amado empresario. Cogió su bata, se vistió con ella y bajó con rumbo a la cocina, decidida a preparar café, y un desayuno delicioso; con el que sorprendería a su bien amado. Mientras alistaba la cafetera y ubicaba el café, el timbre resonó en la mansión. Rachel sabía que los domingos nadie se levantaba temprano en ese lugar, Charlie y Marie debían de estar descansando; así que se acercó a la cámara de vigilancia para inspeccionar quien era el visitante madrugador y se asombró un poco al no encontrar a nadie. Solo se veía una caja abandonada en la entrada. Pensó que sería mejor recogerla, antes de que alguien más lo hiciera. Así que se puso sus botas y su gorrito de lana y salió de la mansión. Afuera, la mañana era fresca, el aire que se respiraba olía a amanecer y a roció, se notaba en el aire que el día entero haría frio, pero el cielo era tan azul, que era improbable que lloviera.

Los guardaespaldas de Logan y los de ella misma se situaban cerca de los parqueaderos, Rachel levantó su mano derecha y con un gesto los saludó muy amablemente. Se acercó al panel de control y digitó la clave que abría las puertas. Recogió la caja que alguien había abandonado allí, e ingresó nuevamente a la mansión. En la caja, se leía en letras pintadas con marcador negro indeleble: Para Logan King. Era lógico, esa era su casa. Recogió su camino y cuando se halló de nuevo en la cocina, algo la hizo saltar de miedo. Dio un salto y en seguida un grito.

Logan permanecía de pie en el quicio de la puerta que unía a la cocina con la sala de estar, la miró sorprendido y aun con cara de sonámbulo.

-¿Qué pasó? ¿Por qué te asustas? - bostezo y se frotó los ojos - ¿Qué haces despierta tan temprano preciosa?

-Quería sorprenderte y llevarte el desayuno a la cama. Pero la sorprendida he sido yo. - sonrió y deposito el paquete en el mesón que ocupaba la mitad de la cocina.

-¿Y que traes ahí?

-No tengo idea. Lo dejaron en la puerta... es para ti.

Logan miró la caja, no era muy grande. La agarró, la agitó y comprobó que su contenido era bastante liviano. Al ver la letra que marcaba el destinatario, sintió un agujero en el estómago. Como si cayera desde lo más alto de un precipicio.

-¿Lo vas a abrir?

-No- respondió con una inflexión seria - más tarde. ¿Ya has preparado café?

Angel, el amor te destruyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora