Capítulo VIII: Calabazas

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Me levanté de la cama adoselada y, luego de bañarme, me acerqué al espejo para poder acomodar mejor el uniforme. Realmente adoraba los colores de mi casa, resaltaban de una forma muy elegante. O quizá era porque mi reflejo en el espejo modelaba de una forma casi bochornosa.

— ¡Margot, levántate! —espeté, las otras dos chicas habían salido hace mucho de la habitación, lo que significaba una sola cosa: llegamos tarde.

Mi amiga ni se inmutó. 

— ¡Margot! —grité, golpeándola con una almohada repetidas veces gracias a un encantamiento. La rubia se tiró al suelo a propósito, intentando liberarse del ataque.

— ¡AUCH! —se levantó, fulminándome con la mirada— . ¡¿Qué fue eso, Black?!

— ¡UNA DEMOSTRACIÓN DE LO QUE EL HAMBRE CREA EN MÍ! —la apunté con mi varita.

Ella agarró la suya de encima de su mesita de noche y me apuntó de vuelta. Entrecerramos los ojos en señal de desafío.

"¡EXPELLIARMUS!" —gritamos al unísono y nuestras varitas salieron volando de nuestras manos— ¡¡Hey!! —nos quejamos.

— ¡Entra al baño, Margot! ¡AHORA! —mi amiga corrió hasta la ducha y giró el grifo. Cerré la puerta y susurré:— "¡Accio varitas!" —éstas llegaron a mis manos. 

Cuando la rubia salió corrimos hasta el Gran Comedor. Pasamos el enorme umbral y, antes de llegar a nuestra mesa, las lechuzas volaron por encima de nosotras. Tuvimos que agacharnos y gatear hasta donde nuestra casa se encontraba. Allí Theo y Goyle nos hicieron campo.
Suspiré de alivio cuando me senté, pendiente de que no tocaran con brusquedad mis brazos por todo el tema de las plumas.

— ¡Black, cuid...! —Crabbe no alcanzó a avisarme cuando tres cartas, junto a una bolsita de caramelos, me cayó en la cabeza.

— ¡Ay, Ara! —protesté. Tomé las golosinas y abrí una carta, por el perfume y la letra gótica deduje que era de mi madre.

¡Hey, niña-fénix problema!

Te envié nuevos caramelos. Uno de ellos son muggles con sabor a limón. Creo que es la única cosa buena que tienen.  
Y sí, ya sabía que ellos usan las escobas para barrer. Tienes que superarlo, tú puedes, yo sé que sí. 

En cuanto a tu padre todo está bien. No te preocupes por eso, ¿vale? 

Te quiero mucho, Sirrah. Por favor, compórtate. No quiero más cartas de parte del director acerca de tu comportamiento (No debiste hacerle eso a Parkinson aunque yo muera de ganas por hacerle eso mismo a la Señora Parkinson; ni haber transformado a un compañero en un casi unicornio a pesar de que todo haya salido relativamente bien).

P.D. Espero que estés disfrutando de tu estadía en Hogwarts. 

P.D.P.D. Me cuentas si te gustaron los caramelos.

P.D.P.D.P.D. Ya sabes que no serás tan mala en Transformaciones, ¿no?

P.D.P.D.P.D.P.D. COMPÓRTATE.

  —La que le envía saludos al Barón Sanguinario.

Sonreí y me dispuse a leer la otra carta. Arrugué el entrecejo, pues era bastante elegante ¿Serían mis abuelos? La abrí y me llevé una gran sorpresa.

Druella, te tengo preparado un pequeño regalo. Te lo dejo en la 50442'82'91540703"9 a las 18h.
Mantenlo en secreto.

Sirrah Black Llega A Hogwarts | SBLAH #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora