Capítulo XIV: La Trampilla

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La semana de exámenes llegó y, luego de seguir uno que otro plan de estudio de Hermione (y modificarlos a mi gusto), estaba confiada de haberlo hecho lo suficientemente bien. Las preguntas teóricas fueron las que más se me dificultaron debido a mi talento de confundir los nombres y las fechas. En cambio, las clases prácticas estuvieron casi perfectas; a Flitwick logré darle una grata sorpresa, para su disgusto también a McGonagall y con Snape la poción salió a la pefección, aún con su aliento en mi cuello.

Me había mentalizado en aceptar el resultado que saliera. Me encantaría ser la mejor de la clase, pero, aunque en sí solía ser perezosa, era evidente que no me hallaba en mi mejor momento. Mis problemas de concentración continuaban y con la reciente ola de calor sentía que sólo los cubos de Dumbledore me mantenían a raya. Estaban sucediéndome cosas que, si bien no son raras como tal, sólo he visto en niños. Durante el examen escrito de Pociones, por ejemplo, tras un estornudo encendí todas las velas del aula. Fue extrañísimo, porque además resulta que la mazmorra tiene muchas más antorchas que las que Snape enciende. En Historia de la Magia sucedió algo parecido. Durante la última clase me quedé dormida por unos minutos ¡hasta que mi pergamino de la nada se encendió en llamas! Margot y yo nos llevamos un susto enorme. Por otro lado, el profesor Binns no pareció sorprendido y Harry y Ron me habían dicho que Finnigan, un compañero de habitación, hacía estallar todo por accidente.

Cuando sonó el timbre, la clase entera se puso de pie. Acabábamos de terminar el examen de Historia sobre la Magia y, fuera del aula, pude respirar tranquilamente.

— Pobre —opinó Margot.

A un chico de Slytherin lo llevaban de una oreja por querer copiarse; su pluma anti-trampa lo había acusado al último minuto. Más allá, cruzando el corredor, hallé a Ron, Harry y Hermione, aparentemente acababan de salir de su examen de Transformaciones y me estaban esperando.

— Iré a buscar a Theo —informó Margot y se despidió de mí.

Rápidamente me acerqué a los leones.

— ¿Cómo te fue? —me preguntó Hermione.

— Bien... creo, aunque fueron demasiados nombres —dije. Ron asintió con pesar.

— Pero ha sido mucho más fácil de lo que esperaba —terció Hermione— . No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente...

— No, no, no ¡Ya terminamos con eso, Mione! —la halé de un brazo.

Harry propuso que bajáramos del tercer piso al Lago Negro para tener un poco de paz y todos estuvimos de acuerdo.

Nos sentamos sobre unas rocas enormes que se veían ubicadas allí casi a propósito para tener una linda vista del lago. Estuve inspeccionando un poco y reí al encontrar a los gemelos Weasley y a Lee Jordan chuzando uno de los tentáculos del calamar gigante, el cual estaba orillado, tomando el sol.

— Puedes alegrarte un poco, Harry, aún falta una semana para que sepamos lo mal que nos fue en los exámenes, no hace falta preocuparse ahora —Hermione miró a Ron como si hubiese dicho la cosa más espantosa del mundo, mas yo la tomé del hombro para que no dijera nada.

— ¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló Harry enfadado, mientras se frotaba la cicatriz de su frente— . Mi cicatriz sigue doliendo. Me ha sucedido antes pero nunca tanto tiempo seguido como ahora.

— Ve a ver a la profesora Pomfrey —sugirió Hermione.

— Arráncate el rostro —dije estirándome sobre la hierba, saludando a Fred y a George mientras se encaramaban en Jordan.

Sirrah Black Llega A Hogwarts | SBLAH #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora