Hiyori miraba desde un lugar de la calle el cielo nublado, sin molestarse por haberse detenido a medio camino mientras las demás personas pasaban al lado de ella. Sin decir nada y en soledad, ella se mantuvo observando el gris color de las nubes que anunciaban un día triste y húmedo... Justo ahora el clima parecía reflejar la pesadez de su entristecido corazón.
Desde aquel día había tenido esa sensación de tristeza. Desde ese día en que había comprendido el verdadero final del camino que sus nuevos y cálidos sentimientos encontrarían.
Bajo la mirada y extendiendo las manos miro como de a poco se iban humedeciendo con las finas gotas de lluvia que empezaban a descender del cielo. Apretó los labios y cerró los ojos buscando ocultar su rostro con el flequillo -ahora mojado- de su cabello castaño, y de esta forma continuo avanzando de manera lenta sin importarle como la lluvia cada vez más intensa caía sobre ella, su figura pronto se perdió entre la multitud de paraguas de colores que la gente a su alrededor empleaba.
Mientras permanecía ajena al exterior perdida en sus propios pensamientos deprimentes, una luz azul pareció captar la atención de sus ojos que no estaban tan envanecidos. Y seguido de ello observo una figura familiar que la hizo frenar en seco manteniendo los ojos fijos en él.
La brillante luz azul era en realidad una composición de aros que levitaban sobre unos metros de distancia de los paraguas que ajetreados mortales usaban para protegerse de las inofensivas gotas de lluvia, y al lado de aquellos aros relucientes se encontraba un hombre sonriendo con satisfacción mientras sujetaba una cuchilla desnuda de espada que presentaba también un destello en su hoja y que ella conocía más que bien. No pasaron más que segundos para que la unión de circunferencias se desintegrara en el cielo y fue entonces que el hombre vestido con ropas deportivas bajo para quedar en el con los pies en el suelo donde la multitud de gente que no le veía paseaba con sombrillas.
—¡Hiyori!— Llamó el dios cuando percibió a la chica que no estaba muy distanciada de donde él había aterrizado.
— ¡Hiyori, Que coincidencia!— Exclamo el shinki cuando hubo retomado su forma humanada. La aludida esbozo una sonrisa -de lo más natural que pudo- y entonces camino hacia ellos acortando la poca distancia que los separaba.
—Me alegra ver que se esfuerzan— Musito la castaña mientras pasaba sus ojos de uno a otro — Haces un buen trabajo, Yukine-kun— Apremio consiguiendo que el menor se avergonzara y mirara a otro lado.
— B... Bueno, solo estoy cumpliendo con mi trabajo como guía— Contesto intentando ser modesto, consiguiendo ser molestado por los dos mayores que él a continuación.
— Vaya, vaya... Si no es nada ¿no es así, Yukine? Tú solo quieres ser un buen chico.
—En verdad un buen chico— Concordó la Iki sonriendo.
— Me pregunto qué seria sin mi preciado Shinki...
El aludido se sonrojo y apretó los labios mientras miraba con recelo a su maestro.
—Cállate...— Demando con suma vergüenza. Entonces la deidad se acercó más a él y aprovechándose de la diferencia de alturas, le rodeo los hombros del rubio con su brazo y con la otra mano le despeinaba un poco.
— Te sonrojas como una chica, Yukine.
— ¡Que te calles!
El menor trato de empujarle, pero el dios fue más rápido y se alejó antes de recibir un codazo en el pecho. Fue en ese momento que se frenó en seco y miro como con sorpresa a la humana que los veía con cierta diversión pelear. Hiyori miro por unos segundos los ojos azules relucientes que la miraban y de pronto miro al suelo.
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¿Qué Clase de Sentimientos Tienes?
RomanceGracias a sus amigas Hiyori comienza a cuestionarse que clase de sentimientos tiene hacia Yato... ¿Solo son de amistad o son románticos?