En cuanto mencionó leyendas urbanas junto a la palabra cementerio, el miedo que había sentido antes se fue transformando en terror. Y sabía que si preguntaba por dichas leyendas aquello empeoraría de manera significativa. Pero también sabía que si no lo hacía, Yago me las contaría de todas formas.
—Nunca me gustaron las leyendas urbanas y mucho menos comprobar si son ciertas —comenté con cierto desasosiego.
—A mí me encantan. Soy fanático de las historias de terror.
—Qué lindo —articulé secamente.
—No te enojes, vas a ver que nos vamos a divertir mucho —trató de animarme inútilmente.
—Vos te vas a divertir. Yo la voy a pasar fatal ahí adentro.
—¿Para tanto?
—Para tanto —afirmé—. Si me agarra un paro cardíaco vas a ser responsable de una muerte y juro que voy a visitarte todos los días en mi forma de fantasma para complicarte la existencia.
Su carcajada inundó todo el auto y me obligó a soltar una pequeña risita.
—Te voy a estar esperando entonces —me guiñó el ojo y sin decir nada más, abrió la puerta disponiéndose a bajar.
—Yo me quedo acá —le dije antes de que pusiera ambos pies en el asfalto.
Me fulminó con la mirada y bajó de todos modos. Por un mísero segundo pensé que por primera vez consideraría lo que le había dicho, pero no tardé mucho en darme cuenta de que me había equivocado.
Abrió la puerta del asiento en el que me encontraba yo y se inclinó para mirarme a los ojos.
—Si no vas sola, te voy a llevar a la fuerza.
—¡No quiero, Yago! —le pedí seriamente aferrándome con ambas manos al asiento—. Andá solo, comprobalas y después me contás.
—O venís conmigo o venís conmigo, no hay otra opción —me dijo sonriendo de lado—. Y si es necesario te voy a cargar.
—No vas a poder hacerlo —lo contradije agarrando con más fuerza los lados del asiento.
—¿No voy a poder hacerlo? ¿En serio?
Lo último que vi fue una sonrisa maliciosa en su rostro y segundos más tarde estaba riéndome a carcajadas a causa de sus cosquillas. Tenía métodos muy macabros para lograr lo que quería. Finalmente terminé rindiéndome y me bajé del auto aun no muy convencida de lo que estaba haciendo. Mientras nos acercábamos a la puerta principal, se me cruzó por mi cabeza salir corriendo, claramente era algo inútil pero al menos iba a mantener mi decisión hasta el final.
Observé de reojo a Yago, que caminaba al lado mío, a la misma velocidad que yo. Luego miré hacia mi costado y, cuando estaba preparándome para huir, Yago me tomó de la mano. Eso hizo que mis instintos de huida frenaran y que la confusión despertara repentinamente, haciendo que todos mis sentimientos empezaran a chocarse unos con otros; generando un total y completo cortocircuito motriz.
Miré mi mano con la suya y luego levanté la vista hacia su rostro, esperando una reacción de su parte. Pero continuaba mirando al frente mientras avanzaba, con el rostro relajado, como si aquello fuese lo más común del mundo. En tanto que yo estaba totalmente desencontrada conmigo misma, sin poder dejar de hacer énfasis en esa unión sorpresiva. Caminaba sin siquiera saber a dónde iba, atascada en ese cambio de actitud.
De pronto, frenó obligándome a imitarlo.
—Creo que vamos a tener que saltar —me dijo observando la reja que cubría la entrada.
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Locuras enlistadas
General FictionRegina ha estado esperando las vacaciones de verano todo el año. Y cuando al fin llegan, emprende su viaje... un viaje que le deparará muchas sorpresas. Yago sólo tiene un objetivo en su rutina: Buscar siempre la diversión y hacer de cada locura un...