Capítulo 20

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¡Hola!

Acá vengo con el capítulo número 20. No sé si habrán notado, pero pude volver a las publicaciones semanales :D No quería decir nada antes por miedo a que la inspiración me abandone cuando la reconociera, pero al parecer no lo hizo. 

Aprovecho para agradecerles a todos los que están leyendo, votando y comentando. Me alegro mucho de que la historia les guste y que continúen acompañándome en la lectura, a pesar de que hay meses enteros en los que no logro publicar >.< ¡Muchas gracias!

Sin mas que agregar, los dejo con el capítulo.

¡Espero que les guste y que disfruten leyéndolo!

*Se vienen momentos decisivos* :O


*~*~*~*~*


Luego de despedirnos, entré a la casa confiada en que la puerta del frente estaría abierta. Y de tan confiada que estaba, casi la choco al intentar abrirla y notar que estaba cerrada. Me tomó algo desprevenida y me fue inevitable sonreír ante mi estupidez. Miré a mi espalda si Yago había observado la situación, pero el auto ya no estaba.

Di un leve golpe a la puerta esperando no despertar a nadie, ya que era plena siesta. No obtuve respuesta así que me dirigí a la ventana de Tatiana. Por suerte estaba abierta y, apenas asomé mi rostro por el vidrio, ella giró su cabeza para observarme desde la cama.

—¿Me abrís la puerta? —le pregunté al ver que no reaccionaba.

Hizo una mueca.

—Recién me acosté.

—Estas sentada, despierta y con el celular. ¡Abrime que quiero entrar! —insistí.

—Entrá por la ventana, está abierta.

La fulminé con la mirada. No era mi prima con pereza, era la pereza con mi prima.

Insistí durante varios minutos hasta que recordé la terquedad que caracterizaba a Tatiana; cuando decía no era no y no había forma de sacarla de allí. Tuve que entrar por la ventana.

—¿Qué tal la noche? —me preguntó una vez que estuve adentro, sin despegar la vista de su celular.

—Bien —respondí mientras sacaba las pocas cosas que había llevado en la mochila, y que no había ocupado, en un intento por no pensar demasiado y que no se me escapase una sonrisa.

—¿Sólo bien? —Asentí. —¿Hubo acción? —me preguntó insinuante.

—Anduvimos en moto...

Rió.

—No, me refiero a esa acción —volvió a insinuar dejando su celular de lado.

—Ya sé, Tati. Sé a qué te referís, pero no.

—¿Por?

La miré sin saber qué decir. Sus preguntas me estaban alterando.

—Porque no. No lo quiero en ese sentido y... yo no soy así.

—¿En qué sentido lo querés entonces?

Esta vez tardé en responder. Dejé la mochila de lado y me senté en el borde de su cama.

—¿Dije en algún momento que lo quería? —pregunté para estar segura.

Negó.

—Pero no hace falta que lo digas. Se te nota. —Sentí un calor corriendo por mi cuerpo. —Aunque no sé en qué sentido... ¿En qué sentido lo querés, Regi? —inquirió con una sonrisa pícara.

Locuras enlistadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora