Capítulo 31

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Un trueno nos anunció la tormenta que se avecinaba, tanto afuera como en esa pequeña burbuja que habíamos creado entre nosotros. Aquello nos advirtió que algo no estaba bien, afuera empezaba a oscurecerse y adentro... adentro también. Quizás habíamos pasado una línea imaginaria y no sabía cómo iba a continuar todo luego de lo ocurrido.

Un nuevo trueno hizo que finalmente nos separáramos.

—Está oscureciéndose —comentó con la voz ronca.

Asentí sin saber qué agregar y acompañé ese movimiento dando media vuelta para observar el cielo que se extendía a mi espalda.

—Pasá —me dijo haciéndose a un lado para permitirme la entrada—. Salvo que... quieras irte. No sé.

Me observó confuso y solté una risita nerviosa.

—No tengo en qué irme.

—Claro, cierto.

—Igual prefiero quedarme... un rato, si querés.

Nos miramos por unos segundos y pareció que ambos estábamos pensando lo mismo porque soltamos una carcajada.

—Estamos un poco idiotas, ¿no? —me dijo pasando adentro y me esperó en la puerta.

—Bastante idiotas —me sumé poniendo un pie adentro.

Un breve silencio fue interrumpido por su proposición.

—¿Algo para tomar?

Asentí, pero no accionó. Quedó ahí, mirándome de arriba hacia abajo. Lo observé sin entender qué estaba haciendo, pero pareció no percatarse de mi confusión.

—¿Qué pasa? —pregunté cruzándome de brazos.

—Estás... Estás... ¿Querés darte una ducha caliente?

Entonces comprendí. La lluvia que me había atacado en el camino seguía impregnada en mi ropa, tenía un poco de frío y si no me cambiaba podría terminar en un resfrío o algo peor. A pesar de estar en verano, los días de lluvia traían consigo bastante frío.

Intenté negarme; no me agradaba la idea de bañarme en una casa ajena donde ni siquiera tenía ropa apropiada para cambiarme. Pero él se negó a mi negación alegando que me enfermaría.

Esperé en el living mientras él buscaba en las habitaciones alguna toalla y ropa que pudiese ponerme luego. Volvió con una remera y un pantalón corto de él.

—Es lo único que encontré —agregó al ver mi sorpresa—. Puede que te queden un poco grandes.

Le dije que no se preocupara y me dirigí al baño. Cuando cerré la puerta y me topé con la tranquilidad de estar sola, me tapé la cara con las manos y me deslicé al piso apoyando la espalda en la puerta.

Me quedé unos segundos allí, tratando de asimilar todo lo que había pasado porque hasta el momento parecía algo irreal. Aun no lograba entender cómo había hecho para llegar hasta allí, mucho menos el beso, el acuerdo al que habíamos llegado y que estaba a punto de bañarme en su casa. Tampoco sabía cómo iba a continuar todo entre nosotros, si podríamos volver a actuar como antes o si lo ocurrido minutos antes dificultaría las cosas.

Al ver que estaba dejándome dominar por dudas y pensamientos que no me llevaban a ninguna solución, decidí hacer una pausa. Me esforcé por dejar la mente en blanco y concentrarme en el baño. Necesitaba recuperar el calor que la lluvia me había quitado.

Diez minutos más tarde estaba afuera de la ducha cambiándome. En cuanto me probé la remera de Yago fue imposible no sonreír. Me quedaba muy grande, parecía un vestido así que descarté la opción del pantalón. La remera me llegaba hasta más de la mitad del muslo. Aquello me recordó al día en la playa cuando me había prestado una remera. Parecía que había pasado tanto tiempo y a la vez tan poco.

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