Prólogo

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Querido diario...No, así no.

Querido estúpido diario...Nah, no, así tampoco.

Estúpido libro de desahogamientos...Que cursi.

Bueno, ni siquiera se como llamarte, así que te pondré amigo. Se que no es el nombre más creativo del mundo, maldición, ni siquiera es un nombre, pero de ahora en adelante serás mi amigo. Empezare de nuevo.

Querido amigo, mi nombre es Elena Salvatore y estoy haciendo esto porque mi psicóloga me lo recomendó, según ella ayudará a mi complicada vida, no, más bien a la culpa. Me ayudara a olvidar eso, o más bien a ese idiota... Olvidar sus manos rozando mi piel, sus labios besando lo bajo de mi espalda.... Ah, no, no. Esto esta mal, se supone que debo escribir para sacar eso de mi mente y apenas llevo 675 palabras y ya estoy pensando en él.

Soy un desastre.

Como iba diciendo. Mi nombres es Elena Salvatore, tengo veinticuatro años y pronto cumpliré los veinticinco. Soy chef de un restaurante Italiano muy famoso en la ciudad dónde vivo. Tenemos cuatro estrellas y se que si sigo adelante pronto alcanzaremos las cinco. Pero eso solo es parte de mi, mi verdadera razón de estar aquí escribiendo todo esto es porque... Soy felizmente casada, lo soy, no tengo quejas de mi matrimonio, pero incluso así, soy infiel...

Cerré el maldito diario. Lo aventé a un lado de la cama. No podía creer que de verdad había seguido el plan de mi psicóloga, nunca hacía lo que decía, incluso si ya llevaba más de un año con ella.

Me agarre la cabeza desesperada, esta situación iba a terminar con mi vida. Me deje ir hacia atrás, la suavidad de las sábanas me acariciaron. Cerré mis ojos pensando que la verdad era que tenía tanto miedo de escribir, no quería ver lo que realmente era mi ser.

Sabía que si empezaba con ese diario mi verdadero yo aparecería y me daría cuenta de lo estúpida y asquerosa que era mi alma. De lo podrida que estaba. Tomé una larga respiración.

—¿Soñando despierta? —abrí los ojos de golpe.

Me levanté para verlo. Su sonrisa hacía que todos los días fueran mejor. Que me dieran fuerzas para seguir adelante.

—Algo así —cambie la sonrisa por una mirada seria. Con cautela tome el diario y me levanté de la cama. Él ni siquiera lo había notado, camino al armario soltando su corbata, abrió las puertas del armario.

Abrí mi mesita de noche y coloque el diario en esta, la cerré con seguro y metí la llave en mi bolso.

Me levante y camine hasta el armario. Me recosté en el marco observándolo.

Él estaba batallando con sus pantalones, ya había removido su camisa, y podía admirar ese pecho que me encantaba llenar de besos.

Lucía cansado. Sus prácticas eran demasiado largas, era lógico, aún era residente en el hospital donde lo habían aceptado. Pero tenía fe en él, sabía que llegaría a ser un gran doctor.

—Vas a sólo verme o me darás una mano —reí nerviosa. Me acerque y toque su pecho, inclinándome para besarlo. Sus manos rodearon mi cintura, sus dientes mordieron mi labio inferior. Con más agresividad, tomo mis muslos apretando mi piel. Entre besos y gemidos llegamos a la cama. Bajo sus labios dando besos lentos en todo un camino hasta mis piernas. Removió mis pantalones de pijama. Lo escuché reír al ver que no traía bragas. Cerré los ojos al sentir su lengua corriendo por dentro de mis piernas. Gemí fuerte, su rostro llegó a la altura del mío. Se apoderó de mi boca, beso mis labios con fuerza. Abrí los ojos y pegue un grito. Él se sorprendió y se bajó de mi. Removí el rostro asustada—¿Qué pasa amor?

Frote mis ojos con demasiada fuerza.

—Lo siento.

Maldición, ahora vería su rostro en mi esposo. No era justo. Tenía que separar la situación.

—¿Qué pasó?

Me pregunto asustado. Tenía que inventarle algo.

—Olvide que no tome mi pastilla ayer, y bueno, ya sabes.

Su mirada cambio de susto a decepción y fue matizándose en coraje.

—No Elena, no sé. No entiendo cual es tu miedo al no querer tener un hijo, estamos casados.

—No es eso, es solo que no quiero ese tipo de responsabilidad. No ahora que pronto llegaremos a las cinco estrellas en el restaurante. Sabes lo ocupada que estaré. Además que tu aún eres residente, tus horarios estarán apretados. Sabes que ninguno de los dos estamos listos para un bebé.

—Aún así. Quisiera que tuviéramos un hijo.

Se sentó al borde de la cama. Estaba decepcionado.

—Lo sé. Prometo que no dejaré pasar mucho tiempo —camine de rodillas hacia el, bese sus hombros—. Stefan, mírame —suspiro pesado pero volteo a verme. Tomé su rostro y lo atraje a mi. Entre abrí los labios-. Eso no quiere decir que no sigamos tratando. Te quiero, Stefan.

Sonrió y me tomo con cautela. Mientras de mi cabeza no salía esa maldición que había acogido al casarme con él. Una maldición que me estaba llevando al borde del abismo. Más bien una mentira una gran mentira que no podía esconder por mucho tiempo..

Terrible Love [completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora