Capítulo dieciocho: Otra vez.

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PDV Daniela:

Un tono, dos, tres, cuatro. Corté.

Fui al baño y pasé por delante del espejo, no lo mires, no lo mires, tranquila. Abrí los ojos y algo me quemó adentro, las ganas de comer algo, o las ganas de que me llame. La cague total y absolutamente. Estos momentos en los que te sentís total y absolutamente sola, sin nadie que te diga ''Lo que estás haciendo te hace mal, me importas, cuidate.'' Sin nadie que me de un abrazo ni me contenga.

Fui a la heladera y agarré todo lo que había, no encontré mucho, así que fui al armario y saqué papas fritas, ketchup, chocolates y un montón de comida como para tres personas. Estuve como diez minutos comiendo como si no hubiera un mañana, como si fuera lo único que comería en años, comí todo tan rápido que me mareé, mi cuerpo no está acostumbrado a comer en tanta cantidad, en realidad no está acostumbrado a recibir comida, ayuné tanto tiempo que ya no recuerdo lo que es masticar. Y ahí fue, ahí empece a sentirme culpable, cada vez más gorda y sucia por haber comido tanto, necesitaba eliminar todas esas miles de calorías que me harían engordar como a un cerdo si se quedaban en mi. Fui al baño, me arrodillé y me provoqué el vómito, saqué todo de mí hasta sentirme mejor y vacía, recordé una frase que leí en una página de Internet. ''La comida es un arma letal que nos va haciendo más y más débiles hasta matarnos. No necesitas de ella.'' Si comía, debía vomitar.

Una hora después, empecé a hacer ejercicio por si quedo algo de grasa, estuve dos horas hasta que comencé a sentirme mareada, me di un baño y me fui a acostar. Agarré mi celular y pensé: ''Si pude sobrellevar mis problemas tantos años sola, ¿por qué voy a depender de una persona ahora?''

Unas horas después estaba escuchando música a todo volumen y cantando canciones de Marama y Rombai. Recibo un mensaje, lo abro y leo:

''Ya voy para allá, esperame afuera. Leo''

Le contesto:

''Me parece que te confundiste de número.''

''No, no me confundí, esperame.''

Después de leer todo eso el estómago se me retorció y no de hambre. A los cinco minutos estaba en el pasillo y veo que se acerca trotando, cuando está enfrente de mí, me abraza, tan fuerte que creí que se me saldrían los órganos de lugar.

-Tengo algo para proponerte.-Me dice en voz baja.

-¿Sí? ¿Qué cosa?-Dije sin darle mucha atención.

-Hablé con tu mamá sobre una posible internación, en una clínica especializada en trastornos alimenticios. Como todavía no tenés los 21, tu mamá ya firmó.

-¡¿QUÉ?! No, por favor, otra vez no. Ese lugar es horrible, me hacen comer como a una cerda, voy a engordar mucho.

-Por favor Dani, pensá, tenés que recuperarte, estás enferma y necesitás ayuda.

-¡No estoy enferma! Todo el mundo dice lo mismo, estoy gorda no enferma.

No, definitivamente no iba a entrar a ese lugar devuelta, es simplemente horrible, te hacen comer y te tratan como si fueras una nena caprichosa, cuando no entienden que el problema viene de la mente. Todos piensan que las que tenemos este miedo a engordar somos una caprichosas que no tienen nada que hacer en la vida, no tienen ni una mínima idea de lo que es llevar nuestras vidas, nuestros problemas día a día, yo me metí en esta mierda cuando tenía solo 14 años,  contando calorías y fijándome si algún alimento tenía más de lo que debería comer en un día, así es como se pasó casi toda mi adolescencia, haciendo ejercicio, vomitando, restringiendo todos los alimentos con alto contenido calórico, y así hasta solo tomar café en todo el día. 

-Lio.-Le digo, mientras estoy recostada con el en el sillón.

-¿Mmh?- responde 

-Creo que quiero salir de esto.-Digo insegura.

-Obvio que tenés que salir, tenés que estar bien.¿Me vas a contar tu historia?

-Tenía catorce años, estaba viendo un desfile de moda, vi que las modelos eran tan flaquitas y tan perfectas, fui al espejo y me vi gorda, deformada, asquerosa. En la cena mi mamá trajo la comida, luego de que terminara todo me fui a vomitar, esa semana no comí nada. Y ahí empecé a contar las calorías y a achicar mis comidas. Cuando no comía y sentía la sensación de vacío era feliz.-Dije suspirando, mientras me quebraba por dentro.

-¿Y con los cortes cuándo empezaste?

-Cuando tenia dieciséis, sentía que era un escape, un modo de que el dolor sentimental no sea tan fuerte, y concentrarme en el dolor físico.

...

Y así se nos pasó la noche, hablando y contándonos cosas... 

Saludos Mar.












Déjame morir.(L.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora