Alan es un prófugo de la ley, acusado de cometer un homicidio cuya autoría niega rotundamente, pues asegura que existe una entidad responsable de tal crimen que, desde que apareció, se ha dedicado a hacer de su vida un infierno. Así, se verá atrapad...
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Hoy me hablaron alrededor de dos horas sobre las implicancias de no dormir, e intentaron convencerme de lo peligroso que es no hacerlo. Entiendo sus razones, su preocupación por mi salud, pero ellos no comprenden el trasfondo de mi temor. Si lo entendieran, no insistirían con sus pastillas.
El sujeto espectral sigue reacio a mis ojos, pero no a mi intuición. Aunque se oculte de mis cinco sentidos, por las noches me invade ese escalofrío súbito que de forma irracional sacude las bases de mi cordura. Sé que es él, esperando por mí. Quizás entienda la sensación, probablemente usted mismo la experimentó alguna vez en la vida, sin embargo, puedo asegurarle, su presencia es mucho más invasiva que cualquier simple paranoia cotidiana. Él es muy real.
Lo cierto es que, de pequeño, nunca me asustó la oscuridad, jamás había temido dormir con la luz apagada, sin embargo, en algún punto de mi niñez, eso cambió de forma súbita. De pronto las sombras se convirtieron en mi más grande horror, los sonidos cuyo origen desconocía me desequilibraban al punto de la histeria. Comencé a sentir que algo me acechaba, que venía por mí. Y no, no tenía cara, no tenía forma siquiera, pero allí estaba, jadeando en mi cuello su hálito putrefacto.
No puedo ubicar el «nacimiento» del hombre risueño en un punto específico de la historia de mi vida, no estoy seguro de cuándo o cómo me percaté de su existencia tangible, sensible. Pero asumo que estuvo siempre, aunque no entiendo por qué decidió actuar de esta forma en este momento. Él es un gran misterio que debo resolver si quiero vivir.
Es todo lo que diré este día. Las palabras se aglomeran en mi mente como soldados en medio de una guerra sangrienta, me es difícil arrojarlas sobre el papel. No sé cómo, pero no me rendiré a las sombras.
