Día 11 (II)

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Otro visitante esperaba por mí al volver al cuarto

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Otro visitante esperaba por mí al volver al cuarto... la pesadilla en la vigilia. Hoy pareciera ser que alguna fuerza maligna se empecinó en enviarme todas las personificaciones de mis miedos juntas.

La luz del techo estaba apagada, solo la lámpara iluminaba la habitación. Él se encontraba junto al guardarropa, de pie sobre la sombra que aquel proyectaba en parte del piso y la pared, risueño y contemplativo como era la costumbre. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, tardé unos minutos en atreverme a caminar en dirección a la mesa. Temeroso, me dirigí a la silla evitando mirarlo. Y aquí estoy, cabizbajo, redactando lo último de mi undécimo día encerrado.

Resulta difícil, y aun confuso, explicar las sensaciones que la mirada de este sujeto provoca en el ánimo; como si de repente un caos emocional se apoderara del cuerpo todo produciendo un desequilibrio que, a simple vista, se traduce en temblor y sudor. Nunca grito —aunque en más de una ocasión he ahogado algún alarido—, pues demostrarle miedo es darle poder.

De a ratos lo miro de reojo esperando que no esté, al menos no al sentido de la vista pues, aun cuando los ojos no lo perciban, su presencia sigilosa siempre acecha. Pero allí está él, casi como un niño curioso, asomando desde atrás del mueble. Su energía es tan intimidante que impide que las ideas fluyan con normalidad al papel. Me siento agobiado.

¿Por qué? Esa es la cuestión. ¿Qué le hice? ¿Qué realmente espera con mi muerte? Cuando lo veo pienso en Franco... en el pobre Franco y la forma horrible en que lo habría asesinado; cuando lo veo cierro los ojos unos segundos e imagino sus manos en mi boca callándome mientras me toma, mientras invade mi cuerpo para arrancarme el alma y la poca humanidad que queda de mí, de la misma forma grotesca en que arrancó cada miembro del cuerpo de mi hermano.

Estoy paralizado, ya no puedo continuar hoy.


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