Aproximadamente eran las nueve de la noche y estábamos esperando los tres al autobús. Estaba lloviendo y no teníamos paraguas; menos mal que nos resguardamos en el techo de la parada. Estábamos hablando, faltaba poco para que nos recogiera el bus. Estaba cansada, quería llegar a casa...
A lo lejos vi un coche que se aproximaba a gran velocidad; no la disminuía, sino que la aumentaba... Me fijé que delante nuestra había un charco enorme y como no hiciera nada ese gilipollas nos iba a calar...
-¡CHICOS! Cuidado con el...
Demasiado tarde; ese coche a toda velocidad pasa por delante nuestra salpicándonos, parecía un tsunami...
-¡IDIOTA! ¡No vayas tan deprisa!- dijo Dylan furioso.
-¡Vaya imbécil!-dijo mi hermano escurriéndose la camiseta.
Yo estaba calada, el rímel de mis ojos se había corrido, parecía que estaba maquillada para salir en Halloween, por qué nos tiene que pasar esto a nosotros; estaba helada.
El autobús no tardó mucho en llegar. Cuando subimos toda la gente se nos quedaba mirando con cara rara, nosotros simplemente mostrábamos una tímida sonrisa de vergüenza. Nos sentamos atrás del todo; primero mi hermano, luego yo y por último Dylan.
A mitad de camino mi hermano dijo...
-Por cierto chavales; cuando ha pasado el coche, estaba haciendo un vídeo de cómo llovía y tal ¿no?-dijo interesado- y resulta que el vídeo también ha pillado la matrícula del idiota que nos ha empapado...
-mmmmm... Interesante-dijo Dylan-Mándala por whasapp por si le encontramos por casualidad.
-Va.
El trayecto se hizo corto, y en nuestra parada nos bajamos.
Me llegó una notificación que mostraba la imagen de la matrícula que mi hermano nos había enviado. La abrí, cuando nos acercamos a casa vi cómo el coche de Paul estaba aparcado en su puerta, me fijé en él ; la matrícula me resultaba familiar. Cogí mí teléfono y vi la foto que me había enviado mi hermano, y cómo no; coincidía. Él había sido el gilipollas que nos había calado; cuando le volviera a ver, las íbamos a tener.
Mi hermano ya había entrado en casa, y Dylan me acompañó hasta la puerta de mi casa. Yo, le invité a pasar; pero él insistía en que no puesto que como estaba mojado no quería manchar el parqué.
-Pasa tonto, si además tienes que coger tu ropa.
-Es verdad.-Dijo sonrojado-te juro que le lavo la ropa a tu hermano y se la traigo enseguida como recién comprada.
Su comentario me hizo reír y le hice un gesto para que pasara. Mi hermano, como de costumbre; estaba buscando algo en la cocina con lo que hacerse un bocadillo y le dije a Dylan que pasara al salón para estar más a solas.
-Siéntate si quieres, voy a por tu mochila-dije amablemente.
-No te preocupes, estoy bien de pie.
Fui sonriendo hacia mi cuarto y recogí su mochila. Al bajar, le vi como nervioso; se mordía las uñas y parecía estar en otro mundo.
-¿Dylan? ¿Hola?
Levantó la cabeza asombrado y sonrió tímidamente.
-Dame mí mochila anda, qué he de irme ya a mi casa.
No entendía qué le pasaba, así que hice caso y dejé que se fuera de camino a la puerta.
-Vaya, qué maja, ¿no me abres la puerta ni me acompañas?
-Eh... Sí, perdona-dije sin salir aún de mi asombro.
Cuando llegué a su altura, ya había abierto la puerta y se encontraba en el escalón de mi patio. Al ir hacia él fue cerrando la puerta lentamente hasta dejarla con solo una ranura abierta. Noté como sus mejillas se enrojecían y él se comenzaba a acercar a mi lentamente.
-No me apetecía irme de tu casa, la verdad; pero no quería hacer esto con tu hermano delante.
Entonces, noté sus labios contra los míos. Mis ojos se abrieron de golpe, pero en cuanto pasaron los segundos, cerré los ojos y me dejé llevar. Me gustaba. Pero no sólo el beso; me gustaba Dylan. Aquel chico borde al que le tire el café el primer día de instituto.