Me había dejado llevar y el que parase de golpe me desconcentró. Quería volver a besar sus labios pero si no contestaba aquella pregunta no creía que fuera a dejarme.
-Eh...sí...sí- dije al fin segura.
-¿De verdad?- se levantó mientras le admiraba- pues creo que vamos a necesitar esto.
Metió la mano en un bolsillo de su cartera y sacó un preservativo con una sonrisa pícara. En cuanto volvió a la cama los besos empezaron de nuevo, pero esta vez aparte de irse quitándose mi vergüenza también lo hacía mi ropa.
Me quedé completamente desnuda frente a él. Hubo unos minutos en los que sólo me observó,y yo me puse roja.
-Te... ¿te pasa algo?-susurré tímidamente.
-No- sonrió- solo que me encantas.
Me eché a reír y él instintivamente me tiró contra el colchón quedándose encima de mí.
Me miraba fijamente a los ojos y sus caderas bajaron hasta rozar mi feminidad.
Cerré los ojos en sentido de placer, cuando de pronto noté como sus dedos índice y corazón rozaban las paredes de mi útero. Comencé a soltar pequeños gemidos.
Introdujo el dedo anular y tras repetir esta acción varias veces metió lentamente su miembro haciéndome experimentar una mezcla entre dolor y placer.
No quería hacerme daño y bajaba lentamente. Me dolía. Al momento noté como la fina pared que indicaba aún mi virginidad se rompía. En el momento no me dolió, pero según iba metiendo su pene en mi feminidad comenzó a dolerme más y más. Los gemidos crecían, el bajaba y subía más rápido. Sentía placer y a la vez dolor. Me agarré a su espalda y sin darme cuenta le arañé. Soltó un grito gimiendo mi nombre, besé su boca haciéndole callar y haciéndole que reducirse su grito en mi boca.
Al separarnos el uno del otro se quedó mirándome fijamente a los ojos, mordió su labio inferior, bajó su mirada hacia mi boca y comenzó a besarme rápidamente jugando con mi lengua en un apasionado beso, noté el deseo en su mirada, le mordí el labio y noté como mientras seguía besándome los besos comenzaron a bajar por mí, rozando con sus labios mi cuello hasta darme pequeños mordisquitos. Mis pupilas se dilataban y mi piel se ponía de gallina, cerré los ojos y él seguía bajando.
Comenzó a darme mordisquitos también por el pecho y a rozar con su lengua la misma zona hasta acabar haciéndome un chupetón.
Fue despegando poco a poco sus labios de mi piel y se fue incorporando hasta quedarse sentado al lado mío.
No pude evitar mirar su torso desnudo y al instante, Dylan me miró a los ojos transmitiéndome seguridad y confianza en él.
-¿Estás bien?- dijo dándome un beso en la mejilla para tranquilizarme ya que me veía muy nerviosa, y normal, yo lo estaba, nunca había hecho esto con nadie y Dylan era el primero.
-Sí, no te preocupes- dije con una cálida sonrisa en mi cara.
Pasamos unos minutos en silencio, hasta que Dylan alcanzó una bata, se la puso y salió de la habitación, yo me encontraba arropada en la cama pues hacía frío, me eché las manos a la cabeza, no me creía lo que me había pasado, soltaba pequeñas risitas y me envolvía cada vez más y más en las sábanas, hasta que me caí de la cama, sonó un fuerte ruido por el golpe que había ocasionado mi cabeza contra el suelo.
En ese momento Dylan entró y me vio riéndome a carcajadas en el suelo, a él se le contagió también mi risa, levantándome del suelo me dijo:
-Alice, acompáñame.
Yo le hice caso, pero antes de salir de la habitación me tapó los ojos.
Me condujo unos metros hasta pararse. Escuché como una puerta se cerraba y fue en ese momento cuando me quitó la venda y vi aquello