Dylan y yo decidimos ir a su casa ya que todavía no había vuelto mi hermano del instituto. Al llegar a su casa nos sentamos en el sofá, tenía una pequeña raja en el labio y otra en su ceja izquierda.
-Ahora vuelvo, no te muevas- le dije levantándome.
-¿Dónde vas?-dijo Dylan mirándome.
No contesté. A los pocos minutos llegué con el botiquín en la mano, el cual me llevó encontrarlo bastante tiempo. Al entrar vi a Dylan tumbado mirando la televisión sonriente.
-¿Qué te pasa?¿Por qué estás tan contento?
-No se, cuando estás a mi lado siempre estoy feliz.
-Venga Dylan, no seas así, que todavía me acuerdo del beso del otro día entre Laureen y tú.
-Alice joder, te juro que yo no la besé, fue ella.
-¿Y por qué no la apartaste? Lo importante es que vuestros labios se juntaron, Dylan por favor no vuelvas a hacerlo, noté una opresión en el pecho y como mi alma se partía- dije tal vez un poco exagerando.
-No te preocupes Alice, no volverá a ocurrir, tampoco Paul se acercará a ti, mañana Izan y yo iremos a la policía a ponerle la denuncia.
Me acerqué a él y empecé a curarle suavemente las heridas.
Mostraba muecas de dolor, pero no se quejaba.
Fui al baño a por un trapo mojado y cuando volví a sentarme Dylan no apartaba la vista de mí, me sonrojé de golpe y tímidamente dejé escapar una sonrisa.
Se acercó a mi y me cogió la mano con la que sujetaba el trapo y, sin soltar mi mano, se limpió la sangre que abordaba su ceja. Veía por donde iba y me aparté un poco pero él no tenía intenciones de dejar pasar aquella oportunidad, y así hizo. Se acercó hasta quedarse a escasos centímetros de mi boca. Miró mis labios y dejó salir una sonrisa, me empezó a besar suavemente, cerré los ojos e imité su movimiento. El beso era más apasionado que los de días antes. Su lengua comenzó a jugar con la mía y sus manos recubrieron mi espalda.
De vez en cuando abría los ojos y le miraba, tenía los ojos cerrados, me hacía gracia como era en este momento y yo sonreía. Cuando se daba cuenta hacía lo mismo.
Sus manos seguían subiendo por mi espalda hasta desabrocharme el sujetador por debajo del jersey.
Separó sus labios de los míos y comenzó a dar cortos besos hasta llegar a mi cuello, podía notar su perfume, era algo que me encantaba.
Entre los besos y el aroma en señal de placer se me cerraban los ojos.
Su mano bajó hasta mi pantalón y pasó la mano a su interior, después mi ropa interior. Los besos en el cuello pasaron a ser más cortos hasta frenarse. Mis ojos se abrieron de golpe y sus dedos comenzaron a rozar mis labios mientras la otra mano seguía en el interior de mi pantalón, el cual se deshizo de él y yo me deshice del suyo. No me sentía del todo agusto pero me gustaba tanto que no podía decirle que parase.
Sus dedos pasaron del roce al contacto, y sentí como se adentraban en mí, escasos segundos más tarde no pude contenerme y empezaron los gemidos. A ello le siguió que comenzó a quitarse la sudadera y tiró de mi jersey hacia arriba para que yo hiciera lo mismo.
Nos tumbamos en el sofá, él estaba encima mía, empezó a besarme en el cuello de nuevo, finalmente sus labios subieron hasta rozar los mios, podía notar lo nervioso que estaba por lo rápido que latiá su corazón.
Se separó un poco de mí y alcanzó su cartera; sacó un condón y se lo puso. Seguidamente me abrazó y siguió besándome como lo estaba haciendo antes, introdujo su miembro poco a poco, comenzó a moverse en mi interior lentamente, cada vez iba más rápido, el placer que Dylan hacía en mí era inexplicable, solté y fuerté gemido y él me besó para silenciarlo, continuó con aquellos movimientos mientras sonreía con la respiración agitada dejando en tensión su mandíbula.
Al cabo de pocos minutos ambos llegamos al orgasmo, salió de mí y dejó caer su espalda contra el sofá suspirando, Dylan continuaba sonriendo, se incorporó llevando la mano a su pene para quitarse el preservativo.
Noté como la expresión de su cara cambió radicalmente.