14. C'est la vie, se fine!

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-Bien, chicos, ¿alguien me puede decir la traducción del texto te la pagina 27 del libro?

Se veían varias manos levantadas, pero yo estaba enfrascada en mis pensamientos. Aquel día fue la primera vez que afloro aquella mini diosa que llevaba dentro. Mi conciencia o alguna parte de ella tomaba la forma de una mujer esbelta, medianamente alta, con unas curvas marcadas sutilmente, sus cabellos se tenían de un dulce tono caramelo, largo, ondulado y suelto, sus ojos se tornaban en un verde muy esperanzador. Estaba sentada en una silla, llevaba creo recordar la misma ropa que llevaba yo ese día, unos leggings ajustados, una camiseta escotada básica y una zapatillas Nike Run. Adoptaba distintas posturas sexis, pensaba en ellos y en cuantos hombres atraería, también me fije que tenia un cierto y muy gran parecido conmigo y fue cuand...

-Ginebra, ¿que tal si me dices de una vez la traducción? ¡Ginebra! ¿Me oyes?.

Santi, me saco de mi pensamiento. Entonces me fije que estaba a mi lado y me miraba fijamente a los ojos. Eran de un precioso verde esmeralda como los mios.

-Si, dime. Ah, si, la traducción. Pues..

-No, estas atenta. Así que lo que te has perdido de clase, lo recuperarás después, en tus horas libres. A las 14:00 te quiero aquí.

Es vergonzoso. Joder, qué bachillerato te traten como a una cría de 12 años, manda cojones.
Mire con rabia su figura. Llevaba unos vaqueros, unas New Balance y un jersey asustado gris. Me fijé mejor en su ancha espalda, en los músculos de su pecho, en sus brazos y las piernas y sobretodo en su trasero. Estaba bastante bueno y era muy guapo. Supongo que los veinteañeros 'maduros' son así ¿no?

Después del descanso, me coji un café con leche en la cafetería y me dirigí a su clase.

La puerta estaba abierta. El estaba sentado en su mesa firmando o corrigiendo algún examen.
Al entrar, me invadió un olor delicioso. Una fragancia muy masculina que se adentro en mi. Nunca olvidé aquel olor. Noté mi entrepierna húmeda, no sé si fue por su olor o por su aspecto tan sensual, pero me recorrió un escalofrío por la espalda como si fueran caricias. Mi conciencia racional pensaba que aquello esta mal. No debía fantasear con mi profesor. Pero la diosa que llevaba dentro se vestía tan sexi, se colocaba en un diván mostrando sus pechos al total descubierto, que subían y bajaban por una respiración agitada.

El debió de leerme el pensamiento por que desde que entre y me senté no me quito ojo de encima. Tenia los codos apoyados en la mesa y los dedos entrelazados en frente de su gustosa boca.

Quizás fui yo la que le siguió el juego. Por que antes de ir, pase por casa a cambiarme. Me puse unos vaqueros ajustados y una camiseta básica blanca, escotada.

Empezamos poco a poco a tontear. Alguna miraba furtiva por los pasillos, notas y cartas que pasaban de mis manos a las suyas, de las suyas a las mías y viceversa. Todo muy sutil y tal. Pero siempre con gran disimulo. No queríamos que nos pillaran haciendo algo que fuera indebido. El tiempo pasaba y fuimos cada vez a un poco mas, hasta entregarnos al fornicio después de las horas lectivas en su clase. Cuando no había nadie ni nos oía nadie. Jugábamos a un juego bastante peligroso. Eramos como adolescentes, aunque ya no lo eramos tanto.

Duramos casi tres años así. Hasta cuando estaba en la universidad, pero eso ya no era tan peligroso. Pero actuábamos como si lo fuera. Después de un tiempo ya actuábamos como una pareja normal. Salíamos al cine, a pasear, nos hacíamos fotos, íbamos de compras. Y así paso el tiempo en nuestra burbuja feliz. Pero no eramos nada mas que dos personas actuando a ser lo que no eramos. Desde el momento en que nos vimos sentimos una conexión especial. Yo sinceramente cada vez me gustaba mas. Pero nunca dije nada de nada. No estaba bien. En estos casos, los sentimientos había que guardárselos para uno mismo, para que no se escapen de la cabeza. El también sentía algo, también me quería si al cariño se le puede llamar querer, me quería a su manera y a mi me gustaba. Siempre he sido su pequeña.

La cosa fue avanzando con el tiempo. Hasta que conocimos a Ángela.

Era un largo diciembre, frío y llovioso. Decidimos una noche salir a tomar algo para entrer en calor. Todo eran risas y tontadas. Hasta que poso sus ojos en ella.

Había una mujer sentada en la ultima mesa del garito. Sola y mirando su teléfono. Era guapa, guapa de cojones. Alta, con unos rasgos poco españoles a decir verdad, una gran melena rubia lisa le hacia de complemento, ojos azules como el cielo y un cuerpo 10 de infarto. Parecía confusa, como si llevara horas esperando. Santi no paraba de mirarla y por sus ojos dedicó que le gustaba y mucho. Ella topó sus azulados ojos con el y se sonrieron mutuamente. Sentí una punzada en el corazón. Aun así le anime a que hablara con ella. Santi desde su ultima relación no ha vuelto a confiar en nadie excepto en mi. Lo ha pasado mal. Pero yo nunca había visto ese brillo en sus ojos. Yo le quería, si. Pero si quieres a alguien, solo quieres que este bien, que se marche a un lugar mejor que el de tu lado.
Así que fue hacia ella, se sentó a su lado y empezaron a hablar. La cosa iba bien y yo en parte disfrutaba viendo aquella estampa tan bonita que formaban. Me tome la ultima y me marche dejándoles solos. Era lo mejor.

Meses después empezaron a salir y yo me sentía muy feliz por ellos.

Un año después se comprometieron y ella se marcho a Noruega para hacer los preparativos de la boda.
Me lo contó y pensé que se me caía el mundo encima. Me dolía el alma de verlo con otra. Pero el era feliz y si el lo era yo también. Con el tiempo se me paso y llego la hora de decir Adiós.

Me acuerdo de nuestra despedida como si fuera ayer mismo.
Me pidió que lo acompañara al aeropuerto. Silencio. No dijimos nada en ningún momento. El camino fue largo y silencioso. Incomodo. Áspero. A la hora de nuestra despedida tampoco sobraron palabras, tampoco hablamos. Solo nos mirábamos fijamente a los ojos mientras nuestras lágrimas caian y las mejillas nos ardían. Por lo menos las mías. Un abrazo y un beso sellaron lo que un día empezó para ese día terminar aquella relación tan peligrosa que llevábamos.

Lo ví marcharse a lo lejos. Hasta que no deje de ver su figura no me dí media vuelta para marcharme. Su imagen ya se confundía entre la gente que se iba en su mismo vuelo.
Una lluvia estalló en mis ojos y no oía nada que no fuera el latido de mi corazón.

A raiz de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora