Mire el reloj y eran las diez y cuatro. Me daría tiempo de sobra. Así que recogí un poco la casa y mi cuarto. Desayuné tranquilamente y saque a pasear a Drako al parque. Al volver ya eran las once menos diez y corrí a toda prisa a vestirme después de cambiar la comida y el agua al perro.
No mentiré, pillé del armario lo primero que encontré, unos vaqueros pitillo negros, una camiseta de los Ramones y una americana por si tenia frío. Busque las converse por todas partes hasta encontrarlas en la habitación de Carmen. Maldita sea, me coge siempre las cosas sin permiso. Bueno, yo también hacia lo mismo con las suyas, pero nunca se enteraba. Sonó el timbre justamente a las once, cuando casi terminaba de echarme la raya, el rímel y el pintalabios rojo. Cogí mi móvil, mi tabaco y las llaves. Me propine escaleras abajo a toda mecha, para no hacerle esperar. En frente de la puerta del portal me esperaba vestido con una camiseta gris, un cardigan y unos vaqueros. Estaba para comérselo. Y lo que asomaba detrás suyo era aun mas sorprendente. Un Audi Q7 negro de los que a mi me gustaban. Pedazo de bólido se gastaba el chavalito. Salí del portal y sonrió pícaramente mientras se acercaba a mi, me cogió en sus brazos y me beso como la noche anterior. En ese momento inhale su fragancia exuberante, tan a hombre. Diría que era One Million pero no estaría segura.Se me adelantó y abrió la puerta del copiloto, dándome paso al interior del coche. Me subí y observe lo limpio y cuidado que estaba el coche, como sacado de concesionario. El se sentó en el asiento del piloto y me miro esbozando aquella sonrisa ladeada tan magnifica que me encantaba y pusimos rumbo adelante. Como quien dice.
-Bueno, señorita guía, ¿cual será el primer sitio que me enseñe?.- dijo mirándome discontinuamente mientras miraba la carretera.
-No lo sé.- dije sinceramente y pensé algún sitio.- ¿Te gustan los mercadillos?.- dije riendo, pero no era broma, lo decía totalmente enserio.
-¿Esos sitios donde hay como puestos y la gente compra cosas?.- dijo como si no supiera de que hablaba.
Asentí.
-Pues la verdad es que si. Cuando vivía en Seattle, mi madre me solía llevar a sitios de esos. Me traen muy buenos recuerdos.
-Vale, pues.. ¿Sabes ir a la puerta del sol o a algo cercano a ella?.- dije mientras miraba por la ventanilla.
-Si, bueno, eso creo.
Dimos vueltas y mas vueltas hasta encontrar un parking subterráneo donde dejar el coche. En el trayecto hacíamos bromas y contábamos anécdotas de cuando eramos pequeños.
Salimos hacia la calle donde se encontraba el rastro madrileño. Fuimos cuidadosamente mirando cada uno de los objetos que nos parecían mas interesantes. Hasta que la vi no no vi mas que me importara.
Era una cámara antigua instantánea, negra con una funda de cuero. Me enamore pérdidamente de ella. Pero claro eran 80 euros y no yo no había salido mas que con 40 euros por si me hacia falta algo.La observe con detenimiento mientras el miraba otras baratijas y objetos. Hasta que me di cuenta de que me miraba y observaba con interés con el rabillo del ojo. No dijo nada y seguimos nuestro camino por los distintos puestos que había.
Ha medida que íbamos paseando, note como me cojia la mano. Ese contacto tan dulce hizo que se me pusiera la piel de gallina y apareció en mi el nerviosismo.
El abrazo cálido de su mano era tan suave y reconfortante, sentía como si me protegiera de todo y de todos. Pero eso duro poco tiempo. Tuvo que recibir una llamada importante. Mientras yo miraba cositas echas de madera en un puesto, él estaba algo mas apartado de todo y divise de reojo como se peleaba con alguien al teléfono. O eso parecía por lo menos. Al rato llegó a mi lado y me cojio de la mano para que continuáramos.-Ginebra, tengo que irme.- Dijo ante mi cara de asombro, mientas íbamos caminando.
-Pe..pero si..- logre a decir después de un silencio incomodo.
-Lo siento, me ha surgido una reunión de última hora con el jefe de una gran marca, ya sabes un nuevo lanzamiento para Brussells. Me quedaría todo el día contigo si pudiera, de verdad..-Dijo mientras sujetaba mis manos en las suyas. Parecía realmente arrepentido.
-No tranquilo, lo entiendo, no pasa nada, no te preocupes.-Dije sonriendo para no darle importancia.
Volvimos al parking subterráneo donde había aparcado el coche. No hablamos en el trayecto, no hacia falta. Yo solo miraba por la ventanilla viendo a la gente tan monótona paseando y hablando animadamente.
Aparcamos frente a mi portal y me baje, di un portazo sin querer al cerrar la puerta del copiloto y me dispuse a sacar las llaves. De repente noto que una mano calida y fuerte tira de mi y me empuja hacia el coche apoyándome. Allí estaba de nuevo Eric, interrumpiéndome el camino y apretandome duro contra el coche mientras me miraba con esa mirada que hacia que me mojara entera.-Creo que se le olvida algo, señorita.
Mire apresuraba si me había dejado las llaves o al móvil. Hasta que luego conseguí entender a lo que se refería.-No lo creo, sr Lessing. Pero de todos modos, luego me lo podrá devolver.
-Con mucho gusto. - dijo antes de abalanzarse sobre mi, besandome duro y apasionadamente contra el coche.
Su lengua exploraba toda mi boca con ansia y mis braguitas se mojaban. Note que una de sus manos me agarraba del trasero, rozando mi sexo y notando mi humedad que ya se notaba en mis pantalones. Gemi en su boca con ansia y desespero, al igual que el. Rozandonos poco a poco. Calentandonos llegamos a mi apartamento y allí mismo encima de la encimera de la cocina me penetro duramente haciéndome temblar, llegando a ese punto donde solo el llegaba, volviéndome loca.
Allí nos hayamos jadeantes, el uno apoyado en el otro. Ni un solo murmullo podría romper aquella paz que habíamos construido.
Se oyeron unas llaves entrar en la cerradura y de pronto apareció Carmen que no podría parar de reirse.-Ay perdón, me voy- dijo cerrando la puerta. Nos calmamos.
Pero volvió a entrar en un segundo.-Carmen, tía.¿Que haces?- le grite al verla de nuevo.
-Joder, lo siento, es que no me lo creía.- Dijo riéndose y volviendo a salir.
Eric me miro y empezó a reírse a carcajadas de la situación. Y yo también.
Nos vestimos y dejamos a Carmen que entrase, que esperaba en el rellano llena de bolsas. Al entrar saludo, pero no dijo nada. Con un suave beso en los labios, Eric se despidió y se marcho. Dejandome sola con doña Carmen la inquisidora, que me sometería a un tercer grado bastante guarro.
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A raiz de las sombras
RomanceGinebra, es secretaria. No es nadie importante para nadie. O eso pensaba ella, desde la muerte de su abuelo, ya no es como era antes. Eric, heredero de la gran fortuna del imperio de su padre. Un chulo por naturaleza. Creído, con razón. Su corazón e...