Sur, capítulo III

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Thranduil abandonó la base cuando Erdalion partió con el grupo sur hacia el bosque, y se dirigió al cuartel a enfrentar a los oficiales.

Apenas hicieron falta palabras de su parte. Los oficiales fueron advertidos duramente y, aunque éstos pidieron el perdón del rey y juraron no volver a desobedecer sus órdenes, fueron igualmente cesados de sus funciones hasta que los necesitase. Mientras tanto, volverían a sus casas desprovistos de empleo y sueldo y permanecerían apartados completamente del entorno militar.

Thranduil regresó a palacio apesadumbrado por haber tenido que tomar esas medidas con aquellos valiosos oficiales. Todos ellos poseían una amplia experiencia en el entorno militar y siempre, desde hacía cientos de años, habían mantenido una lealtad intachable y un valor sin igual.

Podría haber sido más severo, ya lo había hecho su padre antes con algún que otro desleal por desobedecer sus órdenes, pero la actual situación no le permitía desprenderse de aquel buen número de oficiales, más siendo tan antiguos y experimentados.

Y tanto Erdalion como los demás jóvenes aprenderían a tomar sus propias decisiones con base a lo que él mismo les había advertido. De allí saldrían soldados mejor preparados, acostumbrados y hechos a valerse por sí mismos sin que un oficial tomase las decisiones por ellos.

Pero debía reconocer que incluso sus más antiguos combatientes podían amedrentarse, que ante todo eran Elfos; valientes, sí, audaces, también, pero lo que día a día crecía entre aquellos oscuros árboles, la palpable maldad que provenía desde aquella fortaleza no formaba parte del mundo que a los Elfos se les ofreció en tiempos remotos. No habían sido creados para soportar tal oscuridad y por lo tanto, no eran inmunes a ella. Por supuesto, él tampoco, porque aunque hubiese estado tan cerca y la hubiese enfrentado por no tener más remedio, sacando fuerzas de flaqueza por lo que amaba, la condición de un Eldar siempre sería la misma.

Y precisamente por esa razón debía insistir e intentar hacerlos fuertes y resistentes, espiritualmente hablando. El mundo no había acabado todavía, ni el mal desaparecería de la noche a la mañana. Aún quedaban eras por las que luchar y su pueblo debía estar preparado para afrontarlas.

Thranduil a veces se preguntaba si algunos de ellos decidirían emprender en un futuro, lejano o cercano, el Gran Viaje. Algunos Noldor que poblaban su reino, podría ser que en el momento menos esperado preparasen su partida hacia los Puertos, diciéndole así adiós a un lugar que no los llenaba. Aquel era su destino, la Tierra más allá de los mares los llamaba a su vuelta desde la dejaron, pero...¿y los demás? Silvanos, descendientes de los Elfos Grises, cuya partida hacia las costas de Aman jamás llegó a su fin, aunque los Valar así lo dispusieron para toda su raza.

Sin lugar a dudas, en las Tierras de Valinor, encontrarían la paz para el espíritu y el cuerpo, lejos de otras donde el daño de Melkor continuaba latente y que de vez en cuando se evidenciaba manifestándose como lo que en esos tiempos estaba aconteciendo.

Y por ello, debían estar preparados y, tal como lo hizo él durante la Alianza, debían evolucionar tanto como les fuese posible a la par de los acontecimientos.

Thranduil los entendía, tanto como se entendía a sí mismo, pero hizo aquello con la conciencia limpia y considerando que era lo mejor para la instrucción de los novatos.

Ya habían aprendido de sobra la teoría, ahora debían poner en marcha la práctica.

* * * *

Erdalion se había ocupado de colocar a los espías.

Al principio les costó convencer a aquellos cadetes, compañeros suyos del cuartel, pero poco a poco, ayudado por su desparpajo y su rango como hijo del rey, consiguió hacerse con varios de ellos y, ayudado de un mapa que sacó a escondidas del despacho de su padre en sus días de descanso, los apostó en los puntos que él creyó claves para un aviso a tiempo.

Lasgalen (El Hobbit)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora