La tarde comenzó a caer, sacando de las turbulentas aguas del Río del Bosque sus acostumbrados y hermosos destellos dorados.
Iluminada en tonos granas por aquellas últimas luces, la carreta regresaba de vuelta de la ciudad de los Hombres, sin prisa pero sin pausa, por el estrecho camino acondicionado para ello. En su margen izquierdo, un cerrado entramado de ramajes y troncos enrevesados sobre las rocas del escarpado terreno, se extendía hacia afuera, elevándose por encima de la carreta semejando decenas de brazos retorcidos, y a su vez se adentraban como un muro negro casi impenetrable hacia su espesura. A su derecha, el Río del Bosque corría a varios metros bajo un abrupto desnivel rocoso, con su cauce casi oculto por los árboles y matorrales que crecían sobre sus márgenes.
Aquella era la última luz natural y el último aire fresco del que el carretero gozaría hasta dentro de otros tres meses, cuando volviese de nuevo a Esgaroth.
Había hecho dos días de monótono viaje.
Dos días en completo silencio, roto salvo por el continuo murmullo de los saltos del agua sobre las rocas medio sumergidas y algún que otro trino de las aves cantoras, en los que en la cabeza de aquel Elfo sólo un nombre le martilleaba hasta la saciedad, bastando para hacerle el recorrido aún más lento e insoportable.
Y los tres meses que aún le quedaban para regresar, se le harían siglos colmados de incertidumbre.
Porque no podía evitar tener miedo, como el avaro al que amenazan con robar su tesoro, ni sentirse impotente por no poder partirse en dos; y cuidarlo, y por amarlo y tenerlo cerca. Siempre.
Estaba claro, pensó con un suspiro hondo, no podría huir de lo que sentía por más que se resistiera. Había tratado por todos los medios de quitarse de la mente aquella especie de obsesión extraña e insistente, aquella sensación nueva, pavorosamente intensa y agradable a la vez.
Y tentadora.
Demasiado tentadora...
...del recuerdo del brillo de unos ojos oscuros, del olor desprendido de un cabello grácilmente desmadejado y del tacto cálido de unos labios suaves sobre su mejilla.
Imposible alejar aquellos pensamientos de él.
"Eres mi luz", le había confesado.
Y por ello temía, tanto como ansiaba su vuelta a Esgaroth.
Un traspiés repentino de la carreta provocado por un bache no previsto sacó a Súlion de su largo ensimismamiento. El eje delantero crujió sonoramente justo tras las patas de la mula y ésta dio un respingo, sobresaltada por el inesperado ruido. El animal desvió hacia la derecha su rumbo recto, con lo que el Elfo tuvo que tirar de las riendas con firmeza.
—Sedho, mellon (tranquila, amiga)—le dijo en Sindarin—. Sólo ha sido la madera... tranquila... ¡eh!—el desgastado eje crujió de nuevo y animal cabeceó asustado desplazándose más hacia el borde del camino. Súlion tuvo que tirar de las guías hacia la izquierda y se levantó sobre el pescante, alarmado— ¡Avo garo! (¡No hagas eso!)¿Quieres que nos despeñemos?
Los cascos del equino se acercaron peligrosamente al borde del barranco arrastrando con él a la carreta y, a causa del manoteo, unas cuantas piedras cayeron desprendidas sobre las grandes rocas de la margen del río. Súlion soltó las riendas, se apoyó con las manos a la pared del pescante y se dispuso a saltar hacia la izquierda, para tratar de llegar a la parte delantera y sujetar a la mula por el cabezal antes de que fuese demasiado tarde.
De repente, algo grande cayó desde el ramaje de los árboles y aterrizó sobre el piso de la carreta cortando la salida de Súlion. Las riendas fueron tensadas de nuevo ante la cara del Elfo y unas manos enguantadas en verde oscuro tiraron de una y otra con habilidad para hacer volver a la mula al camino.
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Lasgalen (El Hobbit)
Fanfic"Una lágrima por día, un sueño cada noche, un recuerdo de por vida". Thranduil Oropherion logró sobrevivir a la pena por la muerte de su esposa, la hermosa Gliniel Lasgalen, pero a raíz de aquella tragedia se retrajo, convirtiéndose en un ser huraño...