Joyas blancas...y azules

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1999 TE

Todo lo que le habían contado y advertido los hombres era absolutamente cierto.

Y sin embargo, el arrojo del que siempre hacían gala no los amedrentó.

El aire que respiraban, si aquello podía llamarse aire, entraba por sus pulmones a duras penas, denso y palpable, haciendo que su avance fuese aún más trabajoso de lo que ya era.

Dondequiera que sus pesadas botas se apoyaban, el musgo se desprendía, muerto y desgajado bajo sus pasos. Sus robustos hombros rozaban de vez en cuando los arbustos y las deshojadas ramas más bajas, enganchándose a veces en sus ropas, como si fuesen unas punzantes garras tratando de retenerlos.

Y aquel silencio sepulcral... roto muy pocas veces por el correr del agua de algún arroyo perdido bajo una bruma espesa e inquietante, y la oscuridad...

Era un bosque cerrado en vegetación, siempre lo había sido, aunque la raza de los Hombres talasen sin control cientos de aquellos seres de grueso tronco durante siglos, pero no por ello dejó de ser distinto, por lo que siempre la penumbra había imperado entre su arboleda.

Pero cuando decidió tomar aquella ruta, jamás imaginó, ni él ni los suyos, que su eterna oscuridad se asemejase a la de las minas de las que hace años partieron.

Ni la extraña sensación de sentirse más envueltos allí que en Moria.

Allí al menos habían disfrutado de amplias salas, inmensas estancias excavadas bajo el corazón de las Montañas Nubladas, donde los Hijos de Dúrin habían vivido durante innumerables años al abrigo de la piedra...sólida y amada roca, con la cual los Enanos habían creado tantas obras, tallado y modelado con exquisito detalle, dejando el alma en ella usando la pericia de sus callosas manos.

Picapedreros, los llamaban los profanos, trabajadores de la piedra ávidos de riquezas, expertos en construcción, amantes de la arquitectura...

Pero eran mucho más que eso.

Eran artesanos. Y la misma palabra lo decía: arte.

El arte nace del amor. Cada cual lo aplica según lo que ame. Los Elfos lo plasmaban de una manera, los Hombres de otras...y cuanto más amor dejasen en sus obras, más arte nacía de él, y más belleza florecía al convertir cualquier clase de materia prima en hermosas y elaboradas creaciones.

Pero a veces...cuánto costaba mantenerlas, defender aquello a lo que tanto amor le pusieron.

Y ellos lo intentaron...vaya que sí, hasta el punto de defender a muerte su historia, su amor...

...su hogar.

Porque en su afán, cavaron tan hondo en aquellas minas,tan profundo buscando los secretos que ella contenía, que el horror que dormía en las profundidades de Khazad-dûm se levantó de su sueño milenario, envuelto en un halo de fuego y destrucción para arrebatarles de golpe toda su vida.

Y por aquella causa, los Enanos de las Minas de Moria se vieron desprovistos de una parte esencial del espíritu de los Hijos de Dúrin.

Y era él mismo, Thrain I, convertido ahora en un joven rey tras la caída de su padre bajo las crueles llamas del Balrog, quien debía guiar a su pueblo y buscar un nuevo hogar, donde volver a empezar y asentar a su gente bajo la protección de otras montañas. ¿Dónde si no?

Erebor, la llamaban los Elfos, y en ella creía haber dado con el futuro de su gente.

Tras el nuevo rey Enano, los que quedaban de su reino avanzaban bajo el techo enramado del Bosque Negro portando sus pertenencias con ellos. Iban armados con sus hachas y mazas de guerra, pues la Sombra podía sorprenderlos en cualquier momento tras cualquiera de aquellos enrevesados y nudosos troncos.

Lasgalen (El Hobbit)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora