CAPITULO 2: "Verdades"

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- Mag - dijo él, en forma de saludo. "Mag", así me decía cuando estábamos en el mejor momento, cada vez que terminábamos de hacer el amor, y permanecíamos horas y horas hablando del futuro. Uno que por supuesto, había sido totalmente falso.

- Julián - dije, el poco orgullo que me quedaba jamás me permitiría decirle como antes lo llamaba: Ma vie.

- ¿Se conocen? - preguntó Natalie desconcertada.

- Sí, nos conocemos muy... bien ¿Verdad, Mag?- su pequeña y disimulada sonrisa, no pasó desapercibida para mí, que lo conocía más de lo recomendado.

- Lo necesario. – Me limité a decir - No sabía que tú eras el hijo de los señores Arredo, Julián.

- No lo soy biológicamente, pero como si lo fuera - sonrió, dándole un beso en la frente a Natalie. - Me alegra ver que hayas cumplido tu sueño. Tu propia constructora.

- Bueno, con mucho esfuerzo. – Sonreí falsamente - Me he enterado que conquistaste todos los lugares que querías para tus hoteles. Me alegra.

- Imagino que sí. Pero sentémonos, disfrutemos de una hermosa cena y luego hablaremos sobre... negocios.

Después de una eterna cena, llena de preguntas sobre cómo era que nos conocíamos, Julián nos guió hacia una sala de juntas totalmente preparada con lo que necesitaba. La presentación salió perfecta, y los padres de él quedaron muy emocionados al ver los bocetos de cómo quedaría la remodelación de la mansión que permanecía olvidada en la ciudad. Me había llamado mucho la atención esa propuesta que había recibido. Era una hermosa construcción del siglo XVII que a pesar de estar sin ningún tipo de cuidado seguía en pie. Era un gran reto, no iba a ser nada fácil remodelarlo, y para nada barato. Pero ambos, Natalie y su esposo, estaban totalmente dispuestos a gastar una pequeña fortuna en el arreglo de esa vieja casona.

Mi problema fue unas horas después, a la una de la mañana para ser exactos, cuando Gerardo, el padre de Julián dijo que ellos se retiraban y que se volvían a su casa. A pesar de la insistencia de Julián de que durmieran en una de las habitaciones, su padre se negó y agradeciéndole se fue.

- Un gusto haberte conocido querida - le dijo Natalie - espero poder verte pronto y que tomemos un café.

- Nos veremos pronto, no se preocupe. Y, el gusto es mío por haberlos conocidos. – dije, comenzando a sentirme incómoda. No quería quedarme a solas con el hombre que había marcado tanto mi vida. - Emm... bueno, yo también me voy yendo, no quiero llegar tan tarde a mi casa.

- Ya es tarde. Además, vos y yo tenemos que hablar. - no fue una pregunta, fue una órden. Contuve las ganas de llevarme la mano a la frente y decirle "Sí, señor". Obviamente en forma sarcástica.

- ¿Hay algo que no hayas entendido de lo que explique? Tranquilo, te dejare todos los informes para que los leas tranqu...

- No hablo de la remodelación. Hablo de nosotros Maguie. - aseguró él, acercándose.

- No hay...no hay ningún tipo de noso... tros hace mucho tiem...po. – tartamudeé, caminando hacia atrás sin darme cuenta que no muy lejos había una pared, con la que obviamente, la persona con menos suerte en este mundo, o sea yo, se chocó. Esto causó que él pusiera sus manos al lado de mi cabeza, entrando a lo que yo llamo espacio personal.

- Claro que hay. Hay demasiado, aunque lo quieras evitar. Pero antes de que yo te informe lo que tengo que decirte. Vos, me vas a responder una pregunta, y no te atrevas a mentirme, porque te conozco demasiado y me daría cuenta. Además, de que puedo comprobarlo de otra manera.

- ¿Perdón? ¿Me estás amenazando? No te atrevas. Entre vos y yo no hay nada. ¿Entiendes? Nada quedó entre nosotros. - dije elevando el mentón.

- ¿Estas totalmente segura de lo que estás diciendo? Respóndeme Maguie, ¿Cuánto tiene tu hijo?

Fue esa pregunta, lo único que necesité para que mi corazón empezara a latir demasiado rápido, y me diera cuenta que había caído en la trampa. Fue en ese momento en el que recordé que jamás le había podido esconder nada a él. Julián siempre estaba unos pasos delante. Siempre sabía todo. Que tonta había sido al pensar que nunca se iba a enterar que Santiago, que mi pequeño niño, también era de él.

Él me miraba esperando una respuesta, pero mis cuerdas vocales me prohibían emitir cualquier tipo de sonido.

Entonces, todo se volvió negro.




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