CAPITULO 11: ¿Nueva oportunidad?

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Permanecía en la oficina de casa, de nuestra nueva casa con Santi. Tenia los planos desde que estaba en la facultad. Era un sueño que había hecho realidad, si bien había modificado un par de cosas, eran muy pequeñas. Era como a mi me gustaba, espaciosa y moderna.

Había comenzado a construirla después de separarme, por segunda vez, de Julián. Demoramos seis meses en construirla, y con Santi nos fuimos a vivir apenas con una mesa y los colchones. Santi disfrutó muchísimo mientras comprábamos desde la heladera hasta las alfombras y almohadones. En un momento dificil para él, donde yo estaba aterrada porque, aunque era pequeño, estoy segura que sentía todos los cambios que lo rodeaban. Conocer a su padre y vivir con él, para luego volvernos a separar. Intenté que se sienta protagonista, que sienta que todos lo amábamos y que era importante.

Sonó mi celular, era Natalie.

- Hola, Natalie
- Hola, Maguie, ¿como estas?
- Bien, trabajando. ¿Y vos? ¿Cómo estuvo Europa?
- Increíble. Todo muy hermoso. Pero dime, ¿como está mi niño hermoso? ¡Lo extrañé tanto! Le traje un montón de regalos.

- Estoy segura de esp - reí - está muy bien, contento con el comienzo de clases. Con novias y todo. No se que va a hacer en la adolescencia si con seis años no para de hablar de niñas.
- Imagino que conquisto a toda la escuela - rió - Julián era igual de pequeño. - Me tensé, no me gustaba hablar de él. Evitaba tocar el tema. Santiago hacía seis meses que no lo veía. Hablaban por teléfono de vez en cuando, pero no era igual. Detestaba ver sus ojos tristes cada vez que le preguntaba a su papá cuando lo volvería a ver. - Perdón, sé que últimamente no se han llevado muy bien.
- Lo siento, Natalie. Sé que Julián es tu hijo, pero Santiago es el mío, y detesto verlo sufrir por la ausencia de su padre. Es algo que no puedo perdonarle, si Julián está no quiere nada conmigo, hay maneras de que vea a su hijo. Me da tristeza, ni siquiera tengo fuerzas para enojarme.
- Te entiendo. Hablaré con él. No sé que le pasa.

- No, por favor, no le digas nada de esta conversación. No quiero que lo hagas sentir culpable, y que por ese sentimiento que le durará menos de cinco minutos venga e ilusione a Santiago. Mi hijo, es un niño inteligente y se terminará dando cuenta de como son las cosas.
- Está bien, no voy a meterme entre ustedes. Pero si me gustaría verlo. Con Gerardo compramos entradas para ir a un circo con él, el sábado. Esperaba que nos dieras permiso para ir.

- No necesitas mi permiso, sabes que el va a estar emocionado por verlos después de su viaje. Ahora está con un amiguito, después del colegio me rogó para que los dejara ir a jugar. No tuve corazón para decirle que no, pero a las seis lo voy a buscar. Así quedé con la mamá. Es viernes así que es nuestra noche de permitidos. - reí.

Hablamos unos minutos más, para luego quedar que cuando Santiago llegara, la llamara para que ella misma lo invitara al circo. Mi teléfono volvió a sonar, atendí sin mirar pensando que era Natalie nuevamente.

- Todavía no busqué a Santi, acabamos de cortar. - reí, tomando del vaso de agua.

- No sé a quien esperabas pero estoy contento de escuchar tu risa. - Me senté rápido, me estaba ahogando con el agua. Sentí la risa del otro lado del teléfono. - ¿Te sorprendí tanto?

- Señor Hasbún, no esperaba su llamado. - Dije, con la voz aguda por tratar de recuperarme.

- ¿Volvemos a las formalidades? Repito Maguie, llámame Hilâl.
- Hilâl, no esperaba tu llamado.

- Bueno, es que tenía ganas de escuchar tu voz.
- Hilâl...
- Lo sé, lo sé. No me regañes. También te llamo para decirte que ya tenemos la autorización para empezar a construir.

- ¿Tan rápido? - me sorprendí, normalmente demorábamos un mes para que nos dejaran, y eso porque eramos una empresa con prestigio. Si no, a veces demoraba hasta cuatro meses o más. Era casi imposible conseguirlo en menos de una semana.

Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora