CAPITULO 3: "Estamos divorciados"

27.9K 1.5K 55
                                    

Me desperté, pero no abrí los ojos. Me llevé las manos a la cara tratando de pensar que era lo que había pasado. No me acordaba de haber llegado a casa y haberme acostado a dormir. Entonces, me llegó todo en flashes.

Julián. Mi hijo.

Abrí los ojos y me senté rápido en la cama, asustada porque no sabía dónde estaba. Pero fue un gran error, porque todo empezó a dar vueltas, estaba muy mareada.

- Sigues haciendo lo mismo, algún día te vas a desmayar estando sola y no habrá nadie para rescatarte. - Me asustó escuchar su voz, lo busqué por todos lados, sólo la habitación era el total de mi departamento. Lo vi parado al lado de una puerta de dos hojas. Estaban semi abiertas así que supe al instante que ese "pequeño espacio" detrás de la puerta era su guardarropa.

- ¿A que... a que te refie...res? - Me regañé a mí misma cuándo vi que él sonreía ante mi tartamudeo.

- A comer poco cuándo estás nerviosa, y luego desmayarte. - dijo él, acercándose con una gran sonrisa, a la cama donde yo permanecía sentada. Y entonces, me enojé.

- Me sorprendió verte. No me lo esperaba, todo lo contrario a vos, que sabías perfectamente a que te enfrentabas. Admito que fue una muy buena jugada el que viniéramos acá, al medio de la nada, y no al hotel, dónde podía escapar fácilmente. - Aseguré, sonriendo y parándome, entonces me di cuenta de algo, no llevaba la ropa con la que había llegado, en su lugar vestía únicamente, una camisa de Julián, color blanca. Me miré, y luego a él. - ¿Me puedes explicar la razón de porque estoy con una camisa tuya?

- Sólo trataba de que estuvieras más cómoda. - aseguró, y estoy segura que se obligó a no reír a carcajadas.

-¿Desnudándome? Créeme que eso no me hace sentir nada cómoda.

- Ni que fuera la primera vez que te viera desnuda. - sonrió. Si no dejaba de mostrarme esos perfectos dientes, se los terminaría arrancando.

- ¿Cuánto tiempo estuve así? - pregunté para cambiar de tema.

- Media hora.

- Entonces, dame mi ropa, todavía puedo volver tranquilamente a mi casa. - dije, registrando la habitación, para encontrar mi vestido rojo.

- Estás completamente loca si piensas que vas a lograr salir de esta casa, sin hablar conmigo antes. Además de que el cielo se está cayendo afuera.

- Ya te dije que no tenemos nada de qué hablar. Tengo un auto, que me puede llevar a mi casa, sin necesidad de mojarme.

- Vas a terminar matándote, si subes a la ruta con este clima. - cuestionó - Y con respecto a lo otro, te pido por favor no lo hagas más difícil.

- Dije que me iba, y me voy. - aseguré. Salí corriendo hacia la puerta, pero cuando intenté abrirla me di cuenta que estaba cerrada.

- Estoy muy ofendido, ¿en realidad pensabas que soy tan estúpido como para dejar la puerta abierta? - su voz estaba muy cerca, demasiado, sentí su aliento en mi cuello para ser más específica.

- Julián, ya basta de ñiñerías. Abre la maldita puerta. - susurré, sin tener el valor suficiente como para darme vuelta y mirarlo a los ojos.

- ¿Cuánto tiene Santiago? - ¿Cómo sabía que se llamaba así? Cómo demonios Julián estaba enterado de tantas cosas.

- ¿Quién...quién es Santiago? - Me abofetee por la pregunta estúpida que acababa de hacer.

- No juegues conmigo Maguie.- susurró en mi oído, dándole un mordisco al lóbulo de mi oreja, que me hizo emitir un gemido. Puso sus manos en mi cintura y me giró. Quedamos de frente, mirándonos fijamente a los ojos. - Lo voy a decir una vez más, y es la última oportunidad que tienes, de que esto sea por las buenas. ¿Cuánto tiene Santiago?- Suspiré, y me resigné. Hiciera lo que hiciera, él terminaría enterándose de la verdad, y eso sería peor.

- Diez meses - susurré, débil. Intentando inútilmente que no me escuchara.

- Entonces sí, es mi hijo. ¿Verdad?

- ¿Cómo te enteraste de todo Julián? ¿Qué se te dio por volver? - pregunté, desesperada.

- Luego te explicaré todo lo que quieras, y responderé las preguntas que me hagas. Pero primero la que va a responder sos vos. ¿Por qué no me dijiste de la existencia de mi hijo? ¿Lo sabías cuando firmamos el supuesto divorcio? Dime, qué es lo que se te cruzó por la mente. ¿Pensabas que jamás me enteraría de tus mentiras? ¡Habla, dios santo!

- Primero, soltame. - dije, forcejeando con él. Sin lograr mi propósito.

- No te voy a soltar, y mejor habla antes de que haga que aprendas la lección, de haberme mentido.

- Ya no soy la misma Julián, ya no soy ingenua, ni tonta. Y antes que todo, mi hijo es eso, mío. - me zafé de sus brazos sacando fuerza de donde no las tenía. - Y por él, soy capaz de cualquier cosa. Así que vuelve por donde viniste, y sigue viviendo tu falsa vida de niño rico. No me molestes, porque nosotros dos ya no somos nada. Ambos somos un error del pasado, y ahí se tiene que quedar. - grité, sacando todo lo que tenía adentro - Elegí mi camino, elegí quién quería ser y hoy - lo miré a los ojos - hoy, estoy dónde estoy porque nunca me he cansado de luchar y porque cada herida no es más que una razón para ser más fuerte.

- Te equivocas mi amor, ni vos estas en mi pasado, ni yo en el tuyo. Y Santiago es nuestro hijo, no sólo tuyo. ¿Entiendes? - su voz era dura, estaba enojado. Me volvió a rodear la cintura, y me tiró a la cama como si pesara menos que una pluma. - Ahora, te diré una sola cosa. Mañana, a más tardar, al atardecer; quiero a mi hijo y a mi esposa, viviendo en mi casa. Como debe ser.

¡Maldito Vikingo! Este hombre debería haber nacido en maldita época de las cavernas.

No pude evitar reírme, pero no fue una simple risa, sino una carcajada que seguramente oyeron los posibles sirvientes que se encuentran en la casa. ¿Este hombre piensa lo que está diciendo? Mi hijo, era únicamente mío. Además, era demasiado pequeño, y había leído en uno de los tantos libros que había comprado sobre maternidad, que a pesar de que eran pequeños entendían todo. Y obviamente, para ningún niño cambiarlo de ambiente así como así sería bueno. Esperen... ¿Escuché bien?

- ¿Esposa? Estamos divorciados. Y no, ni sueñes que te vas a acercar a MI hijo. - grité. Parándome nuevamente y caminando de un lado a otro mientras él cruzaba los brazos por detrás de su cabeza, en una posición relajada y con una estúpida y hermosa sonrisa. No, estúpida... sólo estúpida.

- ¿Segura que te divorciaste de mí? - La pregunta me tomó por sorpresa, claro que nos habíamos divorciado. Firmé todos los papeles que me dieron, miles. Era imposible que estuviéramos... - Ah, y ni sueñes que vas a conseguir apartarme de lo que es mío, es decir, vos y Santiago.

- ¿Qué... que quieres decir... con lo del... divorcio? Yo recuerdo haber firmado muchos papeles, y que nos dijeron que estábamos divorciados. - dije, nerviosa - Santiago está documentado con mi apellido. No te metas. – grité.

- Hace aproximadamente un mes, mi abogado me llamó diciéndome, que estaba casado. Le dije que nosotros habíamos firmado el acuerdo de divorcio y que no teníamos absolutamente nada en común. Él me sacó de mi error diciendo, que por la falta de unos papeles, el divorcio no se había concretado. - ¿Cuándo demonios había pasado eso? - Entonces, mandé a buscarte, para que te informaran sobre la situación, y así cerráramos lo que no habíamos terminado. Pero, cuando investigué que era de tu vida, me encontré con un niño. Uno, el cual podía ser tranquilamente, hijo mío.

- ¿Entonces no estamos divorciados?

- No. Ni lo vamos a estar. - ordenó.

- Sólo fue un error, lo solucionamos y volvemos a nuestras vidas. - resolví.

- Mañana a las siete, pasarán a recogerlos por tu apartamento - seguía ordenando. ¿Y este que se creía? Abrí la boca para quejarme pero no me dejó hablar, simplemente se paró de la cama y me empotró contra la pared - No te estoy dando opciones Mag, te lo estoy ordenando. No me hagas ir a buscarte personalmente y tener que atarte.

- Escucha lo que estás diciendo. Estás rematadamente loco si piensas que voy a venir a vivir con vos. No te quiero cerca d... - No pude seguir hablando porque mi boca estaba siendo mordida, y besada por la de él.

r,�x��i



Mi HijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora