CAPITULO 13: MÁSCARA

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A la primera persona que me ayude a comprender
pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle mi fe,
yo no pido que las cosas me salgan siempre bien,
pero es que ya estoy harto de perderte sin querer (querer).

A la primera persona que me ayude a salir
de este infierno en el que yo mismo decidí vivir
le regalo cualquier tarde pa' los dos,
lo que digo es que ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

El oro pa' quien lo quiera pero si hablamos de ayer:
es tanto lo que he bebido y sigo teniendo sed,
al menos tú lo sabías, al menos no te decía
que las cosas no eran como parecían.

Pero es que a la primera persona que me ayude a sentir otra vez
pienso entregarle mi vida, pienso entregarle mi fe,
aunque si no eres la persona que soñaba para qué
(¿qué voy a hacer? nada).

¿Qué voy a hacer de los sueños?
¿qué voy a hacer con aquellos besos?
¿qué puedo hacer con todo aquello que soñamos?
dime dónde lo metemos.

¿Dónde guardo la mirada que me diste alguna vez?
¿dónde guardo las promesas, dónde guardo el ayer?
¿dónde guardo, niña, tu manera de tocarme?
¿dónde guardo mi fe?

Aunque lo diga la gente yo no lo quiero escuchar,
no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes nada,
niña, tú lo ves tan fácil, ¡ay amor!
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves, más difícil se me hace.

A la primera persona que me ayude a caminar
pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle hasta el mar,
yo no digo que sea fácil, pero, niña,
ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

A la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas,
yo no pido que las cosas me salgan siempre bien
pero es que ya estoy harto de perderte.


Y a la primera persona que me lleve a la verdad
pienso entregarle mi tiempo, no quiero esperar más,
yo no te entiendo cuando me hablas ¡qué mala suerte!
y tú dices que la vida tiene cosas así de fuertes.

Yo te puedo contar cómo es una llama por dentro,
yo puedo decirte cuánto es que pesa su fuego,
y es que amar en soledad es como un pozo sin fondo
donde no existe ni Dios, donde no existen verdades.

Es todo tan relativo, como que estamos aquí,
no sabemos, pero, amor, dame sangre pa' vivir,
al menos tú lo sabías, al menos no te decía
que las cosas no eran como parecían.

Y es que a la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas,
niña, tú lo ves tan fácil, ¡ay amor!
pero es que cuanto más sencillo tú lo ves, más difícil se me hace.

A la primera persona que no me quiera juzgar
pienso entregarle caricias que yo tenía guardadas,
yo no digo que sea fácil, pero, niña,
ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.

A la primera persona - Alejandro Saenz



DANIELLE

Tenía muy en claro que le estaba dando todas lasherramientas a Ángel para que se revelara en mi contra pero, algo en eso no memolestaba en absoluto. Creo que hasta quería verla intentarlo.

Cuando subí las escaleras, la puerta de la casase azotó segundos más tarde. Odiaba que la dejara caliente. Ella parecía noentender que no sólo ella quedaba así, sino que yo también debía hacer un granesfuerzo por contenerme.

Pero lo que me dijo no me gustó ni poquito.¿Hacer el amor? Eso era para los enamorados, no para una relación como lanuestra; una que no podía ir más allá del sexo por el bien de las dos.

No era la primera vez que notaba como ella seenamoraba poco a poco de mí. Sabía que mis gestos tiernos le encantaban, habíavisto, más de una vez, como torcía los ojos cada que Jhon me abrazaba o mebesaba, y ni que decir de todo lo que me soportaba. Tengo bastante claro queconvivir con alguien tan loco como yo no es fácil, debes ser de mente abierta,ver pero no dejarte influenciar ni tampoco reclamar, y era precisamente por esoque la quería a mi lado, porque, a pesar de todo, seguía siendo ella misma. Ypara soportarme debía quererme un poco más de lo normal, de eso estaba segura.

El problema era que ME MORIA DE GANAS POR TENERSEXO, y esa noche no lo tendría. Bien podía llamar a Jhon pero quería sexo conella y sólo con ella.

¿También me estaría enamorando?

No, ni siquiera valía la pena meditarlo, laquería por sexo, sólo por eso, porque disfrutaba más el sexo con una mujer quecon un hombre. Y porque la consideraba una amiga. No quería dañar la únicaamistad que consideraba verdadera enamorándome de ella. Siquiera pensarlo yaera suficientemente peligroso.

Al día siguiente, como ya era costumbre, larecogí en su casa y todo el trayecto hasta la escuela fue incómodamentesilencioso cosa que me molestó bastante.

― Vamos... ¿vas a estar enojada todo el díaconmigo?― pregunté poniendo cara de cachorro cuando me detenía en un semáforo.
― No tengo ganas de hablar― cortó sin mirarme.

Suspiré profundo.

― Bueno, tengo que comprar algo, ¿me acompañas?―inquirí girando para ir al súper. Como si tuviera opción...
― Vamos a llegar tarde― replicó.
― Ya sabes que soy bruja, no nos pasara nada― meburlé.

Blanqueo los ojos y encogió los hombros, acciónque tomé como un "haz lo que quieras".

Parqueé cerca de la puerta y entramos en elsúper. Rápidamente llené una canasta con las cosas que necesitaba. Cuando iba apagar noté que el chico de la registradora estaba mortalmente sexy y fingínecesitar otra cosa en el pasillo.

― Quiero alegrarte el día, ¿Qué te parece sihacemos una apuesta?― insinué.

Se mostró un poco interesada

― ¿Ves al chico de la registradora?
― Sí, ¿Qué hay con él?
― Te apuesto lo que quieras a que estas comprasme salen gratis.

Miró al chico por unos segundos y luego se cruzóde brazos.

― ¿De dónde viene eso?― cuestionó condesconfianza.
― Bueno, ya que estás enojada conmigo, quierohacerte perder una apuesta para que tengas verdaderas razones para mirarme maltodo el día― respondí.

De nuevo miró al chico.

― ¿Dices que todo eso que tienes ahí te saldrágratis?― se aseguró.
― Sí, lo seduciré y el pagará la cuenta por mí,verás mi hechicería en acción― invité sin esconder la picardía en mi rostro.Aunque era la primera vez que lo hacía, estaba completamente segura de poderhacerlo.

Miró al chico por tercera vez.

― ¿Lo que yo quiera si pierdes?― insistió.
― Lo que quieras...― repetí susurrando.

Sonrió enorme.

― Hecho― dijo extendiéndome la mano.

Su reacción me sorprendió. No debía mostrarsetan entusiasmada cuando estaba a punto de perder una apuesta.

― Todavía no he dicho lo que te pediré sipierdes― le recordé, sólo por si acaso.
― Para qué quiero saberlo si igual vas a perder―comentó encogiendo los hombros.

Mi ego empezaba a sentirse lastimado.

― No me subestimes, no es la primera vez quehago esto― mentí, como una niñita.
― ¿Es la primera vez que le coqueteas a esechico?― curioseó.
― Sí.
― Bueno, pues con eso me basta, ¿te vas aarrepentir de tu apuesta?― retó.

Mi ego estiró la mano y estrechó la suya.

Le entregué la canasta por varios segundos y meacomodé la ropa.

Caminando como si nada me acerqué a la caja yempecé a dejar cada artículo sobre la banda.

― Buenos días― dijo el chico sonriéndomemientras registraba cada cosa.
― Buenos días― respondí mostrándole mi mejorsonrisa.

Siguió concentrado en su trabajo.

― Disculpa, también quiero uno de estos― comentéestirándome para alcanzar una caja de goma de mascar mentolada asegurándome deque mis senos quedaran a la vista.
― ¿Algo más?― preguntó registrando la goma demascar ya habiendo terminado con todo lo demás.

Me incliné sobre la mesa y le mostré mi mejormirada.

― ¿Qué te parece si me regalas tu número deteléfono?― insinué humedeciendo mis labios cuidando de no verme vulgar.
― Me refería a los artículos de la tienda, ¿sele ofrece algún otro?― corrigió tratando de esconder un rostro de evidentefastidio.

Miré a Ángel y la vi sonreír con sorna.

― ¿Y si, de casualidad, se me quedó el dinero yte regalo mi número, pagarías la cuenta por mi y luego me dices cómo te puedoretribuir?― ok, ya me estaba rebajando.
― Disculpe señorita, ¿no tiene con qué pagar?―cuestionó.

Me di por vencida y le pasé la tarjeta decrédito casi tirándosela en la cara.
Aun así, al despedirme, lo hice picándole el ojoy soltando un "tú te lo pierdes", sólo para no quedar tan mal.

Ángel me esperaba en la puerta haciendo loposible por no soltar la carcajada.

― Parece que acabo de ganar una apuesta― comentófingiendo que miraba sus uñas.
― No me creas tan estúpida, ¿Cómo sabias que ibaa perder?― exigí saber mientras metía todo en la cajuela del carro.
― Ese chico es vecino de una de mis tía―respondió subiéndose al autor ― y es gay...― agregó con la carcajada en loslabios.

La observé con ira. Al parecer alguien estabaaprendiendo buenos trucos. Se acababa de aprovechar de mi ego y me hizo perderuna apuesta de la forma más estúpida posible. Bien hecho, Danielle, muyhechicera y muy tonta.

Pero, una apuesta es una apuesta, y yo siemprecumplía con mi palabra.

Me subí al carro e inicié el motor.

― Ok señorita "mi tía tiene un vecino gay",¿Cómo me vas a cobrar la apuesta?― inquirí saliendo del parqueadero.
― No tengo ganas de ir a estudiar, vamos adesayunar a un buen restaurante, y luego nos vamos a algún pueblo cercano apiscina y a almorzar, y de ahí no sé, tengo tiempo hasta la noche― declaró.
― ¿Cómo así que hasta la noche? ¿Acaso no iras atu casa después de medio día?― aunque no lo crean, me preocupo por esaspequeñas cosas, no todos tenían las mismas libertades que yo. Claro, mepreocupo por eso y no por el hecho de que íbamos a salir de la ciudad y que yodebía costearlo todo.
― Dije que llegaría hasta tarde en la noche, queme quedaría contigo todo el día porque tenemos trabajos por hacer y que trasnocharíamosaprovechando que mañana es sábado― reveló.

La fulminé con la mirada.
Hija de la gran...

― ¿Sabías que esto pasaría?― pregunté llenándomede rabia. La nariz se me infló y apreté el volante casi arrancándolo.
― Sabía que intentarías ponerme de mejor humor,te molesta mi silencio― dijo.

Mis ojos se posaron en ella con filosa lentitud.Estaba creando un monstruo...
Respiré profundo para calmarme mientras tomabala calle hacia el primer lugar.

― Entonces, ¿tu venganza es hacerme gastargasolina y dinero?― curioseé tratando de reírme.
― Es un BMW convertible, llegaremos en la mitadde tiempo de lo normal― contestó colocándose sus gafas de sol, unas negrasgrandes que siempre cargaba.

Prendí la radio y conecté mi mp4 para poner rocka todo volumen. Acomodé mis gafas de sol y me preparé mentalmente para pasar undía fuera de la escuela derrochando dinero ―algo de lo cual no tengo ni idea―,bronceándome fuera de la ciudad, con rock a todo volumen y, seguramente, conmucho sexo.
A pesar del enojo, mi mente se preparó rápido.

Cuando llegamos al restaurante para desayunar,noté que disimulaba su asombro. Fue evidente que muy pocas veces asistía alugares tan finos como ese. Nos sentamos en el lugar más apartado queencontramos e hicimos nuestra orden.

― ¿Sólo me pedirás esto por la apuesta?― iniciémientras jugaba con el salero.
― ¿Puedo pedir más?― preguntó con los ojosiluminados.

Ese día mi lengua había decidido traicionarme.O, tal vez, y sólo tal vez, quería que pidiera algo más.

― Tus deseos son ordenes para mi...― susurré convoz teatral.
― ¿Cualquiera de mis deseos?― se aseguró.

¿Qué cruzaba por la cabeza de esa chica? Deángel sólo le quedaba el nombre.

― Sí, lo que sea, ya perdí, seré tu esclava todoel día, ganaste justamente, al parecer estas tomando parte de mis actitudes,cosa que no se si sea buena o mala pero, en fin, sí, pide lo que quieras, ¡elcielo es el límite!― declaré con más emoción de la que debería demostrar.

Ok, yo también estaba un poco regalada pero,sólo porque quería saber de qué era capaz mi pequeña padawan*.

― Déjame pensarlo en el desayuno y luego tedigo― pidió justo cuando nos servían la comida.

Vaticinando un nuevo silencio prolongado, mesolté a hablar de cuanta estupidez se me vino a la cabeza. Le conté lossecretos que conocía de más de una persona en la escuela, los amoríos entreprofesores, entre los estudiantes, estudiantes y profesores, etc. En una queotra anécdota se mostró sorprendida e interesada, como que el mejor amigo deJhon, David, se había acostado con la señora de la cafetería al perder unaapuesta, y cosas así por el estilo.

Al terminar de desayunar, Ángel pidió algo parallevar y fue al carro mientras yo pagaba.

― ¿Y entonces? ― me recargué en la puerta delauto antes de entrar ― ¿Qué más pedirás? Dilo de una vez para pensar cómo te lodaré― ya sabía que me iba a pedir sexo.
― Quiero que finjas ser mi novia todo el día―soltó con tranquilidad desde la silla del copiloto.

Me costó mantener la quijada en su lugar.También mi corazón que, curiosamente, saltó de manera brusca en mi pecho.

― ¿Perdón?― pregunté completamente descolocada.
― Lo que escuchaste, quiero que finjas ser minovia, que llevamos mucho tiempo juntas, que me amas y te mueres por mí, sinexagerar claro, no tienes que inventar historias que no hemos vivido ni nada,sólo actuar como si el mes y pocos días que nos conocemos fuera más de un año yme amaras como a nadie en el mundo― explicó.

Creo que di varios pasos atrás. ¿Eso incluíasexo?

― No tienes que darme sexo, una relación no se basasólo en eso― dijo.

Confirmado. Había creado un monstruo capaz deponerse en mi contra y yo, jurando que no era capaz, le había dado todas lasherramientas que necesitaba para hacerlo. Incluso parecía adivinar lo quepensaba.

― ¿Te vas a negar?― se aventuró levantando unaceja.
― ¡Claro que no!― repliqué sorprendida por lavelocidad de mi propia e impertinente lengua.

Levantó la otra ceja y cruzó los brazos.

― ¡Ya que! Te dije que sería tu esclava,aprovecha antes de que me arrepienta― advertí subiéndome al carro ― ¿Vamos?Quiero quedarme largo rato en la piscina contigo, mi vida― dije cambiando porcompleto la expresión, tomando el papel de "la novia".

Me miró sorprendida. ¡Aleluya! Por fin lograbaesa reacción en el día.

Se subió al carro y tomé rumbo hacia uno de lospueblos cercanos donde el clima era más cálido..
Cuando salimos del pueblo y ya estábamos,oficialmente, en carretera, aceleré cuanto dio el carro. De verdad quería tomarel sol. Eran las ocho y media de la mañana, pretendía llegar al pueblo a lasnueve y media.

Y bien, ¿Cómo actúa una novia? Es decir, ¿cómoactúa una chica cuya pareja es otra chica? Esa sí era una muy buena pregunta.
Había tenido algunos amantes, hombres y mujerespero, solamente había sido novia oficial de Jhon ―aunque no lo crean―,
Pensé en las películas y me parecía demasiadoempalagoso, así que opté por comportarme como lo hacía con Jhon. Claro queÁngel de hombre no tenía nada pero ni modo.

Cuando tomé la palanca de cambios para acelerarmás, estire la mano y tomé la suya entrelazando nuestros dedos. Me miróinexpresiva pero cerró un poco los dedos.

La iba a dejar conducir, de esa forma podríarecargarme en ella, darle besos y hablarle pero, con la velocidad que llevabano era recomendable. No sabía si ella podía manejar esa velocidad y, en caso deque tuviéramos la mala suerte de ser descubiertas por un oficial de carreteras,la multa sería peor si ven que quien conduce no tiene licencia.

Después de varios peajes* y exactamente una horade viaje, llegamos al pueblo.
El aire caliente y el olor a piscina nosinvadieron poco antes de que llegáramos al poblado gracias a los clubes que seamontonaban a lado y lado de la carretera.
Yo no llevaba protector solar, ni bronceador, nivestido de baño, y si no conseguía las dos primeras cosas rápido tomaría uncolor camarón espantoso. Ángel no se preocupaba por eso, su piel era de esasque se vuelven doradas con el sol. Aquello era de las pocas cosas que leenvidiaba.

― No traes tu vestido de baño puesto ¿cierto?―me aseguré. Si me respondía que sí me empezaría a preocupar. No me gustaba sertan predecible, ni siquiera para ella.

Soltó la risa.

― No, pero podemos comprarlo, tu tampoco traesel tuyo, ¿o sí?― insinuó.
― No pensé que terminaría en este lugar de estaren clase de química― respondí tratando de ocultar el sarcasmo.

Dejamos el carro parqueado frente a una tiendade trajes de baño y nos metimos en el local.
Apenas estuve a su lado, la tomé de la mano denuevo. Tengo que reconocerlo, el papel no me disgustaba del todo y eso mepreocupaba. La diferencia entre dos amigas que se toman de la mano y unapareja, es que la segunda entrelaza sus dedos. Por eso descubrí a las arpíassin que ellas se dieran cuenta de lo que hacían.

Rápidamente elegí un traje de dos piezas negrosencillo. Ángel eligió uno blanco similar.

― ¿Desean probárselos?― preguntó la chica quenos atendía.

Ángel negó con la cabeza.

― Yo sí, siempre tengo problemas con la copa delsostén― mentí.

Entre en el vestier y me puse el traje. Apenassalí, "mi novia" no pudo evitar abrir más los ojos.

― ¿Te gusta?― inquirí posando para ella.
― Me gusta cómo te ves― contestó.

Me sonrojé. Algo en su mirada y su expresión medescolocó ―por segunda vez en el día―. No era normal en mí sonrojarme.

― Bueno, entonces me lo llevo― corté regresandoal vestier.

Cuando me pidió que fingiera ser su novia penséque lo hacía con la intención de humillarme.
La noche anterior le había demostrado que podíacontrolarla a mi antojo y que todo el asunto de la apuesta lo estaba usandopara vengarse. Pero esa mirada, esas palabras, no eran pervertidas como muchasveces se notaba en Jhon, eran sinceras. Ángel estaba más enamorada de mí de loque realmente creía y yo no podía corresponderle. No porque no pudiera, puesera cuestión de dejarme caer, literalmente, en sus brazos y listo, sino porqueella no merecía a alguien como yo. Nunca le seria fiel, o por lo menos en estaetapa de mi vida era lo que menos me importaba, ser fiel. Además, era claro queen su casa no sabían nada de sus gustos "vegetarianos" por las mujeres y yo noiniciaría una disputa familiar. No es que tuviera miedo porque sin problemaÁngel se pondría de mi parte y cuando quisiera podría humillar a la familia,alejarla de ella, etc. Pero, simplemente, no me interesaba. También estaba lacuestión de la escuela donde todos se enterarían de mis gustos y mi grado depopularidad se podría ver afectado. Las arpías, que nunca reconocerían que serevolcaban todo el tiempo en casa de la morena, usarían la situación a su beneficio,oportunidad que tampoco pensaba darles. Y al final, aunque era capaz de manejartodos los contras, sólo quería tener una amiga, una amiga con derechos, buensexo, alguien en quien confiar como por variar, un hombro para llorar siquería. Dentro de toda mi maldad soy humana, para mi gran desgracia, aunquemuchos lo duden en ocasiones, Ángel incluida.


Me quité el traje y salí del vestier.

― ¿Vamos? Quiero aprovechar el día contigo― dijetomándola de la mano de nuevo.

La chica de la tienda nos miró raro. Ángelsonreía cada que eso pasaba. Al parecer lo disfrutaba bastante. Más quedemostrarle que era su novia y que la amaba, quería que todo el mundo losupiera.

Buscamos un buen club para quedarnos hasta queanocheciera y cuando por fin lo encontramos, pedimos una habitación para dejarnuestras cosas, cambiarnos y demás.

Dentro de la habitación tuve nervios. Ambas nosdesvestimos frente a la otra para ponernos el traje de baño. ¿A qué hora sedignaría a pedirme sexo?
Claro, no fue en ese momento. Dejamos todo ahí yfuimos a la piscina.
El agua estaba en el punto perfecto y sinproblema me lancé en clavado.
Me encantaba ir a piscina.
Ella fue más cuidadosa y bajó por las escalerasque estaban en un extremo.
Corrección, me encantaba "bucear". Todo el tiemponadaba debajo del agua, era como si el aire no me hiciera falta. Era un sueñofrustrado de sirenita ¿y qué?

¿Por qué me comportaba tan infantil?

Moviéndome debajo del agua llegué frente a Ángely salí dejando mi rostro cerca del suyo.

― Hola mi vida...― dije colgándome de su cuello.

Sonrió y me abrazó por la cintura para pegarmemás a tu cuerpo.

― Hola, ¿te gusta la piscina?― preguntóhundiendo su cabeza en mi hombro para darme suaves besos.
― Me encanta― respondí echando la cabeza a unlado para darle más libertad con mi cuello.
― Que bueno― comentó de nuevo mirándome.

Retiró un mechón mojado de mi rostro y meacarició la mejilla.

― Te ves muy sexy― declaró y seguía sin sonarpervertida.
― Yo siempre me veo sexy para ti― comentésintiendo como me quemaban las mejillas. ¿Desde cuándo me sonrojaba tanto?

La apresé con mis piernas.

― Cárgame― pedí con voz infantil.
― ¿Y a donde quieres que te lleve?― inquiriósosteniéndome de las piernas.
― Yo voy contigo hasta el fin del mundo siquieres― declaré escondiendo mi rostro en su hombro.

Me pregunté si de verdad estaba actuando o meestaba dejando caer en sus brazos. Dejarme caer no era difícil,sólo...debía...dejar de pensar...

Se rio y me dio un beso en la mejilla.

― Voy por algo de tomar, ¿quieres?― curioseósoltándome.

Por un segundo me dolió lo que hizo.

― Una Coca Cola― respondí poniendo los pies enel suelo para no hundirme.
― Ok― y se alejó.

Apenas la vi salir de la piscina y darme laespalda, me sumergí y empecé a nadar tanto como pudiera sin tomar aire, hastaque me doliera el pecho.
Me negaba a amarla, simplemente no era posible,lo arruinaría todo, pero ¡MALDITA SEA! Que ganas tenía de hacerlo...

¿En serio había pensado eso?

Para cuando regresó, mi máscara de ternuraestaba de nuevo en su lugar. Se veía encantada y eso sólo me atormentaba más.

Durante el almuerzo jugamos a que yo no sabíacomer y ella me daría cada bocado ―fue su idea, no la mía―, luego me tomé untiempo para broncearme. A diferencia de ella, yo necesitaba la ayuda de un bronceadorpara eso, no tenía su maravillosa piel dorada. Sólo me quedé bajo el sol eltiempo justo para tomar algo de color, un minuto más y me quemo.

Después, fuimos y dimos vueltas por el pueblo,paseamos por un río que pasaba cerca en una de esas lanchas para turistas, noscompramos algunas bobaditas en la plaza central, comimos helado, nos miramos alos ojos por largos minutos en silencio, nos abrazamos como si no pudiéramosvivir sin la otra, nos declaramos amor eterno tantas veces que perdí la cuenta,nos besamos con amor y no con pasión, y etc...

Para el final del día, el regreso a la ciudadfue casi doloroso. Yo no quería que ese día terminara, la estaba pasando muybien y mientras el día no terminara yo debía continuar con mi actuación.Corrección, no quería que mi actuación se terminara.

Parqueé el carro a dos cuadras de su casa y leclavé la mirada al volante. Los ojos me ardían y no era precisamente por elcloro de la piscina.

― Me vas a hacer mucha falta― dijo tomándome delmentón para que la mirara.

No respondí, mi cabeza estaba hecha un lio.

― Me encantan tus ojos― continuó acariciando mimejilla.

Me dejé llevar por el gesto.

― La pase muy bien hoy, ojala se repitiera―comentó acercando su rostro al mío.

Me pregunte si yo quería lo mismo. Tambiénprocuré no escuchar la respuesta.

― Nos vemos el lunes...― finalizó dándome un suavebeso en los labios igual al que yo le daba cada vez que quería callarla.

Y lo logró. Yo tampoco dije nada.

La vi salir del carro, caminar hasta su casa,abrir la puerta, entrar y cerrar. No sé cuánto tiempo me quedé ahí.


El lunes en la mañana, después de meditarlo todoel fin de semana, estaba dispuesta a ceder.

La recogí como siempre, le tomé la mano mientrasconducía y le sonreí cada que la miraba. Estaba caminando hacia el precipiciopara dejarme caer.

Al entrar a la escuela, parqueé en mi lugar desiempre, nos bajamos y, de nuevo, la tomé de la mano.

― Sólo tenías que fingir el viernes, ya pagastetu apuesta― me recordó.
― ¿Y qué pasa si quiero seguir fingiendo? ¿Quépasa si se me antoja dejar todo botado por ti? Estaba pensando en romper conJhon y volverme tu novia oficial, ¿Qué piensas?― pregunté tan aturdida por mispropias palabras que ni siquiera noté que Ángel no me miraba. ¿Cómo era posibleque escupiera todo eso? ¿Acaso me había vuelto loca? Esa no era yo. Esa tontaque se estaba enamorando de su juguete sexual no era yo. Era alguien mejor...
― Aja, sí, sólo era hasta el viernes, nos vemosdespués ¿sí?― dijo confundida.

Me soltó y se alejó como si nada. Inconsciente,di un paso al frente pero mi cerebro me hizo reaccionar a tiempo.
Oficialmente acababa de quedar como unaestúpida.

Pero mi ira fue peor cuando la vi acercarse a otra chica, una pelirroja de ojos verdes y piel pálida con un corte de cabello bastante raro. Claro, lo que me dio rabia no era la belleza de la tipa, sino la forma como Ángel la observaba. En sus ojos estaba el mismo brillo que yo había visto el viernes sólo que mucho mas grande.

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Gracias por los voto


Friends with Benefits - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora