Narrado por Rubius
Si dijera que el día era hermoso sería una gran mentira. Ni las aves se les escuchaban cantar, solo se escuchaba un constante goteo excesivo contra las viejas ventanas. No era muy tarde cuando se escucharon los primeros pasos en la casa. Era Natalie, desde muy joven vino a casa del abuelo y aunque no pertenece a nuestra familia, hacía tantos años de conocerla que fácilmente podría considerarse una madre.
-Buenos días Rubén ¿porqué no te levantas y me ayudas a preparar el desayuno?- No me había percatado que los pasos realmente estaban sonando dentro de mi habitación. Giré viéndola con cara de estar en completo desacuerdo con su propuesta, o al menos eso quise darle a entender. Ella se ocupaba de rociar el jarrón de rosas que estaban en mi habitación desde hace 3 días, seguían tan frescas y perfumadas como si nunca hubiesen sido cortadas. Agradecía inmensamente despertar y que aquel aroma fuera lo primero en percibir, estaba tan acostumbrado que hasta podría decirse que estaba igual de obsesionado por las rosas que ella misma.
-¡Oh vamos niño! que hace un día muy bueno para salir, además hoy es tu último día en casa, deberías respirar bien de este aire.- Sinceramente sus palabras no habían ayudado para nada ya que en todo momento intentaba ignorar por completo esta situación, no me desagradaba tener que volver a Madrid, me desagradaba el hecho de tener que dejar Noruega atrás. Aquí había sido mi resguardo cuando más lo necesitaba, cuando respirar en Madrid me era insoportable, por lo tanto irme de aquí me causaba un enorme nudo en el estomago.
Me levante cuando escuche la puerta cerrarse dejándome en la soledad de mi habitación, tenía dos motivos para no pasar todo el día en cama: 1. Moría de hambre y Natalie cocina como una Diosa del Olimpo, y 2. realmente hacía un muy buen día, ¿acaso había dicho que ni siquiera las aves cantaban?.
El clima había mejorado desde ayer por la tarde, hasta podía jurar que el sol calentaba nuestro pueblo, era ver para creer; Por lo tanto me permití una ducha de casi 20 minutos. A los 30 minutos exactos baje a la cocina duchado y arreglado, era fácil encontrar la cocina, sólo tenías que seguir el aroma delicioso que esta desprendía. En el comedor principal se hallaba mi abuelo tomando el café mañanero acompañado de magdalenas, era extraño verle tan tarde tomando aún el desayuno.
-Hola Rubén, buen día- Desde que vine a Noruega en este verano, mi abuelo se acostumbro de darme los buenos días en español, ¡y hasta se le daba bien!.
-Buenos días- sonreí divertido, detrás de mi salió Natalie con un platon de frutas picadas con cubiertos encima de este.
-Ayúdame a traer el resto- tiro de mi brazo haciéndome tropezar con mis propios pies, esta mujer me matará tarde o temprano.
-Natalie, buenos días eh, vaya manera de empezar el día- soltó tremenda carcajada que casi se quedaba sin aire, mientras tanto yo le seguí los pasos adentrándonos en la cocina que por cierto ¡olía que alimenta!. Natalie tomo dos platos más repletos de tortitas de moras dejando en la mesa únicamente una jarra de zumo.
-Llévalo a la mesa pero con mucho cuidado por favor, no queremos quedarnos sin que beber- Y se reía la muy graciosa.
-¡Vamos! que aquella vez no fue mi culpa, fue Geovan...-
-Si claro, díceselo a la alfombra- Y seguía partiéndose la muy pancha. Siempre tenía que sacarme en cara la vez que tire una jarra de zumo sobre la alfombra, y hasta eso por culpa del gilipollas de mi primo Geovanny que al estar persiguiendo al perro termino golpeándome por la espalda, eso nadie toma en cuenta cuando se trata de joderme.
-Por cierto cariño, tienes llamada- En modo automático gire la mirada hacia donde se encontraba el teléfono en la cocina. Me brillaron los ojos.
-¿Quién es?- Ya sabía la respuesta, sin embargo deseaba escucharlo.
-Es Miguel, pero por favor no tardes demasiado, tu desayuno se enfriará- Natalie sonrió y yo simplemente olvide por completo que tenía una discusión con ella acerca del zumo y la alfombra. Me acerque hacía el aparato descolgado con una lentitud poco normal, tan lentos iban mis pies que hasta Natalie volvió a la cocina a por el zumo y volvió con mi abuelo mucho más rápido que yo atendiendo la llamada. Levante el teléfono y antes de poder decir algo saque todo el aire contenido, se sentía como estar dentro del agua.
-¿Hola?- Hacerse el desentendido ¡punto para tu estupidez Rubius!.
-¿Asíh que tieneh manoh de mantequilla?- Y comenzó a descojonarse, claro que había escuchado todo lo dicho por Natalie, me cago en la puta.
-Serás gilipollas, no te rías que no tiene nada de gracioso, esta mujer está en mi contra- Claro que no estaba molesto en absoluto, pero vaya que Natalie lo hizo sólo para joderme, como lo sabía.
-Vamoh no te enfadeh, le doh graciah a Natalie poh advertirme, loh zumoh ehtan ah salvo ahora- Y ahora me descojone yo. Fue un alivio, los nervios se me habían bajado bastante.
-Te callas o terminaras con zumo en toda la cara- Su risa taladraba mis tímpanos de una manera desgarradora pero a la vez tranquilizante. El motivo de mis nervios era porque después de esperar 1 largo mes por esta llamada por fin había llegado. Había perdido contacto con Mangel luego de que yo viniera a pasar las vacaciones a Noruega y él se fuera a su pueblo en Granada. La llamada significaba que él ya estaba de vuelta en Madrid, y que a mí me tocaba hacer lo mismo.
-Vale, tranquilidah Rubiuh. Mejoh cuéntame cómo ah ehtado Norway- Tan sólo escucharle me hacía imaginar automáticamente la cara de tonto que estaría poniendo en estos momentos al preguntar.
-Bastante normal, frío y rebozando de familia, no puedo quejarme- sonreí al decir aquello, de hecho no podía parar de sonreír.
-Pueh ehpero hayah dihfrutáo mucho, tu cerebro se congelará si sigueh ahí máh tiempo- Parecía que esta conversación sólo se trataba de hacernos bromas de mal gusto terminando descojonándonos por nuestras propias estupideces.
-Ya quisieras, el único con el cerebro congelado eres tú-
-Natalie no piensa lo mihmo- Y se cagaba encima de tanto reír si le fuese posible. Este era Mangel, y estaba muerto de ganas por volverlo a ver.
¿Yo había dicho que sentía un nudo en el estomago al pensar que dejaba atrás Noruega? pues en este preciso momento, con Mangel haciéndome reír hasta el dolor, recordaba el único motivo por el cual regresar a Madrid valía toda la pena del mundo; Él. ¿Y quién es Mangel para mi? nada más y nada menos que mi mejor amigo desde que tengo memoria. Aquel que sin saberlo ha estado en mi vida desde que tengo uso de razón, aquel que se hacía el mayor entre los demás niños del jardín de infancia para que nadie me molestase, aquel que sacrifico sus fines de semana para ayudarme a estudiar para los finales, aquel que me motivaba para lograr mis objetivos, aquel que ha estado conmigo en los malos ratos como también en los buenos. No hay manera de explicar lo que Mangel es para mi, se me hacía injusto poder plasmarlo con palabras, pero algo es claro como el agua; Mangel es tan importante para mi como lo es el aire para vivir.
-Mañana me vuelvo a Madrid, ya tengo el pasaje comprado- comente innecesariamente, sabía que lo tenía más que claro.
-Ya sé macho, iré a por ti ar aeropuertóh- Le escuche decir enérgicamente. Habían pasado tantas cosas para llegar a este momento que recordarlas me parecían tan irreales.
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Ángel de papel - Rubelangel
FanfictionRubén y Miguel Angel han sido mejores amigos desde los 6 años. Han compartido los momentos más felices de su vida... como también los más frustrantes y dolorosos. Cuando Rubén comienza a percibir un pequeño cambio en su forma de mirar a su mejor ami...