Capítulo 9

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Narrado por Mangel


Entre la penumbra y la bomba incomprensible que había soltado mi mejor amigo, la cabeza me dio vueltas resultado de un mareo intenso. Me removí a su lado un poco sofocado, urgido por una bocada de aire. 

No entendía nada.

—M-mangel... espera —Aprisionó mi muñeca con su mano impidiendo que me moviera de mi sitio. Ni siquiera había sido consciente que estaba a punto de levantarme de la cama. —No me dejes que t-te haga malinterpreta-ar las cosas —Murmuró casi inaudible. El hormigueo que me provocaba su agarre me desconcertaba.

Su mirada estaba completamente perdida a causa de la resaca de la bebida-droga que aún persistía en su sistema, sin embargo, era tan intensa que me daba escalofríos.

Sabía de sobra que Rubius estando bajo efectos del alcohol solía decir cosas que no correspondían. Y digo "no correspondían" porque siempre terminaba arrepentido. Siempre me pregunté si las cosas que decía eran en su totalidad ciertas, o simplemente hablaba por hablar.

Por experiencia de los años, confirmaba que eran cosas que decía desde el fondo de su sinceridad. Y en esta situación me daba mucho que pensar.

—¿A qué te refieres tío? —Calmé mi respiración volviendo a apoyarme sobre el colchón. Rubius al percatarse de mi falta de resistencia, relajó los músculos y suspiró sin soltar su agarre sobre mí.

—No... n-no lo sé —Murmuró mientras se aplastaba sobre la almohada, hundiendo la cabeza como si quisiera desaparecer a través de ella. Imité su posición dejándome llevar por el cansancio.

Luego de unos minutos de completo silencio, giré supervisando que Rubius ya se encontrará en brazos de Morfeo, pero de lo contrario a lo que esperaba, él mantenía su mirada fija en su propia mano que temblaba a causa de la fuerza que ejercía sobre mi brazo. Su actitud sobrepasaba a lo raro en él.

—Rubius tío, solo cierra los ojos y descansa —Deshice con sumo cuidado el agarre que mantenía sobre mi mano, cosa que lo tensó de inmediato.

—¿Y vo-olver a ig-gnorar todo lo que... pasa-a por mi cabeza? —Bufó con un dejo de reproche. Reproche que más que ser hacia mí, iba así sí mismo.

Sabía que mantenía la mirada fija en mí, sin embargo, no me atrevía a devolvérsela. Me encontraba estúpidamente cohibido y nervioso.

—Estás drogado tío... —Mencioné nervioso a su reacción. —En unas horas no recordarás lo que estás diciendo en este momento...

—Y que se supone que estoy diciendo Mangel... ¡¿QUÉ?! —Rubius gritó lo último tan alterado, provocando una reacción en cadena; De inmediato todo mi cuerpo se puso en estado de alerta y me levanté de un salto de la cama.

Observé a mi amigo luego de estar evitándolo, y su repentino cabreo no ayudaba. Respiraba tan agitado como si hubiese corrido una maratón, y de inmediato escondió su rostro entre las almohadas desperdigadas en la cama. Parecía que en cualquier momento comenzaría a patalear como un crío con un berrinche del veinte.

No sabía si tenía que retirarme en este momento. Era claro que Rubius no estaba en sus cinco sentidos como para tratar de hacerle calmar. Pero tampoco me parecía correcto dejarlo con su enredo existencial. Suspiré esperando en silencio una divina señal.

Parecía no llegar.

En el transcurso de unos minutos de silencio, aunque en esta ocasión un poco incómodo, mi mejor amigo terminó con su rabieta/enfado/frustración. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo.

Ángel de papel - RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora