Capítulo 8

212 26 22
                                    

Narrado por Rubius


Aparté mi mano de inmediato como si el contacto se tratase de un choque eléctrico. El rostro me ardía como un demonio, y estaba seguro de que me encontraba rojo como un jitomate. Por su parte Mangel parecía más despierto que nunca, pero lejos de estar apenado él estaba impresionado.

La vergüenza pudo conmigo y aparté la mirada intentado ignorar lo que acaba de ocurrir fijándome con lujo de detalle en mis pies.

<<Demonios Rubius... ¡demonios!>>

Después de un par de incomodos segundos, el silencio fue cortado por un carraspeo por parte de mi mejor amigo acompañado de una risa nerviosa.

—¿Puedes esperar afuera por favor? —Ni siquiera dejé pasar un segundo más cuando ya me encontraba saliendo despavorido del cubículo, dejándolo solo tras de mí.

Podía contar con los dedos las veces que me había sentido tan avergonzado como en este preciso instante. Y quizás no era para tanto, ni siquiera había sido un toque certero, había sido únicamente un roce... un roce a su entrepierna.

Sentí mi columna vertebral temblar con el simple hecho de reafirmar los hechos porque era demasiado bochornoso. No podía esperar a Mangel, no quería que me viera sobre reaccionando por esto. Ni siquiera yo entendía mi actitud.

Salí de la zona de sanitarios velozmente, adentrándome en la multitud de cuerpos que bailaban sin preocupación alguna. La música estaba tan fuerte y las luces tan rápidas y deslumbrantes, que de pronto me sentí desubicado y perdido desde mi posición.

Paré en seco buscando con la mirada algún sitio que me resultase familiar, pero estar en medio de un jaleo de personas que brincaban con ímpetu, no era de especial ayuda. No me quedó más opción que dar vueltas hasta encontrar a mis ebrios amigos. No podía dejar a Mangel ebrio y desamparado en los sanitarios, tenía que avisarle a Cheeto respecto a su estado y tragarme toda mi ansiedad para que alguien estuviese al pendiente de él.

Claro que no daría detalles de mi huida. No estaba loco.

Como pude fui abriéndome paso hasta llegar a la barra principal del lugar, y sin pedir permiso alguno, subí sobre una de las sillas altas que dejaban al público en general y así poder expandir mi panorama visual.

<<¡Bingo!>>

Bajé de la silla de un brinco, corriendo en la dirección donde había visto la cabeza de mi amigo Mario agitarse desenfrenadamente. ¿Por qué todos estaban ebrios excepto yo?

Y pude corroborarlo al llegar a la mesa que habíamos ocupado al llegar al lugar. La cantidad de botellas de cervezas sobre la mesa era ridícula, y las de vodka tampoco se quedaban atrás... ¿Y a dónde se había ido todo ese alcohol? Pues en los cinco cuerpos que bailaban y reían como maniáticos.

¿Cómo diablos ocurrió esto?

Cuando se percataron de mi llegada, todos se acercaron y comenzaron a brincar y cantar a mi alrededor: "¡¡Rota... Rota... Rota!!" Una y otra y otra vez. Entre Mario y Maximus comenzaron a jalar de mi magullada camiseta, mientras que los demás se tiraban a reír a carcajadas.

<<¡¡Dios!! Y yo pensaba dejar a Mangel con estos imbéciles.>>

Salí del círculo improvisado en el me tenían encerrado a la fuerza, acomodando mi ropa en su lugar. Casi me dejan desnudo del torso con tanto jaloneo. Definitivamente esta era la última ocasión que usaría esta camiseta.

Visualicé a Cheeto siendo el menos estrafalario entre mi grupo de amigos, y me acerqué cautelosamente a él.

Mi plan de acción comenzaría ahora.

Ángel de papel - RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora