Capítulo 17

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Narrado por Rubius

—Dijiste que llevaríamos todo con calma— Suspiré abatido. —Y en poco menos de dos semanas nos hemos roto el corazón más veces de lo que va en toda mi vida —Observé la cabeza vendada de Mangel acomodando alguno de sus cabellos. —Aparte de que casi te descalabras... —Bufé separándome un poco del soporte del colchón donde Mangel se encontraba tendido e inconsciente.

Mierda.

Llevaba más de diez horas en este hospital esperando a que Mangel abriera los ojos y pudiésemos seguir discutiendo. No me importaría si con ello recobraba la consciencia. Tanto silencio no era propio de él.

El médico había dicho que no era nada grave, pero después de cuatro horas sin saber cual fue el causante del desmayo de mi mejor amigo, comencé a impacientarme.

A las ocho horas de un sin respuesta, enloquecí.

Eran justamente las doce del mediodía cuando una enfermera me anuncio el estado de Mangel, y me vi obligado a avisarle a su familia. Y es que él no quería despertar sin razón aparente.

Me sentía tan agotado.

La puerta de la habitación se abrió de pronto causándome un sobresalto. Giré en su dirección encontrándome con un rostro familiar, muy preocupado y alterado, pero familiar al fin de cuentas.

—¿Por qué no me avisaste de inmediato? —Se acercó casi trotando hacia la cama que resguardaba a Mangel, observándolo con horror. —¿Qué es lo que le paso? —Giró a verme mientras el pánico lo consumía. —¿Tienes idea de lo preocupado he estado? Los busque por todas partes...

Mudo. Mi amigo enmudeció al segundo de volver la mirada hacia mí, y es que tan solo necesité de la presencia de Cheeto para poder desmoronarme. Mi cuerpo se vio reducido a base de hipidos y de un llanto bastante desesperado. Deje caer mi cabeza a un lado del cuerpo de Mangel, ocultándome y protegiendo la poca vergüenza que aún albergaba mi cuerpo.

Tenía suerte de tener a Cheeto aquí.

—Tranquilo tío, todo estará bien —De un segundo a otro ya tenía unos brazos rodeándome por completo tratando de reconfortar mi agonía. Y es que por mucho que intentaba parar, mis lagrimas no se detenían. Era un completo desastre. 

—Tienes que calmarte Rubius ¿acaso no hay noticias del porque aún no despierta? —Preguntó aflijido, intentando alejar mi cuerpo escondido de entre mis brazos y Mangel. Me resistí. —¿Es algo grave? Vamos macho... me estas poniendo nervioso —Dijo con la voz temblorosa.

Me permití algunos segundos para regularizar mi respiración, intentado en vano comerme todas las lagrimas que aún resbalaban por mi rostro.

—No lo sé —Balbucee intentado aclarar mi voz. —Apenas y pude entrar aquí... y verlo —Apoyé mi cuerpo sobre el respaldo de la silla que me mantenía lejos del suelo. No podía apartar la mirada de Mangel. Se veía tan tranquilo.
Seguro ni siquiera era consciente de todo el remolino de emociones a su alrededor. 

<<Hijo de puta>>

—¿Preguntaste con las enfermeras?

—Por supuesto que sí...

—¿Y el médico?

—No pude hablar con él...

—¡¿Por qué?!

—¡Por que no soy un jodido familiar, coño! —Dije alzando la voz más de lo que seguramente el hospital permitía. Por un momento olvidé el dolor en mi corazón. —Llevó horas dando vueltas de aquí para allá, y hasta hace menos de una hora no tenía ni puta idea de donde estaba Mangel —Me levanté repentinamente de mi asiento, sintiendo el resultado de no dormir toda la noche. La habitación dio vueltas frente a mis ojos obligándome a volver a sentarme. Tomé la mano de mi mejor amigo con fuerza, como si esta se tratará del soporte que necesitaba mi corazón para aguantar toda esta situación.

Ángel de papel - RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora