capitulo nueve

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Will se encontraba acostado en la cama, se había sacado la chaqueta quedándose con una camiseta roja que tenía debajo. Yo estaba recostada a su lado viendo que siguiera apoyándose el hielo en la cara, pero podía notar que cada vez que me volteaba hacia Reachel, él alejaba el hielo.

Reachel estaba a parada a los pies de la cama mirándonos seriamente. Apenas entró a la habitación de Will, nos obligó a separarnos pero luego de un rato Will propuso recostarnos. Y a pesar de que Reachel estaba un poco enfadada nos dejó hacerlo. Ambos la mirábamos como dos gatitos mojados.

 – ¿Por qué no me lo contaron? –después de un minuto de silencio, Reachel habló.

 – Mamá, no estamos saliendo.

 – Ah ¿no? Y ¿Qué fue lo que estaban haciendo?

Will soltó un profundo suspiro mirando hacia un lado.

 – Nada. –murmuró.

 – No me molesta que estén saliendo. Solo que no quiero que lo hagan a escondidas ¿entendido?

 – Si, mamá –contestó y su rostro carecía de todo sentimiento.

– Si, señora. –contesté de la misma manera, excepto que yo parecía más avergonzada que Will.

 – Bueno, voy a volver abajo –se dio media vuelta para volver hacia la puerta. –Bajen enseguida, no quiero que estén solos aquí.

 – Pero, mamá…

 – Will, bajen. –eso fue lo último. Desapareció por la puerta antes de que pudiéramos responder.

Will me pasó el hielo y sus brazos rodearon mi cintura.

 – ¿Qué? –pregunté sonriendo.

 – Dijo que no tiene problema con que salgamos –sonrió.

 – ¿Y eso qué?

 – ¿Salimos a tomar un helado esta noche?

 – ¿Un helado?

 – Si, yo te llevo y yo te dejo en tu casa de nuevo. ¿Si? ¿Qué dices?

Me mordí el labio intentando reprimir mi sonrisa.

 – Tal vez. Me voy a mi casa, ¿sí?

 – No. –fingió llorar y sólo me causó una risa enorme.

 – Will, déjame. Me tengo que ir. –me levanté pero él me sostenía del brazo.

 – ¿Vas a volver? –levantó ambas cejas y la presión sobre mi brazo fue disminuyendo.

 – No, tú irás a buscarme a mi casa, ¿no?

 – Ah, si. –Rio y me soltó del brazo. –Ponte linda.

 – ¿Qué tan linda? –inconscientemente volví a morderme el labio mientras sonreía.

 – Aún más linda que siempre.

 – Se siente raro que me digas “linda” cuando toda tu vida me llamaste “fea”. –estaba de pie al lado de la cama mirándolo.

 – Porque éramos niños y además tú te vestías como un chico.

 – Si, era una tonta.

 – Claro que no. Eras la niña con más personalidad del barrio.

Si, mi mamá me compraba ropa de chico. Nunca supe por qué, pero me hacía parecer un niñito de cabello largo. Pero era la niña más afortunada, por ser amiga del niño más asombroso del barrio.

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