capitulo veintidos

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Me removí el cabello despeinándolo aún más de lo que ya estaba. Eran las tres de la tarde y  estábamos Maia la mamá de Zoey, Alex, Sarah y mi madre que acababa de llegar al hospital y yo.
Yo no me había movido ni un poquito. Habíamos llegado al hospital a las once treinta y desde ese momento no salí y tampoco lo haría hasta poder ver a Zoey otra vez.

 – Will, vamos a casa, debes comer algo. –murmuró mi madre acariciándome la espalda suavemente.
 – No, mamá. No me iré de aquí. No quiero comer nada. –murmuré enfadado porque ya era la quinta vez que me lo decía.

Me incliné y apoyé los codos en el muslo escondiendo mi rostro entre mis manos dejando pequeñas rendijas para ver el  blanco e inmaculado suelo del hospital.

 – Pero Zoey va a estar bien. Maia promete llamarte apenas sepa algo. ¿Sí? –preguntó con voz dulce.
 – No. –musité secamente.
 – Vamos, Will. –Maia me dio unas palmaditas alentadoras en la espalda. – ¿Harías eso por Zoey?
 – Haría todo por Zoey.
 – A Zoey le gustaría que vayas a comer algo y descanses.
 – Si ella estuviera en mi lugar tampoco se movería. Yo haré lo mismo, no la dejaré sola. –murmuré con la voz entrecortada.
 – Hagamos algo…  – propuso. –Tú vas a mi casa, juntas un poco de ropa para Zoey por si la necesita, tomas tu celular, te preparas algo para comer y vuelves, ¿sí?

La miré dubitativo, a punto de ceder y ella me sonrió como si tratara de tranquilizarme.

 – ¿Y si le sucede algo mientras no estoy? –pregunté como un niñito al que le prohíben llevar su osito de peluche preferido al paseo.
 – De todos modos no lo sabremos…, los doctores no nos dirán nada aún. Pero estoy segura de que ella está perfectamente, porque seguro está pensando en ti. –sonrió.
 – Por mi culpa empezó a correr. –levanté los hombros y cerré los ojos con fuerzas, la voz no dejaba de sonarme extraña a causa del enorme nudo que se había formado en mi garganta y hasta ahora no se había ido.
 – No, no digas eso, Will…
Suspiré.
 – Bien, deme las llaves de su casa. –la interrumpí.

Sonrió una vez más y comprendí de dónde había quitado Zoey tan perfecta sonrisa.

 – Toma. –me puso las llaves en la palma de la mano y me dejó un beso en la frente como lo haría mi madre. –Nosotros estaremos esperándote.
Asentí y me levanté sin ganas, tratando de sonreír.

                                                               ***
 – ¡Will! ¡Will! –escuché a mis espaldas.

Como Alex había tenido el detalle de traerme mi skate, me puse a andar para llegar lo más rápido posible ya que si tomaba el auto de Maia, de todos modos los policías de la carretera me pillarían sin documentos y con un auto ajeno, llevándome a la comisaría de seguro.

Aceleré el paso hasta dar con la calle que dirigía a nuestro barrio cuando oí que alguien iba llamándome.

 – ¡Will! –volvió a gritar y detuve el skate. Lo suficiente como para oír unos molestos tacones corriendo hacia mí.

Me volteé en redondo y solté un gruñido fastidioso, lo último que necesita era una charla con ella. Spencer corrió hacia mí sonriéndome tanto como su rostro con exceso de maquillaje le permitía.

 – ¡Will! ¿Cómo estás? –se sacó un mechón de la cara. Un gesto que solamente me parecía adorable en Mí Zoey.
 – No importa. ¿Qué es lo que quieres? –pregunté echando un vistazo a su atuendo. Llevaba una blusa de finos tirantes en color amarillo y una minifalda negra.
 – Ay, Will. –se puso una mano en el pecho. – ¿Por qué me tratas así a mí?
 – Porque no te quiero ver. –me di la vuelta y empecé a andar lentamente, pero ella me perseguía.
 – ¿Estás con Zoey? –preguntó.
 – No.
 – ¿Entonces por qué me dejaste? –empezó a correr más rápido para llegar a mi lado, pero aceleré dejándola atrás.  – ¡BIEN! –gritó con voz chillona.  – ¡Lo que sea! No me importa. Sea quien sea la chica con la que sales, ¡Nunca será mejor que yo, Will! Y algún día te arrepentirás y avergonzarás.

Detuve el skate de golpe y volví hacia ella caminando. Me acerqué a su rostro lo suficiente como para sentir su respiración, excepto que ahora, lo único que me producía estar tan cerca de ella era asco.

 – ¿Avergonzarme? Pues, entérate que ya estoy avergonzado. ¡Avergonzado de haber salido con una chica como tú teniendo a alguien tan asombrosa como Zoey! De eso me avergüenzo.

Apenas terminé de hablar, volví hacia mi skate a paso rápido y salí disparado hacia la casa de Zoey. Spencer trató de perseguirme, pero obviamente yo era más rápido que ella con sus altísimos tacones.
                                                              ***

Abrí la puerta de la habitación de Zoey al momento que daba un enorme mordisco al sándwich de jamón y queso que me había preparado al llegar. Revolví las sábanas de la cama hasta dar con mi celular y me lo metí en el bolsillo trasero del jean cuando tomaba una mochila para juntar algo de ropa. Abrí la puerta del armario y saqué un par de shorts y un jean, y dos camisetas, las favoritas de Zoey. Me quedé un rato pensando en qué faltaba y una sonrisa apenas insinuada se formó en mi rostro sonrojado cuando abrí el cajón de ropa interior. Pero aquella sonrisa se transformó en una mueca confusión y sorpresa cuando vi que el cajón estaba lleno de fotografías.

No lleno, pero había muchas, todas esparcidas entre su ropa, como veinte o treinta fotografías quizá. Todas mías. Algunas que nos habíamos tomado juntos, otras en las que estaba yo solo y otras que ni siquiera recuerdo el momento o el lugar en que las sacó. Pero aparte de todas las fotos, solo una cosa logró llamar más mi atención. Un papel rosa claro arrugado al fondo del cajón,  llevado por la curiosidad, lo tomé entre mis manos y empecé a alisarlo.

Era una especie de nota que mostraba:

“22, agosto 2011”


Siete meses atrás, pensé.

“Hola, Will :D ¿Cómo estás? Eh… Te escribí esto porque, tú sabes que esta semana no coincidimos en ninguna clase, así que probablemente solo nos veamos en los recreos y fuera  del instituto. Dejé esta nota en tu casillero porque quiero decirte que… me gustaría que vayas al patio trasero ahora, cuando estés leyendo esto. Por favor, quiero decirte muchas cosas y tal vez ya no pueda guardármelo. Es un poco cursi y si esta nota te parece ridícula, por favor no te rías.
                                Te estoy esperando. Te quiero, en serio. Te quiero mucho.
                                                                                                                                             
                                                                                           Zoey"

Corazones, corazones, corazones por todo el papel. El bolígrafo con el que había escrito todo era de color rosa, pero debajo de la nota había algo escrito con una letra grande y rayada en bolígrafo negro, rompiendo el papel en algunos lugares que mostraba:

“TE GUSTA WILL, IDIOTA. DÍSELO, NO SEAS COBARDE, ZOEY!!”


Supuse que lo había escrito mucho después.
Más abajo, en una letra más calmada pero aún rayada y encimada mostraba:

                                      “Oh, genial, hago cartitas de amor como una niña de seis años. Excepto que una niña de seis años, tendría los pantalones para mandarla. ¿Por qué soy tan estúpida? *Golpea la cabeza contra el casillero hasta hacerse pipí en los pantalones y morir de un daño cerebral.* Gracias.”


No pude evitar soltar una carcajada ante lo último que leí, era tan típico de Zoey hablarse  e insultarse sola de esa manera, tan ocurrente, tan… ella.
Doblé el papel y me lo guardé en el bolsillo, no perdería de vista tan tierna carta por nada, y si Zoey se daba cuenta, le convencería de que me la regalase. Porque de ahora en más, esa pequeña pieza de papel sería como un amuleto de la suerte para mí.

Volví a concentrarme en Zoey. A diferencia de las camisetas y los jeans, no tenía idea de cuál de todas era su ropa interior favorita, así que opté por tomar un puñado de cada color. Aguantándome las ganas morbosas que tenía de guardarme alguna de las que tenían encaje para mí. Sonreí y sacudí la cabeza como queriendo sacar aquellos pensamientos tan indebidos de mi mente.

 – Will, no puedes pensar esas cosas de Zoey. – me murmuré a mí mismo riendo mientras me colgaba la mochila del hombro para luego salir corriendo por las escaleras.

                                                              ***

– ¿No hay noticias? –pregunté, aún estaba como a diez metros de mi madre y los demás, pero no pude aguantar el impulso de gritarlo mientras corría cada vez más lento hacia ellos.
 – Sí…  – murmuró mi mamá.
 – ¿SÍ? ¿Qué han dicho? –grité y todos voltearon a mirarme.
 – Shh, no grites. –me susurró Alex.
 – Perdón.  –dejé la mochila a los pies de Sarah.
 – Dijeron que las visitas se abrirán a las siete de la tarde. Pero que ella aún no saldrá de alta hoy.
 – ¿Sólo eso? –miré a todos insistente.
 – Sí.
 – ¿No puedo ir a verla ahora? ¿Aunque sea por un vidrio? –miré para todos lados.
 – No. –Maia negó con la cabeza. –Recién a las siete.
 – ¿Y está bien? ¿Qué pasó con su brazo? ¿Y su pierna? ¿Está bien de la cabeza? –atropellé con todas mis preguntas. Y mi mamá frunció el ceño mientras sonreía.
 – Zoey nunca está bien de la cabeza. –Sarah rio y todos la seguimos. Al menos reíamos en medio de todo lo que estaba sucediendo.
 – Bueno, nos dijeron que sigue dormida por las drogas y esas cosas. –dijo Maia poniéndose seria de nuevo.
 – ¿Drogas? ¿O sea que está sintiendo tanto dolor como para drogarla?
 – Fue un golpe en la cabeza, brazo y tobillo rotos, un golpe en la cadera. Supongo que todo eso duele. –dijo Alex.
 – Agh.  –me dejé caer en el asiento de en frente y me acosté, sin importar que alguien más quiera sentarse.  – ¿Qué hora es? –pregunté con la mejilla apoyada en el duro sofá.
 – Las cinco. –dijo Sarah. –Mami, estoy cansada. ¿Por qué no nos vamos y volvemos a las siete? Zoey estará bien.
 – Sí, será mejor. –cerré los ojos pero seguía escuchando la voz de Maia diciendo eso.
 – Nosotros también nos vamos con ustedes. –esta vez habló mi mamá. – ¿Will? Vamos a casa.
 – No pienso moverme de este lugar hasta que den de alta a Zoey. Así que puedes ir a traerme una manta, te lo agradecería. –dije con la voz extraña ya que el sofá me aplastaba la mejilla izquierda.
 – No te traeré nada.
 – ¿Será que podré dormir en la habitación de Zoey? –pregunté refiriéndome a la habitación del hospital en donde ella estaba, pero la pregunta no iba dirigida a nadie en realidad.
 – Si, en su casa. No te quedarás aquí. –dijo mi mamá y se oyó como una orden.
 – ¿Hasta las siete? –la miré sonriendo.
Suspiró.
 – Bien, quédate hasta las siete. –tomó su cartera y vi a todos alejarse.

                                                               ***

A la primera hora, me acomodé en el sofá y saqué mi celular para jugar algunos juegos, hasta que una larga hora después me aburrí completamente y lo guardé. El tiempo no parecía moverse y no podía dejar de mirar el reloj de mi muñeca a cada minuto.

Me pregunté si debía llamar a Adam. Capaz él estaba preguntándose por qué Zoey no lo había llamado, pero no yo no lo haría para no meter a ese patán dentro. No iba a compartir la estadía en el hospital con él, ni nunca. El que iba a hablar primero con Zoey sería yo… o su madre, claro.

Me tapé los ojos con un brazo al momento en que ponía música en los auriculares al máximo volumen. Supuse que si escuchaba un poco de música, los minutos pasarían un poco más rápido.
Dejé que mi subconsciente  me hiciera viajar a través de la canción que escuchaba. Ni siquiera sabía quién la cantaba y no me molesté en mirar el reproductor, pero sabía que era una de las favoritas de Zoey, solo por eso la tenía guardada. Era rock, lento y romántico, un estilo a lo Aerosmith, pero no eran ellos, estaba seguro.

Me hacía erizar la piel, con cada letra, cada acorde, cada solo de guitarra, nada más me hacía acordar a Zoey y aquella noche que tuvimos. En la que desearía mil veces que lo recordara, que ambos estuviésemos conscientes en aquel momento, que ella recuerde si le había gustado o no.

Me mordí el labio inferior con fuerzas en la parte más potente de la canción y de mis pensamientos. Últimamente no podía sacar a Zoey de mi cabeza ni un solo minuto.

Our MistakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora