capitulo dieciseis

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No podía negarlo. No había nadie más en el mundo que me conociera mejor que Will, y si envidiaba algo de Spencer, era su relación con Will, nada más. Estoy segura.

 – ¿Desde cuándo empezaron los celos? –preguntó con un toque de burla.

 – Desde que los vi besarse por primera vez. –dije inconscientemente y me arrepentí. Ahora lo había admitido yo misma.

 – ¿Besarnos? Por favor. Zoey, he besado a miles de chicas.

 – ¿A quiénes? ¿Dónde? –de repente sentí curiosidad sobre historial que llevaba Will. Sonrió de lado.

 – A Carly, a Susan, a Lucy, a Haven… ¿quieres que siga?

 – No me interesa saberlo.

 – Tú lo preguntaste. –volvió a sonreír pero con superioridad.

Puse los ojos en blanco y crucé los brazos.

 – ¿Para esto hemos venido? –murmuré enfadada.

 – También he besado a Zoey. Estoy seguro de que sí viste ese. –hizo caso omiso a mi pregunta.

 – Esto no es “ser como antes”. –murmuré mirando a un costado e ignorando sus recientes palabras, pero sin poder evitar que el recuerdo de la última vez que lo había besado se formara en mi mente haciéndome erizar la piel.

 – ¿Vas a ayudarme a intentar? –preguntó.

 – No importa, Will. No volverá, ya lo dije. ¿Crees que volveremos a mirarnos, hablar, reír o hasta dormir juntos como antes? No. Ni siquiera puedo mirarte sin tener las ganas de…  – dejé la frase en el aire por dos motivos. Uno; porque la garganta se me apretaba, apunto de hacerme llorar. Y dos; porque cada vez que lo miraba me daban ganas de abrazarlo, besarlo y tenerlo para mí sola. Y no iba a decir eso en voz alta, por supuesto que no. Se supone que estoy enamorada de Adam y se supone que odio a Will.

 – ¿Ganas de qué? –se acercó unos pasos.

 – De nada.

 – Vamos, dilo. –recorrió todo mi cuerpo con la mirada.

 – No.

Suspiró y miró al suelo, momento que aproveché para rascarme la nariz y luego el brazo. Otro gesto de nerviosismo.

 – Te traje esto. –sacó un anillo muy familiar del bolsillo.

Mi anillo. El que lo había perdido hace unos días y no tenía idea de dónde estaba. Lo tenía Will.

 – ¿Tú que haces con él?

 – Lo dejaste en mi casa… esa noche.

Miré al costado otra vez cuando sentí las manos de Will tomar una de las mías.

 – Sé que es como tu amuleto de la suerte y… olvidé traerlo hace unos días pero aquí está. –tomó mi mano y, como un chico que acaba de proponer matrimonio a su novia, lo introdujo en mi dedo anular.

 – Gracias. –murmuré con la voz un poco quebrada.

 – Tal vez ahora que lo tienes todo mejorará. Te lo sacaste antes de llegar a mi casa esa noche. Y ahí fue cuando empezaron los problemas. –rio un poco triste. –Esperemos que funcione.

Sonreí apenas, tratando de ocultar las tremendas ganas de llorar que sentía.

 – ¿Qué pasó el día antes que discutimos? –preguntó tratando de mirar mis ojos. – ¿Zoey? –el dedo índice me tomó del mentón levantando mi mirada. – ¿Puedes contármelo?

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