Capítulo 3

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Me siento en uno de los sillones que hay pegando a la ventana que da a la calle. Observo y no veo a nadie. Ni un alma. Hasta que me despisto dos segundos y me doy cuenta de que Louis se ha sentado a mi lado.

"¿Por qué yo? ¿Merezco esto? ¿No hay más sitios?" pienso, pero no se lo digo.

Enciende la tele y como no, pone el fútbol.

Nos quedamos callados. Solo se oye a los comentaristas dar el partido. El que para mi, no merece la pena.

Cojo el móvil del bolso y me pongo al día de todo ya que no he podido hacerlo antes.

En ese momento, observo como Louis se queda embobado mirando a la pantalla de mi móvil.

—¿Qué miras? —la paz ya se tensa y mi actitud más normal se vuelve la más borde.

—Tranquila, no me importa lo más mínimo con quién hables —dice alzando una deja

—Ya —me río y el comentario es ignorado por él.

Me voy al baño para liberar tensiones y no enfadarme más de lo que estoy por su culpa.

Hago mis necesidades, me miro al espejo y me maquillo un poco.

Cuando salgo, me doy cuenta de que me mira y empieza a reírse. El cabreo, aumenta aún más.

—¿Se puede saber de qué coño te ríes? —pregunto arrugando el entrecejo y con cara de enfado.

—Colócate el vestido. No me interesa lo más mínimo verte nada. Gracias —dice y vuelve a partirse de risa.

Me miro y observo que tengo el lado derecho metido entre las medias."La madre que me parió" pienso, y me muero de vergüenza.

Accedo rápidamente y lo bajo como si no hubiera pasado nada. Aunque mi cara roja como un tomate dice lo contrario.

—¿Qué te hace tanta gracia? —pregunto mientras me siento de nuevo en el sillón, a su lado.

—Nada, nada. Si lo llego a saber no te lo digo. En verdad te quedaba muy bien así —vuelve a reírse, pero esta vez no con tanta potencia.

—Eres gilipollas —sacudo la cabeza— a ti no te favorece esa cara y yo tampoco te lo digo —le miro y suspiro fuerte, haciéndose notar.

—Te encanta, lo noto —me dice y apoya su mano izquierda en mi muslo derecho. La aparto y comienzo a reírme a carcajada delante de su cara.

—Tú que eres, el típico subidito, listillo y graciosillo del grupo ¿no? —me sigo riendo

—Para nada, soy realista —se pasa la mano por el pelo, atusándose hacia atrás.

—Pues dile a tu ego que afronte la realidad —sonrío, ya más calmada.

—¿De qué te ríes? Sabes que es verdad. Matarías por un beso mío —apoya su brazo izquierdo por tus hombros y me guiña el ojo del mismo lado.

"¿QUEEEE?", pienso para mis adentros y empiezo a reírme de nuevo otra vez. Esta vez, aún más fuerte.

Aparto sus brazos de mis hombros y me levanto del sillón, aún sabiendo que quizá tenga algo de razón.

—Conmigo esto te sobra. Si quieres ganarme tienes que hacerlo con hechos, no con palabras tan cutres como esas —respondo.

Desvía la mirada, pero aún así sigue retándome.

—¿Estás segura? Estamos solos, ahora si yo quiero puedes ser mía —responde, seguro.

—¿Perdona? Aquí la opinión que cuenta es la mía, y si yo no quiero, no consigues una mierda —afirmo, cansada de su prepotencia.

Se levanta a toda velocidad y me agarra de las muñecas dejándomelas en la espalda hasta pegarme contra la pared.

—Y ahora, ¿sigues pensando lo mismo? —dice, y juro que mis ganas de matarle son demasiadas.

—Quita o te doy. ¡Suéltame! —grito, y él me agarra aún más fuerte, pero ahora solo con una mano. Con la otra me tapa la boca.

—Sh, sh, sh. Que no estamos solos —susurra, a centímetros de mi cara y sin dejar de mirarme a los ojos.

Entro en miedo y sí, lo acepto. Nunca antes había conocido a un chico tan posesivo como él y no sé que puede llegar a pasar.

—¿Ves que si quiero, caes? —susurra de nuevo.

—¡Que me sueltes! —intento gritar aún con su mano en la boca.

—¿Y si lo hago que me das? —pregunta

Me harta tanto que solo caigo en la opción de morderle la mano para que me suelte y así lo hago.

—¡Hija de puta! —exclama, pero solo suelta la mano de mi boca y la otra sigue agarrando mis manos.

—Lo próximo será una patada en los huevos. Y ahora, por favor, suéltame —mis movimientos forzosos para escaparme no consiguen nada, ya que su fuerza supera a la mía. Pero después de tanto insistir, accede y noto como baja la tensión en mis muñecas.

Al estar completamente libre, levanto mi mano a toda velocidad y le propino un buen bofetón. Lo nunca visto antes.

—¿Querías saber que te daría si me soltabas no? Aquí está la prueba —me separo de él advirtiéndole que no vuelva a tocarme en la vida con la cara aún descolocada por tal guantazo.

—¿Qué coño haces? —su cara muestra una mueca de dolor y de rabia a la vez.

En ese momento, mi madre y su madre vuelven y notan el ambiente tan tensado.

Louis, cabreado, se va y desaparece. Dejándonos a mi madre, a su madre y a mi, plantadas en medio del bar.

—¿Qué ha pasado? —pregunta su madre. Parece mentira que todavía no conozca a su hijo, pienso.

—Nada —miento.

Salimos de casa con dirección a casa y mi madre se despide por mi. Aunque no la haya dicho nada, sabe que ha pasado algo. Y es ese algo, que puede llevarme a no dormir esa noche.

Little LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora