El miedo se apodera de nosotras cuando la pelea aumenta con más golpes. No puedo evitar ver como Louis tiene la nariz hinchada y llena de sangre y voy directamente hacia él para intentar pararle.
—¡Para, para! —grito, pero su violencia hace caso omiso a mi voz.
Vuelve a por Nick y antes de que Nick le devuelva un golpe, me engancho a su espalda como si fuera un mono.
Él rápidamente se da cuenta y con su fuerza bruta, me quita de encima de mala gana y por una mala pisada, caigo al suelo.
Me retuerzo de dolor, me toco tobillo y Louis se da cuenta. Deja a Nick y viene conmigo rápidamente.
—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —repite— ¿Estás bien? —sus manos llenas de sangre acarician mi cara y yo no puedo evitar que salte alguna lágrima por todo lo ocurrido.
—Sí, pero tú no. Déjalo ya y vamos a casa, ¿vale?
Dirige la mirada al suelo y aspira y expira en menos de dos segundos.
—Está bien, pero a casa no. No quiero que mi madre me vea así —murmura.
—Vale —asiento.
Él echa una última mirada de rabia a Nick mientras nos alejamos.
***
Un silencio nos acompaña durante todo el recorrido a los tres. Entramos en mi casa lo más rápido posible intentando que nadie nos vea.
Mi madre va directa al baño a por algodón y agua oxigenada para curar a Louis mientras nosotros entramos a la cocina. Abro la nevera y saco la botella de agua. Tengo la garganta seca.
Mi madre llega con los materiales dispuesta a curarle.
—Déjalo mamá, ya lo hago yo —una sonrisa forzosa sale de mi cara.
Ella solo asiente con la cabeza y desaparece.
Louis se sienta en la encimera y no articula ni las pestañas hasta que le rozo el pómulo con el algodón.
—Lo siento —susurro y él directamente no contesta a modo de respuesta.
—Tú, ¿estás bien? —pregunta ya que ve mis manos un poco raspadas.
—Sí claro, no te preocupes —murmuro.
Le cojo las manos para curarle los nudillos y veo que están destrozadas. Paso el algodón por encima de las pequeñas grietas y él hace una mueca de dolor.
—Tenía que hacerlo. No puedo permitir que ese puto baboso se salga con la suya y menos delante de mi cara —su angustia provoca una tensión difícil de cortar.
—Gracias —respondo— por todo.
Sus manos se desatan de las mías para llevarlas a mi cabeza y apretarme contra su pecho.
—Te juro que mientras pueda, no volverá a tocarte.
***
Coloco delicadamente todo lo que he comprado en el armario. Louis se asoma por la puerta y segundos más tarde, entra.
—¡Wooooh! No sabes lo que daría por verte esto puesto —coge un tanga rojo con tela de encaje que cuelga en la silla de mi escritorio y empieza a estirarlo. Mierda.
—Trae —se lo quito de las manos y me agacho abriendo el último cajón del armario para guardarlo.
Su mirada se posa en mi y le veo a través del espejo de cuerpo entero que hay en la esquina de la habitación. Cuando me levanto, se acerca y me da una palmadita en el culo.
—¡Ay! —exclamo y me llevo mi mano al mismo sitio en el que él me había tocado.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—Nada —miento. Tengo una pequeña rozadura por caer al suelo al intentar separarle.
—Entonces, ¿me dejas tocar otra vez? Pero esta vez no será una suave palmadita
—Claro, atrévete —digo irónica.
Él se ríe y se sienta en mi cama.
—¿Quieres algo de merendar? —pregunto
—Si lo preparas tú me lo pienso. Eres capaz de matarme —guiña el ojo derecho.
—Allá tú —contesto y salgo de la habitación.
Él sale detrás mía "corriendo". Al llegar a mi altura, vuelve a darme otra palmadita en el mismo sitio —esta vez más fuerte— y va directamente a la cocina antes que yo.
El dolor me hace recordar a toda su familia de uno en uno y cuando llego a la cocina, aún con mi mano puesta en la glúteo, no quiero ni mirarle.
—¡Uy! ¿Y esa cara? —pregunta mientras se sube de nuevo a la encimera.
—Nada —contesto súper borde.
—No me lo creo. ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? —su cara de asombro asusta.
—¿Tú que crees? —pregunto a modo de respuesta.
—¿Que tienes ahí? —me delato yo sola cuando me remango y ve mi antebrazo raspado y con un poquito de sangre.
—No es nada —bajo la manga de nuevo y él se preocupa.
Baja de un salto mientras yo intento ignorar que está observándome mientras cojo los ingredientes de la merienda. Viene hacia mí y cuando me doy la vuelta, casi forzosamente me coge el brazo y sube la manga de nuevo.
—¿Por qué no has dicho nada? —aparto la mirada de él mientras sigue observando mi brazo —deberías curarte eso o sino se te va a infectar. No tiene buena pinta —dice.
Ignoro sus palabras totalmente y llevo los ingredientes a la mesa.
—¿Quieres o no? —pregunto por última vez.
—No, gracias —contesta
***
De nuevo en mi habitación y con Louis como un perrito faldero, me estiro en la cama en medida de lo posible porque el dolor de mi nalga aumenta más cada minuto. Él se sienta en la silla del escritorio.
—Deberías de controlar tus posturas —posa su manos sobre su cabeza.
—Y tú tus ganas —contesto.
—¿Mis ganas de qué? ¿De comerme tú bocadillo?
Una carcajada sale de mi interior.
—Tus ganas de comerme... eh... sí, el bocadillo —vuelvo a reírme y él lo hace también al pillar el doble sentido de la frase.
—Pues oye, hambre tengo —dice.
—Ve la cocina y que te prepare mi madre algo —respondo intentando desviar el tema.
—¿Pero no decías que me ibas a dejar comerte el bocadillo?
Asiento con la cabeza alzando las cejas y mirándole con mala gana en respuesta de un "no".
—Bueno, pues me quedaré con las ganas entonces... -—me guiña el ojo de nuevo y se levanta. Da unos pasos hacia la puerta y antes de salir y cerrarla, retrocede rápidamente y en menos de 5 segundos, agarra mi cara con las dos manos y me da un beso.
—Ahora sí. Hasta mañana —sonríe y suspiro fortísimamente cuando él desaparece de mi habitación.
Mi corazón sigue latiendo demasiado fuerte y a mi solo me queda saber una nueva misión: definir que estoy sintiendo.
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Little Lies
FanfictionUna discusión entre tus padres hace que te des cuenta como de un minuto a otro puede cambiarte tanto la vida. La mudanza con tu madre a un nuevo lugar, hace que pierdas muchas cosas pero que ganes aún algunas más importantes. Y quién sabe si esas...