Capítulo 16

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Arranca el coche y comprueba que las puertas estén cerradas completamente antes de emprender el camino para que no salga. Sabe que soy capaz de abrir la puerta y bajar a mitad de rumbo.

Mi cara dice demasiadas palabras que creo que él entiende sin tener que decírselas. Observo el paisaje por la ventanilla mientras suena una canción que me parece pegadiza pero que no sé ni el nombre ni el artista al que pertenece. Lo único que diferencio es la voz grave de un hombre que para mi gusto, no canta nada mal. El volumen está muy alto y es ensordecedor, pero con tal cabreo que tengo me da igual el sonido.

La mano derecha de Louis acaricia mi muslo más cercano a él mientras que con la izquierda maneja el volante.

—¿Te apetece cenar? —dice.

No sé si acceder. Estoy muy cabreada con él pero tengo que reconocer que tengo mucho hambre.

—Se de un sitio que hacen menús exquisitos —insiste y sus palabras me dan más hambre todavía.

—Está bien, pero pagas tú —replico y esboza una amplia sonrisa.

Minutos más tarde, aparca lo más lejos posible del restaurante porque el aparcamiento está casi lleno y no hay sitio suficiente cerca de la puerta. Al bajar del coche, se me congela el cuerpo de tanto frío. Mientras caminamos , Louis nota que estoy casi encogida y se quita su chaqueta para dármela a mi.

—¡No, no y no! Ni se te ocurra —digo devolviéndole su chaqueta.

—No seas tonta, toma —insiste y me la pone por encima. Mi cuerpo lo agradece enormemente pero me siento mal por él, por verle tiritar de frío.

Coloca el cuello de su chaqueta por encima de mi mientras yo me encojo y me mira directamente a los ojos. En la oscuridad, puedo observar su azul intenso y me ruborizo nada más pensar qué pensamientos se le estarán pasando por la cabeza cuando sonríe.

Me olvido completamente del enfado cuando veo que el restaurante es perfecto. Al entrar, hay un hombre —que creo haber visto alguna vez en mi vida— en la recepción que nos dice cual es nuestra mesa.

—¿Cuándo lo has reservado? —me asombro por la rapidez que ha tenido para hacerlo. No me he dado cuenta ni de como ha sido.

—Uno tiene sus contactos —dice mientras pasamos por una puerta que da al enorme salón que hay.

Hay tanta gente y tantas mesas que no me da tiempo a reconocer a nadie —aunque realmente no conozco a nadie todavía— mientras busco la número 62, la mesa que nos había dicho el recepcionista.

Sin saber ni como, Louis entrelaza sus dedos con los míos y un escalofrío recorre mi cuerpo, pero me dejo llevar.

—La nuestra está arriba —dice, como si se conociera todo el restaurante al dedillo.

Me pregunto a cuantas chicas habrá traído aquí engañándolas con lo mismo. Las enfada y luego las calma con un regalo que por lo que parece, no es nada de barato.

Subimos unas escaleras que parecen de palacio hasta llegar a la segunda planta. Se oye el mismo ruido que en la planta inferior, pero se nota que esta es más calmada.

Suelto un chillido suave y me pongo la mano en la boca asombrada al ver que la mesa número 62 está al lado de un acuario precioso. Ha acertado de lleno eligiéndola.

—¿Cómo...? ¿Por que...? —pregunto mientras nos dirigimos a la mesa. Nuestras manos deshacen el nudo que tenían.

Me siento en la mesa número 62 y para mi gusto, es la más cercana al acuario para observar todos y cada uno de los preciosos bichitos que nadan por allí. Él sonríe mientras disfruta de que a mi me guste tanto y yo me ruborizo.

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⏰ Última actualización: May 28, 2016 ⏰

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