Capítulo 11

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A la mañana siguiente, madrugo para ir a la presentación de mi primer año de universidad y en un sitio que no estaba destinado para mi puesto que yo ya tenía mi futuro pensado antes de la separación de mis padres.

Desayuno un par de croissant porque los nervios hacen que el apetito desaparezca y más pensando que no sé qué me deparará el día y que tengo miedo a no hacer amigos sabiendo ya como son las personas de aquí. Lo que si que hago nada más sentarme en la mesa, el rezar para no encontrarme al asqueroso de Nick y su tropa.

Vuelvo a la habitación y preparo unos cuantos folios. Los meto como doblados en el bolso porque supongo, que solo nos darán el horario y algún que otro apunte sobre la materia.

Elijo la ropa adecuada después de media hora pensando que ponerme y acabo escogiendo lo típico de siempre. Pantalón vaquero ajustado y una camisa marcando todas las curvas de mi cuerpo.

Dudo si maquillarme y me pongo un poco de base, pero una vez más, acabo maquillandome como siempre.

Al salir, me despido de mi madre con un beso y un «Ya me contarás» de su parte.

Llego a la parada de autobús y los nervios comienzan a ponerse a flor de piel, pero soy capaz de relajarme en cuanto subo al autobús y me pongo los cascos sin hacer caso a la realidad.

Al llegar al destino, veo miles de alumnos nerviosos, como yo, y otros que por deducción, creo que ya llevan varios años aquí.

Miro el reloj y falta todavía media hora para entrar. Yo y mis putas prisas de querer hacer todo bien y ser por una vez, responsable.

Entro al recinto y observo todo lo que tengo alrededor con más detalle. Recuerdo algunas cosas que no han cambiado desde que vine a hacer la matrícula y otras que están en lugares diferentes a hace días atrás.

Nada más llegar a mi pasillo correspondiente, hay dos bancos a la izquierda y yo me siento en uno. Cojo el móvil y miro las noticias para hacer tiempo.

Diez minutos más tarde, una chica rubia con el pelo a media melena y flequillo se sienta al otro lado del banco.

Su mirada choca con la mía y me da tiempo a observar su cara. Tiene los ojos azules y un tono de piel más blanco que las demás personas, incluso el mío, que ya es decir.

Sonrío como sinónimo de un «hola» y ella lo hace también. Aparto la mirada de nuevo y ella se acerca.

—Tu primer año, ¿no? —pregunta. Sonríe y me doy cuenta de sus alineados dientes y su preciosa sonrisa.

Asiento con la cabeza y la vergüenza de apodera de mi durante dos segundos.

—¿Eres consciente de que hemos elegido una de las carreras más difíciles? ¡No sé como vamos a salir vivas de esta! —exclama y una pequeña carcajada sale de tu boca.

Me transmite algo de confianza tras haber hablado con ella dos minutos y eso hace que me tranquilice aún más.

—Sí —afirmo— ¿Estás nerviosa? —pregunto.

—Un poco, pero si todas las personas son como tú, seguro que se me quitan —tomo ese comentario como un halago.

—¡Yo estoy segura de lo mismo! —exclamo.

Después de presentarnos entre nosotras y ver a más gente desconocida, entramos a la sala.

Un profesor, no muy viejo, nos da la bienvenida y nos dice la introducción de algunas materias. Sobre todo de las más difíciles.

Al terminar, Amie, la chica rubia conocida anteriormente, me acompaña a la cafetería a por un zumo para relajarnos. Esta vez, elijo una mesa más centrada a la que elegí el día de la matrícula.

Elegimos temas de qué hablar —que no son pocos— y congeniamos demasiado bien para ser el primer día, cosa que agradezco.

Pensé que todo el mundo sería diferente y que me iba a quedar sola de por vida en esa universidad, pero me equivocaba. Las únicas diferente al resto, somos nosotras.

Metidas en la conversación de cómo he ido a parar a esta universidad, decidimos dar un paseo por las afueras para ir controlando todo un poco.

Justo al otro lado de la carretera, hay unas canchas de todo tipo a las cuales accedemos por curiosidad.

Oímos voces y nos damos cuenta de que la más lejana, está llena de gente.

—¿Vamos? —dice y yo asiento.

Caminamos unos metros más allá y al entrar, oigo una voz que me suena pero que no llego a reconocer del todo. Lo paso por alto y nos sentamos en las gradas.

Minutos más tarde, un balón estalla contra la cara de mi compañera.

—¡Joder! —exclamo— ¿estás bien? —pregunto.

Su cara de dolor me responde por ella. Un chico moreno viene a preguntarla. Louis.

—¿Estás bien? —dice aún sin darse cuenta de mi existencia.

—¿No puedes tener algo más de cuidado? —sus ojos azules, aún más claros de lo normal por la luz del sol, impactan con los míos.

Al verme, su cara indica sorpresa.

—Qué lástima no hubiera impactado un metro más a la izquierda de la chica —escupe.

—Que lástima hostia no te lleves, gilipollas —respondo.

No entiendo a qué se debe aquel mal deseo hacia mi en ese momento, pero la rabia se acumula dentro de mi y me dan ganas de matarle.

—¿Y me la vas a dar tú? —farfulla, sabiendo que mi fuerza contra él es nula.

—Vete a la mierda, Louis —indico y él se ríe.

Cojo a Amie del brazo y aún con el otro en la cara, salimos de la cancha sin decir ni adiós.

—¿Le conoces? —pregunta asombrada.

—Demasiado, diría —respondo.

Y le explico un breve resumen de nuestra relación.

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¡Hola reinas!

Siento si últimamente tardo más de lo normal en publicar capítulos pero mi vida social está muy activa en navidades.

Espero que cuando se acaben estas semanas de vacaciones me ponga ya en serio. Os pido perdón por la tardanza.

Gracias por seguir leyéndome.

¡Feliz Navidad!

Little LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora