Capítulo 12

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Horas más tarde, la vuelta a casa se hace pesada por el tráfico. Los minutos parecen horas y la batería del móvil se me está acabando, pero todo esto lo compensa el rico plato de pasta que me ha preparado mi madre y me espera en la mesa.

En dicha mesa, una nota me acompaña:

"El padre de Louis ha venido a casa a buscarme para finalizar unas cosas que quedan del contrato de la casa. Aquí te dejo la comida, caliéntala y no dejes nada. Te quiero. xx"

Se me hace raro saber que mi madre está con otro hombre a solas aunque sea solo por obligación después de las noches que lleva en vela por culpa de los recuerdos de mi padre.

El hambre desaparece un poco al recordarlo todo de nuevo pero aún así, me como más dio plato.

Nada más terminar, ordeno los libros del próximo día y así puedo vaguear más en toda la tarde sin tener que preocuparme de hacerlo después.

Cuando termino, decido buscar a Amie por alguna red social para contactar con ella ya que no tengo su número y me apetece salir a hacer ejercicio. Ella, inmediatamente me da el número para facilitar las cosas. La llamo y lo coge al instante.

—¿No te apetece salir de compras o salir a conocer más la ciudad? Prefiero cualquier cosa antes que hacer deporte —replica.

«Maldita vaga», pienso. Aunque en verdad, sus peticiones también son muy buenas.

—¿Crees que con eso puedo mantener la forma? —me río y ella también lo hace.

—¡Oye! Que yo me recorro mis kilómetros cuando voy de compras. Me sé todo el centro comercial —exclama. Las dos volvemos a reír de nuevo.

Sí, a mi también me encanta ir de compras, pero ojalá se pudiera mantener el cuerpo en forma solo por recorrer el centro comercial.

—Entonces... ¿Eso es un no? -pregunto.

—Bueno... Yo... ¡Está bien! Te acompañaré pero solo un ratito y a mi ritmo —dice y yo me alegro de haberla animado a moverse.

Colgamos y quedamos cuando el sol casi ha desvanecido.

***

Cojo de la nevera una botellita de agua fría y me cambio. Los leggins y el top son la elección perfecta junto con el brazalete para meter el móvil y así ver los kilómetros recorridos. Espero a que Amie pase a buscarme ya que hemos decidido ir hasta el parque al que fui en los primeros días y del que no tengo ni idea de su nombre.

Pienso que a lo mejor llevar el top es algo muy atrevido sabiendo que con el frío que hace y con lo que soy yo para los catarros me le pillaré rápido y decido ponerme una chaqueta de chándal pero sin abrochar. Sé de sobra que en cuanto entre en calor, me va a estorbar.

Salgo a la puerta y estiro antes de que Amie aparezca. En ese momento, en mi móvil suena una notificación.

—Una buena forma de acabar el día es observar todos y cada uno de los músculos de tu cuerpo desde mi ventana. Fíjate tú, que me están entrando ganas de sacar a pasear al perro solo para poder escanearte de cerca —mi corazón casi da un vuelco por todos aquellos halagos que no iban a ser menos que de Louis.

Miro a su ventana intentando ocultar la sonrisa de tonta pero no veo a nadie. Dudo si contestarle o no y al final, lo acabo haciendo.

—Yo que tú, me dedicaría a lavar a los peces —contesto haciéndome la dura y me río para mis adentros.

Dejo el móvil de nuevo en la funda de mi brazo y decido no contestar más para seguir estirando cuando aparece Amie por la esquina de la manzana. Obviamente, en coche.

—¿Preparada? —pregunta y yo asiento.

Observo su ropa pegada al cuerpo y la envidio por unos segundos. Con razón ella no hace deporte, tiene unas curvas de 10.

Mientras que recoge su botella de agua del coche, un precioso cachorro de Labrador blanco se acerca a nosotras y se oye un portazo de fondo. Louis.

Amie, nada más ver al perro empieza a acariciarle y a jugar con él. Me había dicho algo de su pasión por los animales y que la carrera de veterinaria era su segunda opción, pero no que tenía tanta pasión por ellos.

—¡Un perro con muy buen gusto! —Louis llama a su perro Jake y éste va directo a él. Engancha la correa al arnés y nosotras nos quedamos paradas como tontas.

—Es precioso —dice Amie. Louis asiente sonriendo y un poco avergonzado sin apartar la mirada de mí. Me intimida y desvío la mirada.

—¿Vamos? —digo.

—Sí, claro —afirma.

Cojo la botella del suelo y empezamos a dar los primeros pasos dejando a Louis atrás.

A medio camino, Amie está a punto de echar un pulmón por la boca y yo bajo el ritmo para esperarla.

—¿Podemos parar ya? Por favor —pide.

—Nos quedan 5 minutos. ¡Ya verás como no es nada! —animo y ella hace un esfuerzo por seguir en vida.

Cuando llegamos, la noche está casi a nuestra espalda y nos tiramos al césped que hay debajo del árbol para descansar.

—Qué alivio —dice Amie —la primera y la última vez que salgo a hacer ejercicio contigo. Menudo aguante —se ríe y yo lo hago con ella.

—Anda, quejica —la doy un suave puñetazo en el brazo y vuelvo a reírme.

Me da la sensación de que somos tal para cual y de que por fin he encontrado a alguien en quién poder confiar. Pero aún así, debo seguir conociéndola para no llevarme más chascos como los de los últimos años y observar con lupa como es verdaderamente.

Con la respiración ya tranquila, un perro se acerca a nosotras. Es Jake.

Mi instinto provoca que busque a Louis por todos lados pero no lo veo. Todavía hay niños con sus padres o abuelos, jóvenes pasando el día y demás personas que te puedes encontrar en un parque público. Pero ninguno son la persona que busco, que sin tener porqué lo hago, hasta un silbido suena por las alturas y por fin, el aire de preocupación sale de mi cuerpo en un suspiro. Louis está escondido en entre las ramas del árbol.

Little LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora