Capítulo 4

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Llegamos a casa y lo único que quiero es dormir. Por hoy, han sido muchas emociones vividas en tan solo unas horas. Discusiones, viaje, desconocidos, Louis...

Llego a la habitación sin ganas de nada. Mi mente me recuerda lo ocurrido hace unos minutos y es inevitable no pensarlo.

Mis pensamientos solo me recuerdan el bofetón dado por mi parte chocando contra su cara y que a lo mejor me pasé con ello.

"¿Realmente se merecía semejante bofetada?", pienso y mi pensamiento se vuelve bipolar.

Me tumbo en la cama y oigo como unos pasos suaves se acercan hasta mi habitación. Es mi madre.

—¿Puedo pasar?

—Sí —levanto la voz y abre la puerta. Se detiene enfrente mía unos segundos y se sienta en el borde de mi cama, a mi lado.

—¿Me vas a contar lo que ha pasado? A mi no me vale que me digas que no ha pasado nada, te conozco y sé que entre vosotros ha pasado algo —susurra, pensando cosas que no son.

—No ha pasado nada, de verdad —vuelvo a mentir, aún sabiendo que mi madre no es tonta.

—Es normal que no quieras contar este tipo de cosas a tu madre per... —antes de que siga hablando, la detengo. Se está llendo por ramas que no tiene nada que ver con lo ocurrido.

—No mamá, te estás equivocando. Louis y yo no hemos tenido nada ni creo que lo tengamos. No me interesa un chico así, con tanta prepotencia —afirmo.

—¿Entonces...? —sigue preguntando y los nervios se me están poniendo a flor de piel.

Hago todo lo posible para no contárselo, pero la insistencia por su parte acaba venciéndome.

***

—¿Y por qué no hablas con él? A lo mejor te perdona —me aconseja mi madre.

No había pensado eso y no es mala idea, pero ¿como? nos hemos conocido hace unas escasas horas y no tengo ni su número.

—Mamá, no conozco a Louis de nada. No tengo nada que hablar. Él solo se ha buscado todo esto —insisto— y ahora déjame dormir, por favor. Creo que las dos nos merecemos un descanso -rebajo la voz a un tono casi llegando al susurro.

—Está bien cariño, que descanses —dice y se agacha para darme un beso en la cabeza, acto que me extraña.

***

Después de estar toda la noche en vela, veo la luz entrar por la ventana de mi habitación. Miro el reloj esperando a que sea la hora adecuada a la que me suelo levantar pero el reloj me dice lo contrario. 8 A.M. me marca.

Me pienso si levantarme o seguir durmiendo durante diez minutos y al final, decido levantarme y no para vaguear precisamente.

Busco en mi maleta ropa cómoda con la que pueda salir a hacer ejercicio y voy al salón.

—¿Dónde vas así vestida? —pregunta mi madre

—Me apetece correr —respondo mientras voy a la cocina a coger una botella de agua.

—¿A qué se debe? Nunca sueles hacerlo —se ríe.

"Ya mamá, ya lo sé, deja de hundirme" digo para mis adentros y me río con ella.

—Me apetece ver como es el barrio —sonrío y vuelvo a mi habitación para acabar de coger las cosas y disponerme a correr.

Cojo los cascos, me pongo la música, y salgo.

La brisa fresca me da en la cara y siento un alivio demasiado grande en mi. El sol, todavía frío, alumbra alguna que otra calle en la que todavía nadie ha pisado tan temprano.

Cierro la puerta a mis espaldas y doy los primeros pasos sin saber aún que me deparará el barrio.

A medida de que voy avanzando a saber por qué calle, mi corazón va latiendo más deprisa hasta que decido pararme para poder respirar con más alivio, aunque gracias a la música el recorrido se hace más ameno.

Pero aún así, se nota que hacer ejercicio no es lo mío y pienso que debo de hacerlo más a menudo. Un cambio en mi vida implica un cambio desde 0.

Después de 45 minutos corriendo, llego a un pequeño parque en el que ya hay gente sentados en bancos e incluso en el césped que también han salido a hacer ejercicio.

Mira al fondo y veo una pequeña montaña de césped en la que hay un enorme árbol y debajo un banco en el que poder tomar la sombra. Con el alma en los pies del cansancio, es lo que mejor me viene el ese momento.

Me siento y una vez más en lo que llevo de mañana, puedo disfrutar de la brisa, aunque esta vez la note menos por el calor impregnado en mi cuerpo ahora.

Bajo el volumen de la música y disfruto del único momento de paz que he tenido desde que estoy aquí. Veo como la venta va y viene, como niños pequeños disfrutan haciendo deporte, como abuelos toman el sol y como Louis gira su rostro dejándome ver que está sentado en el césped al otro lado del árbol.

"¿QUEEEE? NO", dice mi mente al activarse repentinamente por verle. Me altero, pero aún así no lo demuestro.

Dudo si levantarme y disculparme por lo de anoche o irme y hacer como si no lo hubiera visto, pero hago caso a mi corazón y sin tener por qué ni saber que decirle, me acerco.

—Hombreeee, tu por aquí, ¡que raro! —exclama sin darme importancia al verme.

—Tenemos que hablar —digo, desviando la mirada.

—¿Hablar? Yo no tengo nada de que hablar con personas que se cogen berrinches de niña —murmura y esas palabras me hacen daño.

—¿Pero qué dices? Fuiste tú primero. No me dejo tocar por cualquiera —explico.

—Yo no soy cualquiera, y lo sabes —se levanta y se pone a mi altura a centímetros de mí una vez más, alzándome un poco la voz.

Hago un aspaviento con la mano para que no me levante la voz. No puedo permitir eso.

—¡Ni yo una cualquiera! —escupo

—¿Y no te has planteado que a lo mejor por eso sea por lo que me llames la atención? —me quedo callada sin saber qué contestar mientras me mira fijamente. Le devuelvo la mirada, en silencio, me guiña el ojo y se va.

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¡Hola!

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Espero que estéis disfrutando tanto como yo lo hago imaginandomelo.

Muchísimas gracias por todo. ¡Besazos!

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