Capítulo 6

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Me quedo parada en medio del pasillo, nerviosa. Me doy la vuelta y le miro, dispuesto a salir de la cocina. Mi madre se encuentra al fondo, sonriendo y asintiendo levemente con la cabeza.

—No tiene nada en especial. No merece la pena y además, está desordenada —respondo y me giro para seguir mi camino.

—Da igual, mi cuarto también es así —contesta mientras se lleva a la boca un trozo de bizcocho y me adelanta para ir mirando puerta con puerta hasta dar con ni habitación.

—Ya veo que el orden no es lo tuyo eh... —comenta nada más abrir la puerta.

—¿Te recuerdo que estoy de mudanza o es que eres tonto? —pregunto

Él observa la habitación unos segundos y se tira a la cama en plancha —muy cómodo, sí —asiente con la cabeza y da palmaditas sobre el nórdico.

—Sí, venga, ya lo has probado. Ahora... ¡FUERA! —grito y le señalo la puerta para que salga.

—Si quieres que me vaya, tendrás que levantarme —posa su brazo izquierdo sobre su cabeza y gira su cuerpo hacia mi sin dejar de observarme.

—Puedo contigo y con cuatro más como tú —replico.

—¡Uuuuuh! Venga Hulk, a ver cuanto peso pueden levantar esos bracillos —me reta y yo doy un paso al frente.

—¿Me estás retando? —vuelvo un paso atrás para coger un peluche y se le lanzo a la cara.

—Para nada —sonríe y me devuelve el peluche de la misma forma que yo lo he hecho.

Sin pensarlo, me acerco rápidamente hacia él y le tiro del brazo derecho para intentar levantarle. Obviamente, mi fuerza es nula y él me coge del brazo, tira y si saber como, acabo yo debajo de él sin poder moverme a unos centímetros de su cara.

—¡Uuuuooh! ¿Ves? Estos bracillos —me los toca— no podían dar para más —sonríe.

—Pues ya verás como mi puño si va a estar en tu cara en 0, —alzo las cejas y sonrío falsamente. Lo que provoca una leve carcajada en él que noto hasta el aire que suspira.

—Traaaanquila, que se te ve alterada. A ver si te voy a tener que bajar esos humos —su tono de voz pasa de ser normal a ser un susurro en cuestión de segundos.

—O yo a ti el ego de una hostia —mi falsa sonrisa sale de nuevo a la luz.

En ese momento, mi madre entra por la puerta. Mierda.

—Veo que sobro —dice mientras nos observa y sonríe —cuando puedas ven a la cocina, ¿vale? —me dice.

Le separo rápidamente de mi de un empujón al notar que su fuerza se debilita ante mi cuerpo. Intentando dar explicaciones a mi madre de lo ocurrido, salgo de la habitación y voy corriendo detrás de ella.

—Mamá, no estábamos haciendo nada, ¿qué quieres? —pregunto con la rabia aún por dentro.

—No mientas, nos ha pillado —explica Louis alzando la voz a mis espaldas.

—¿Por qué no te vas a tu casa y dejas de tocar los huevos? —me acerco a la puerta de la calle y se la abro.

—¡No le trates así! —me dice mi madre— Louis, esta noche si quieres puedes quedarte a cenar —argumenta.

Mi boca se abre hasta el suelo del asombro.

—No hace falta, no quiero ser una molestia. Muchas gracias —sonríe.

—No es ninguna molestia, de verdad —mi madre sonríe y comienza a poner la mesa añadiendo un plato más.

Me podían mucho las ganas de irme de la cocina e irme a cenar a la habitación, pero mi educación era lo principal y por eso me quedé en la mesa cenando con ellos.

Una vez terminada la cena, Louis dice de fregar los platos, cosa que me sorprende.

¿QUEEEEE?, pienso para mis adentros.

—¿Estás seguro? —pregunta mi madre —que a mi no me importa hacerlo yo —dice.

Él asiente y mi madre sonríe. Una vez más, despeja la cocina y nos deja solos.

Recoge algunos platos y mientras que va fregando, yo le voy llevando el resto.

En un descuido por mi parte, cuando voy a dejar los platos en el fregadero, noto toda la mano de Louis llena de espuma y jabón  restregándose por mi cara. Respiro hondo antes de darle el bofetón más grande de su vida.

Me quedo paralizada unos segundos intentando asimilar lo que acababa se ocurrir y buscando la revancha.

Me limpio la espuma con la mano y rápidamente la meto debajo del grifo mientras corre y empiezo a salpicarle en grandes cantidades.

Él, coge la esponja del estropajo de nuevo y comienza a tirarme bolitas de jabón y agua hasta calarme entera.

—¡Eres idiota, me has empapado! —digo mientras escurro la camiseta por un lado y me río a carcajadas.

—¿Te ayudo a cambiarte?

—¿Te calzo una hostia? ¿Quieres? —pregunto.

—Anda, tira —me indica la puerta mientras sonríe y me pega una leve patada en el trasero para que vaya a cambiarme.

Llego a la habitación y decido ponerme el pijama nuevo que tanto me gusta para estar más cómoda. Mientras me pongo la camiseta, se abre la puerta.

—Te juro que no miro, ¡te lo juro! —dice Louis mientras entra con los ojos tapados con una mano.

—¿QUE COÑO HACES AQUÍ? ¡VETE! —grito, aunque en verdad no me desagrada su ausencia.

Me termino de poner la camiseta y él todavía no ha salido de la habitación.

—¡Que sea la última vez que entras así! —exclamo.

—No tienes nada que no haya visto ya —comenta y sin saber por qué, parece que me han dado una patada en el estómago al oír aquello.

—¿Y? No tienes ningún derecho a entrar así a mi habitación y menos cuando me estoy cambiando —replico.

Veo como mis palabras son necias para él y como se sienta de nuevo en mi cama dando palmaditas.

—¿Cuál es el lado de mi cama? —pregunta.

—¿El de tu cama? No sé, tú sabrás. Mi hobbit no es espiar en qué lado duerme la gente, la verdad —vacilo.

Se tumba en la cama y se acomoda contra la pared. Me mira y da un golpecito suave al colchón para que me tumbe con él.

—¿Quieres dejar de jugar de una puta vez e irte a dormir a tu jodida casa? —pregunto por última vez.

—Que he dicho que vengas, coño —sonríe e inesperadamente me coge de las piernas hasta hacerme llegar hasta él y tumbarme a su lado.

Little LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora