Insomnio.

»Capítulo 26: Vuelta a la normalidad.

Me detuve en cuanto me sentí atrapado en mitad del bosque. Me había cansado muy rápido y parecía que el nudo de temor que se había formado en mi garganta era lo suficiente grande como para impedir que mi respiración se normalizara. Me apoyé sobre mis rodillas, cerrando los ojos e intentando tomar las bocanadas de aire más grandes posibles. Los ruidos habían desaparecido y eso me hizo sentir más tranquilo.

Una vez recuperado, miré a mi alrededor y me sentí, de nuevo, totalmente perdido. Había hecho demasiado zig zag en el bosque y no sabía por donde debía de volver a mi coche. Quizás todo aquello había sido producto de mi imaginación. Los Mercedes eran caros, sí, pero podían estropearse como cualquier otro coche. El mensaje del anónimo tenía que haber sido una completa coincidencia. Pero entonces, escuché a mis espaldas el crujir de una rama y los arbustos moverse. Me quedé completamente congelado, teniendo la sensación de que a mis espaldas había alguien. Tragué saliva, en busca de deshacer el nudo que se había vuelto a instalar en mi garganta. La sensación de que alguien se acercaba a mis espaldas se agudizaba conforme los segundos pasaban y estaba demasiado asustado como para darme la vuelta.

Cerré los ojos y sentí dos manos apoyarse en mi cintura, abrazándome por esta.

-Angel, soy yo.- Murmuró Damien en mi oído, abrazándose a mi cuerpo con fuerza. De pronto, cualquier sensación de miedo e inseguridad se había sustituído por tranquilidad y felicidad. Me volteé aún entre sus brazos y me abracé a su cuello con fuerza, sintiendo mi corazón latir con más rapidez de la normal. Había echado de menos abrazarle, sentir su aroma, sus besos.. Todo. Abrazándole, cerré los ojos y me dejé embriagar por el aroma de su piel; entonces el mensaje de texto que había recibido minutos atrás se presentó en mi cabeza. En cuestión de segundos, me separé de él. Su ceño se frunció y su mirada desprendía confusión.

-¿Y si pueden vernos? El mensaje..- Murmuré y tanteé mis bolsillos en busca del móvil. Perfecto, me lo había dejado en el coche.

-Tranquilo, estaremos a salvo.- Su sonrisa demostró seguridad y extendió su mano, esperando que me agarrara a él. Dubidativo, me acerqué a él y entrelacé nuestros dedos sin poder contener la sonrisa.- He de confesar que tengo algo que ver con lo de tu coche, pero no le pasará nada. Te lo aseguro.- Abrí los ojos sorprendido, mirando hacia él mientras comenzábamos a caminar por el bosque. Parecía saber por donde salir o a dónde ir dentro de aquel bosque, ya que él llevaba el rumbo de nuestros pasos.

-¿Por qué lo has hecho? Casi me da un infarto.- Respiré hondo de nuevo y sentí como su agarre se hacía un poco más fuerte.

-Quería pasar tiempo a solas contigo. Mi tío cree que estoy estudiando en la biblioteca, aunque no lo necesite. Piensa que me divierte jugar a ser humano.- Eso restaba credibilidad a mi teoría de que Dan era la persona tras los mensajes anónimos. Sin dejar de caminar, me quedé completamente sumergido en mis pensamientos y no respondí. Al ver que no lo hacía, Damien se detuvo.- ¿Estás enfadado?- Hizo que me girara y pude observar su rostro. El sol no pegaba muy fuerte, pero los rayos de sol iluminaban su tez pálida de una manera especial. Su sonrisa ocupaba la mayor parte de su rostro y sus ojos parecían un tono más claro de lo que lo eran cuando lo conocí.

-Claro que no.- Sonreí, saliendo de mis pensamientos en cuestión de segundos. Me acerqué suavemente a él y me alcé para igualar más nuestra altura, acercando mis labios a los suyos. Nuestras miradas se encontraron y pude sentirle bajo mi piel, examinando cada poro, cada imperfección. Era fascinante. Su respiración y la mía chocaban a un son lento, siendo esto junto con los pájaros lo único que se escuchaba a nuestro alrededor. Sus manos se deshicieron del agarre y las posó sobre mis riñones, atrayéndome hacia él para juntar sus labios con los míos y comenzar a besarme, por fin.