Capítulo 1

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ADVERTENCIA: Está historia, es 100% Original. Queda prohibida su adaptación, robo parcial o total, ya que es hecha con mucho esfuerzo. Aclaro que es 100% fantasía y nunca tendrá el fin de ofender a nadie. No soy una escritora profesional, ya que es la primera vez que me animo a subir lo que escribo. Lo hago porque me apasiona escribir y habrá errores que espero entiendan.





Sola, miré las estrellas del cielo. Me era casi imposible contarlas. Algunas elegantes y exquisitas danzaban tintineantes, otras como cristales congelados y las más tímidas se escondían detrás de las nubes pasajeras. Un suspiro helado salió de mis labios y miré mis manos blancas como la nieve. Él estar sola me era tan perturbadoramente delicioso, que muchas veces me preguntaba si era normal. La visión que mis ojos alcanzaba a distinguir con la luz de la luna era tan agonizante y embriagadora que me hacía sentir insignificante. La obscuridad cada vez se iba apoderando de mí y poco a poco dejaba de sentir aquellas dulces sensaciones.

-Aquí estás-, aquellos ojos grises me miraron, era como ver mi reflejo moverse con gracia.

Regresé la vista hacia el horizonte, perdida, completamente perdida.

-Sabes que aún puedo escuchar tus pensamientos y sentir lo que sientes-, la voz de Liora sonaba tan llena de preocupación que hizo girarme hacia ella.

-Pronto dejarás de hacerlo-, mi voz sonaba tan serena y oscura, que me ponía los pelos de punta.

-Leila, eres mi hermana, no te voy a dejar sola en esto-, su compasión quería darme fuerza, pero lo único que provocaba era que me tensara cada vez más.

-Mírame Liora, ya ni siquiera nos parecemos, seamos sinceras, todo esto...-, hice una pausa porque sabía qué iba a pasar, porque sabíamos las dos lo que estaba por venir,- Pronto no quedará nada de mí.

Vi como apretaba sus manos contra sus rodillas, el temblor de sus brazos y el rechinar de dientes dejaba ver lo frustrada que estaba, su falta de autocontrol lo haría de nuevo. Sus ojos se pusieron blancos y de ellos salía una luz que podría dejar ciego a cualquier mortal, su cuerpo era cien por ciento vibraciones y el aro de luz que la cubría la hizo desplegar nuestro secreto prohibido. Sus hermosas alas blancas se extendieron triunfales, aquellas alas que solo una deidad podía haberle regalado, un regalo del mismo cielo, un ángel.

-¡No!-, un grito lleno de ira salió de ella, mientras se suspendía a unos metros del techo.

-¡Eres mi hermana Leila, no voy a permitir que seas una cobarde y te dejes guiar por un destino que puedes evitar!-, aquellas palabras duras pero llenas de misericordia me hicieron hervir.

-¿Tú crees que tengo opción?-, me puse de pie, manteniendo serenidad. –Tú no entiendes que así debe de ser, por algo nuestra madre nos mantuvo escondidas todo el tiempo–. El nudo que se había formado en mi garganta ardía. – Me mantuvo escondida a mí Liora. Mi destino me alcanza y pronto tú y yo no seremos hermanas–.

Liora descendió cubriéndome en un abrazo, cubriéndome con sus hermosas alas, cubriéndome de compasión.


El despertador sonó incontrolablemente. ¿Qué más daba despertar? , la poca consciencia que me quedaba era lo único que me permitía ponerme de pie. Un nuevo día en Boston.

Me levante con mucha pesadez, me asomé por la ventana y vi como la nieve cubría toda la calle. Iba a ser un día nublado y frío, un día tediosamente largo por ser el primer día de clases.

Éramos nuevas en el lugar. Tuvimos la suerte de encontrar una casa a un precio demasiado accesible. Era pequeña, pero suficiente para nosotras tres. No nos importaba el hecho de tener algo grande y exagerado, todo era una fachada con el fin de mantener tranquilidad. El pasar desapercibidas, era un requisito necesario. ¿Cómo?, haciendo las clásicas necesidades humanas: comer, salir y socializar.

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