Capítulo 10

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El majestuoso candelabro colgaba justo en el centro del artesonado. Era como ver una estrella de diamantes destellando en los alrededores. El color caoba se fundía en las toscas columnas ornamentadas  y el mármol de color blanco y negro, te hacía sentir una pieza de ajedrez. Daba la impresión de estar en un castillo de madera, siendo la arrogante variedad de libros pintorescos un arcoíris de palabras. Era tanto el sigilo y la quietud del lugar, que mis pensamientos me ensordecían.

Podía contar con cada uno de mis dedos, a las personas que se encontraban en las esparcidas mesas.

-Parece que tus amigos se han ido Yerath-, no sé cuántas veces repasé los asientos, para cerciorarme. Él, no estaba aquí.

-No, lo creo-, uno de sus delgados brazos viajó a su bolsillo trasero. -Permíteme unos segundos. Le llamaré a Heian. Me saldré un momento porque dentro de la biblioteca no hay buena señal-.La amabilidad de Yerath era sutil y ligera. Si pudiera describirlo en una sola palabra, sería "Condescendiente".  Era un chico muy dulce. Me agradaba.

Aproveché que me había dejado sola, para explorar el imperio de letras. Las secciones de los libros estaban en perfecto orden. En cada entrepaño, había un letrero referente a su clase, escrito con una delicada letra cursiva. Se sentía una paz extrema, una tranquilidad bien recibida. Al fondo, unas escaleras en forma de caracol llamaron mi atención. Y siendo yo una presa fácil de la curiosidad, las subí.



La impactante imagen que se posaba delante de mí, hizo que mi boca se abriera sin permiso. Los sublimes vitrales de colores, eran inauditos. Era una obra de arte, que irradiaba luz propia. La pintura era monárquica y apasionada, parecía que hablara por sí sola.

El primer vitral, reflejaba un caballero de armadura dorada, que levantaba su espada  gallardamente. Sus facciones definidas le daban un aire de sabiduría, su cabello blanco ondeaba acorde con el viento y sus alas se extendían como escudos impenetrables, advirtiendo justicia.

El segundo vitral, mostraba una doncella de cabellos cobrizos, su vestido color crema tocaba el suelo y sus dedos entrelazados revelaban oración. Sus ojos eran tan azules, que no podías distinguir el cielo y sus pupilas. Tenía un brillo carente de alegría, reflejando angustia irremediable.

El tercer vitral, era aún más sobrecogedor. Un hermoso caballero desenfundaba su espada con vigor. Su armadura era grisácea, esa clase de gris que toma el acero al fundirse.  Su mentón apuntaba decidido y sus alas negras aún no estaban desplegadas. Aguardaban inmóviles como un manto en su espalda. 

Sentimientos encontrados me invadieron. Era como ser presente de una historia lamentable. Miré aún más de cerca al caballero gris. Algo me inquietaba. Me acerqué un poco más. -¿Qué es lo que miras?-, seguí con sumo cuidado, posando mi dedo en el frío cristal para seguir la dirección. Retrocedí tres pasos. Él no miraba a su oponente, ni siquiera al horizonte.

Me estremecí al armar las piezas del rompecabezas, era como si en ese momento, me hubiera convertido en cómplice de un secreto prohibido. El resplandor de su mirada, lo ponía en plena evidencia. El oscuro la miraba, el réprobo estaba enamorado... de ella. 

-Impresionante, ¿verdad?-, aquella voz me hizo sobresaltar. Podía jurar que mi estómago había caído hasta mis pies. Lo miré por el rabillo del ojo. Sus filosas facciones eran aún más perturbadoras. Su cabello bruno despeinado y su penetrante mirada color añil me cegaba. Era como estar justo enfrente de la pureza.

-Sí, es perfecta-, me limité a responder.

-¿Qué es lo que ves?-, Nith se había colocado justo a mi lado, observando con detenimiento.

LuminiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora