Capítulo 16

2 0 0
                                    


Nuestra caminata de vuelta a casa era placentera, el sol se estaba ocultando bajo las montañas y la tarde fría te envolvía mágicamente. Edgar y yo íbamos en silencio, pero eso no se sentía incómoda, era todo lo contrario, sumamente agradable.

-Estoy feliz de que hayas vuelto-, su mirada estaba fija en el cielo.

-Yo igual estoy feliz de haber regresado-, las luces de mi casa seguían apagadas, al parecer no había regresado nadie.

El siguió mi mirada. –¿No hay nadie en tu casa? -.

-Creo que no-, me encogí de hombros.

Miró su reloj.

-No te preocupes, esperaré a mi hermana-.

Su mirada fue dudosa.

-Me quedaré contigo-.

-No es necesario, recuerda tu compromiso-.

-Ni creas que voy a dejarte sola, ¿Me invitas a pasar? -, dijo tras hacer un ademán educado con su mano.

Con el estómago encogido, miedo y excitación a la vez, abrí la puerta y lo dejé entrar.

- ¿T-tienes hambre? -.

-No, estoy perfecto-, sus ojos viajaban por toda la casa.

Asentí lentamente, ¿Ahora, que?

- ¿Quieres pasar a la sala? -, pregunté dudosa.

Sus ojos se conmovían. - ¿Dónde te sentirías más cómoda? -.

- ¿La verdad?, quisiera estar en mi habitación si no te importa-.

Tomó mi mano entrelazando sus dedos con los míos. -Guíame-.

Subimos escaleras y abrí la puerta de mi cuarto. Su cabeza viajaba lentamente por cada rincón, estaba analizando cada esquina de mi privacidad desvistiéndola sin tapujos.

Caminé dándole la espalda y me senté en al borde de la cama.

-Tu habitación huele muy bien-, sonrió.

-Bienvenido-, me encogí de hombros.

Caminó lentamente y se puso de rodillas frente a mí.

- ¿Qué te atormenta? -, tomó mis manos por segunda vez.

-Muchas cosas-.

-Puedes intentar decirme algunas-.

-Me siento agotada en todos los sentidos-, dejé salir un suspiro pesado.

Nos quedamos en silencio.

Sus manos comenzaron a jugar con las mías, acariciando mis dedos y muñecas, trazando con la yema de sus dedos líneas imaginarias en mis brazos deteniéndose por un segundo en mis hombros y siguiendo su camino por mi cuello hasta detenerse en mi mandíbula, siendo todo aquello un trance hipnotizante.

-Haría lo que fuera para que no te sintieras así-, su aliento chocaba con mis labios.

-No lo entenderías-.

-Tal vez soy el único que puede hacerlo-.

-Yo no soy lo que parezco-.

Soltó un suspiro burlón. – Y, ¿Quién lo es? -.

Estaba confundida.

-En este mundo nadie es lo que aparenta, es una obra de teatro, actuamos para sobrevivir-, se detuvo un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para explicarse. – Tú has sido transparente hasta el momento, lo único que te perturba es, creo yo, el no aceptar lo que eres-.

LuminiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora