Inhalé con tanta fuerza que creí desgarrarme los pulmones. El aire era bien recibido por mi cuerpo, devolviendo una saciedad indescriptible. Mis sentidos estaban entumecidos y uno por uno iban recobrando su función, así como mis articulaciones dejaban de estar agarrotadas. Mis dedos comenzaron a palpar el suelo y poco a poco me fui incorporando. El último de mis sentidos en volver a la normalidad, fue la vista. Froté mis ojos con ambas manos, ya que la escasa luz me hacía forzar mis pupilas.-¿Liora?-, me puse de pie con sumo cuidado, aún atolondrada y confundida.
Miré a mí alrededor. Me tapé la boca para ahogar la angustia que ahora me invadía. Si alguna vez hubiera experimentado el terror en alguna clase de pesadilla, esta sería un ejemplo perfecto. El suelo se sentía áspero y crujiente. No había rastro de vida, ningún animal o planta, todo era pétreo, quieto y polvoriento. Avancé a pasos temblorosos, tratando de recordar lo que había sucedido.
Raizel había soplado sobre mí una clase de polvo, me recosté en el suelo y cerré los ojos. A partir de ello, no recordaba nada más. La temperatura comenzaba a bajar conforme avanzaba. Por primera vez estaba experimentando la sensación del clima en mi cuerpo. Tal vez, estaba perdiendo la cordura y todo era producto de mi imaginación, pero el tacto áspero de mis pies y el castañeo de mis dientes, me planteaba con frivolidad el presente.
-Respuestas, necesito respuestas-, me repetía una y otra vez. Todo aquí era relativo, no existía el espacio ni el tiempo, un mundo lleno de desolación.
A lo lejos, un pequeño halo de luz iluminaba una determinada sección, mientras partículas de polvos fosforescentes danzaban en el aire. El vaho que producía mi aliento, era consecuencia de heladez. Levanté la vista, siendo deslumbrada por los blanquecinos rayos.
-No puede ser-, las palabras fluyeron por sí solas. Mis ojos presenciaban fragmentos de lo que algua vez, fue una escalera. El impecable mármol blanquecino no alcanzaba a tocar el suelo. La visión, el sueño... La escalera de Jacob. O lo que quedaba de ella.
Era como si un fuerte relámpago la hubiera fragmentado, dejándo sólo recuerdos de su existencia. Di unos pasos atrás, no podía subir, era inútil si quiera intentarlo. Mis delgadas pestañas se congelaban y me costaba respirar, la bruma del frío era intolerable. Jamás creí que las líneas de una historia se hicieran presentes. Me giré sobre mis talones y retomé mi camino.
El clima era extremista. Conforme me alejaba del halo de luz, el calor era abrumante. La atmósfera era grisácea y el exceso de humedad hacía que mi cabello se pegara a mi nuca. Me sentí deshidratada, necesitaba encontrar algún líquido. Las necesidades fisiológicas que nunca había padecido se hacían presentes, era como si estuviera en la dimensión correcta. El mundo al que yo pertenecía, el cual podía desarmarme y hacer de mí, un ser completamente vulnerable.
Exhausta, sedienta e irritada, llegué a la patética conclusión de considerar hallar un lugar dónde descansar. No iba a quedarme en medio de la nada. No tenía idea que clase de criaturas desconocidas existían en este lugar. Todo aquí era posible.
Al levantar la vista, como si mis plegarias fueran escuchadas, pude divisar una clase de caverna, aproximadamente a un kilómetro de distancia. Aceleré el paso, a pesar del tormentoso ardor en mis pies, estaba casi segura, que en cualquier momento comenzarían a sangrar. Si la suerte estaba de mi lado, me serviría de refugio y posiblemente, algo más.
Si pudiera describir a la perfección este lugar, sería como estar dentro las entrañas de alguna criatura. La caverna era húmeda y viscosa. Líquido negro goteaba de las estalagmitas y un olor a huevo podrido recorría mis fosas nasales hasta llegar a mi cerebro, siendo para mí sorpresa, tolerable.
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Luminiscencia
FantasyUn suspiro salió de mis labios. No tenía ningún sentido resistirme y retardar lo que era inevitable. La sensación era indescriptible, la podía sentir recorriendo mis venas. La oscuridad se iba deslizando triunfante por todo mi cuerpo. Su danza era t...