Matías me miró con asombro. No quise seguir mirándolo, por miedo a lo que pudiese decir. Se produjo un silencio incómodo entre ambos, yo estaba esperando que él reaccionara, que dijera algo respecto de mi confesión, pero los segundos transcurrían en absoluto y torturador silencio. ¿En qué estaba pensando? Había hecho semejante confesión y él no era capaz de decir nada. El silencio entre ambos me estaba comenzando a irritar, a poner nerviosa.
―¿No vas a decir nada? ―increpé.
―Lo siento, me ha sorprendido que al fin lo confesaras.
―¿Ya lo sabías? ¿Lo habías descubierto?
―No con certeza, pero lo suponía, eran demasiadas coincidencias. Las veces que te había visto cerca de casa, lo nerviosa que te habías puesto y luego de que me confesaras tus sentimientos, empecé a unir las partes del rompecabezas. Por eso comencé a insistir con los mensajes. Yo intenté averiguar quién era la mujer tras todos esos detalles. Todo me llevaba a ti y yo... no sé qué decirte, Catalina.
―No es necesario que digas nada más. No quiero que te sientas comprometido. Esto lo hice para que me dejes tranquila, para que, de una vez por todas pueda comenzar a olvidarme de ti.
―Catalina, te entiendo, pero tengo tantas dudas, no quiero que esto acabe acá. Esa es mi única certeza.
Matías comenzó a acercarse a mí. Tomó mis manos y me miró directo a los ojos. Comencé a temer por mi voluntad. Creí que él se acercaría para besarme otra vez y sentí un profundo miedo, de no ser capaz de alejarme de él nunca más.
―Matías, no...
―Tranquila, no voy a hacer nada que tú no quieras.
―Ese es el problema, Matías. No sé lo que quiero. Por favor no me confundas más ―supliqué.
Matías se alejó un poco, pero no soltó mis manos. La sensación de angustia había desaparecido, ahora solo sentía alivio de haber sacado este enorme peso de mis hombros. Desde ahora podría continuar mi vida con tranquilidad, sin el miedo a ser descubierta por el hombre que he amado con todas mis fuerzas y que me cuesta tanto olvidar.
―Catalina, te dije que cuando supiera quién era la persona que estaba tras esos mensajes, le daría las gracias. Pero siento que darte las gracias es poco.
―Es suficiente ―discrepé.
―Tú sabes lo de mi esposa, no tengo por qué repetirlo. Cada vez que yo estaba sumido en el dolor, recordándola e incluso llorando su ausencia, algún gesto de amor sincero hacía que mis pensamientos se desviaran. No te miento, al inicio yo pensé que era una locura, no quería que siguieras. Pero luego comencé a acostumbrarme, a necesitar que me sacaras de mi mundo de trabajo y dolor con la dulzura de tus obsequios y mensajes. Cada uno de ellos me parecía tan inocente, tan ingenuo ―comentó Matías.
Comencé a sentir vergüenza al recordar todo lo que había hecho, que no pude evitar sonrojarme. Agaché la vista para que Matías no notara el rojo de mis mejillas. Mis manos continuaban pegadas a las de él. Una parte de mí quería salir arrancando, para no escuchar nada más y la otra parte de mí quería no separarse jamás de él, abrazarlo, dejar que nuestros labios se unieran por segunda vez.
―Basta, por favor. No es necesario que me sigas recordando lo estúpida e infantil que fui ―pedí.
―No me parece infantil. Me parece una forma bastante original de llegar a mí. Muchas habrían preferido seducirme con sus atributos físicos. Tú, en cambio, ocupaste tu ingenio.
―Pero no conseguí nada ―cuestioné.
―No digas eso. Ese tipo de mujeres a mí no me interesan. Normalmente tengo mucho cuidado con quienes se acercan a mí, pues muchos lo hacen por algún interés económico. Pero tú con aquellas cosas que llamas infantiles, me hiciste ver que tus sentimientos eran sinceros y aunque no tenga la capacidad de amarte como te lo mereces en este momento, créeme que valoro lo que has hecho por mí.
―Matías. Creo que esta conversación es inútil. Yo debería irme. Ya dije lo que tenía que decir. Por favor, llévame a mi casa.
―Catalina, no quiero aún. Tú dices que esta vez será la última, que después no nos volveremos a ver. Y yo me niego a que eso sea así. Me has demostrado que aún puedo interesarle a alguien, sin importar lo dañado que esté. Me has hecho sonreír, cuando solo he querido que el tiempo avance para no sentir más dolor. Yo sé lo que es sufrir y no quiero que tú sufras por mi culpa. Quiero intentar remediar los malos momentos que te he hecho pasar.
―Matías, por favor entiende que me haces daño. Tengo que olvidarte de una buena vez. No te sientas comprometido conmigo, no sientas lástima de mí, eso me haría más daño. Solo quiero regresar a mi vida tranquila.
―Entonces déjame pedirte algo más y luego si quieres te llevo a casa. Pero prométeme que me dirás que sí.
―Solo si eso no me daña aún más ―respondí.
Matías esbozó una sonrisa, acercó su mano a mi mejilla y me acarició el rostro. Cerré mis ojos dejándome llevar por aquella cálida sensación de cariño.
―Catalina, no dudes que te quiero. Pero no puedo amarte como tú a mí. Espero no hacerte daño con esto que te voy a pedir.
Abrí los ojos al escuchar aquellas palabras. No sabía qué era lo que mi ex jefe tenía en mente. Comencé a sentir que mi corazón se agitaba de tanto contacto con su piel. De tenerlo tan cerca de mí otra vez. Había olvidado la sensación que me generaba estar tan cerca de él. Creía que en cualquier momento podría oír los latidos apresurados de mi corazón.
―Matías, dime qué es lo que quieres, por favor ―supliqué casi sin fuerzas para resistirme a nada.
―Quiero que nos veamos una vez más. Quiero llevarte a un lugar. Si después de eso ya no quieres saber nada de mí, lo entenderé. Pero, por favor acepta.
―Está bien, solo si me prometes que será la última vez.
―Eso lo decides tú ―afirmó.
No estaba segura de querer que hubiese una última vez. Pero necesitaba tranquilidad en mi vida, concentrarme en buscar trabajo y ocupar mi tiempo en ello para no seguir pensando en Matías.
―¿Cuándo será eso?
―¿Te parece que sea mañana sábado a las 6 de la tarde?
―No te ibas a juntar con tu amigo informático ―le recordé.
―Ya no es necesario. Ya sé todo lo que tengo que saber de la chica de los mensajes.
―Entonces mañana, para terminar pronto con esta tortura.
―Por favor, no lo veas así. No te equivoques conmigo otra vez, siempre piensas tan mal de mí.
―Ya me equivoqué demasiado, creyendo que te podía enamorar. Ya no me adelantaré a pensar cosas que no son. Tranquilo.
Le pedí a Matías que me llevara a casa y lo hizo. Mantuvimos el viaje de retorno solo escuchando música. Las canciones que puso eran las que yo misma había seleccionado para él hace algunos meses atrás. No quise decir nada al respecto. Pero me daba cuenta de que algo de verdad había en sus palabras. Él realmente valoraba lo que yo había hecho, pues de no ser así, no estaríamos escuchando precisamente estas canciones.
Al llegar a casa, me recordó de nuestro encuentro del día siguiente. Tuve deseos de decirle que mejor no nos juntáramos, pero me contuve. No sé por qué aún sentía en mi corazón que había un mínimo de esperanza, y eso es lo malo de tener esperanzas: no puedes avanzar, te quedas detenido esperando que ocurra algo que jamás va a ocurrir. Se despidió de mí con un beso en la mejilla, dejando esa extraña sensación de sus labios en mi piel.
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Hasta que me olvide de ti #2
ChickLitSecuela del libro "Hasta que te enamores de mí" Alto: No leas esta historia si no has leído el primer libro. ******* Queda prohibida su copia o adaptación. ******* Sinopsis: Tras renunciar a Ryts, Catalina decide tomarse un tiempo para pensar, dej...