Once

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Durante la tarde nos quedamos en la casa, para dar rienda suelta a nuestro reciente romance. Pedimos algo para el almuerzo, así no perdemos tiempo en ir a un restaurante. El resto de la tarde la pasamos entre besos y caricias, como si no hubiese nada más en este mundo que deseáramos hacer.

Las horas en su compañía pasan tan rápidas que me encantaría detener el tiempo para tenerlo cerca de mí por mucho más, pero inevitablemente tenemos que poner fin a nuestras caricias, aunque esto sea solo de momento.

A las ocho de la tarde, decido que ya es hora de volver a casa. Mi madre debe estar preocupada, pues se me descargó el celular y no he podido avisarle que me iba a demorar en llegar. No acostumbro a pasar todo un fin de semana fuera de casa y menos sin decirle nada a ella. Así que, casi sin ánimo le pido a Matías que me vaya a dejar, temiendo que este fin de semana de ensueño que hemos tenido, no se vuelva a repetir.

Mientras maneja camino a casa, le agradezco las maravillosas horas que pasé en su compañía.

―No tienes por qué agradecer ―afirma Matías.

―Claro que sí, si la pasé muy bien contigo. Lástima que haya sido tan corto el fin de semana.

―Ya tendremos tiempo para pasar muchos fines de semana juntos.

―¿De verdad?

―Claro, al menos que tú quieras otra cosa.

―No hay nada en el mundo que quiera más. Si pudiera te besaría en este momento, pero vas manejando y no es conveniente.

―No, por favor, no queremos accidentes si recién estamos comenzando.

―Claro que no.

Tengo la tentación de preguntar ¿qué es lo que estamos comenzando?, pero me detengo, no quiero apresurar las cosas entre ambos. No necesito ponerle un nombre a esto que tengo con él, pues sé que, llegado el momento, esto será lo que ambos queramos.

―¿Qué vas a hacer con respecto a mi otra propuesta?

―¿Qué otra propuesta? ―pregunto con tono perverso.

―Lo del trabajo.

―Ah, esa propuesta―. Sonrío levemente al darme cuenta de mis pensamientos pervertidos.

―Sí.

―No lo sé. O sea, no tengo otra mejor alternativa de trabajo, pero creo que ese tema debería conversarse en una entrevista de trabajo ¿o no?

―Tienes razón, no arruinemos nuestro fin de semana hablando de trabajo. Anda mañana en la mañana a la empresa y lo conversamos. Yo mismo te entrevisto y podemos ajustar los temas contractuales.

―Perfecto.

Cuando llegamos a casa, Matías se estaciona y no puedo evitar besarlo apenas detiene el auto. De pronto alguien toca a la ventana. Miro extrañada y enojada por la interrupción, hasta que me doy cuenta de que quien nos ha interrumpido no es nada más ni nada menos que mi madre.

―Hola, mamá ―digo avergonzada.

Veo su cara y sé que está molesta, así que decido bajar del auto. Por un momento me olvido de Matías, que ha quedado pasmado al ver a mi madre.

―Catalina ¿Por qué vienes llegando a estas horas? ―reprocha mi madre.

―¡Mamá! ―respondo avergonzada de que Matías tenga que oír eso.

―Nada de mamá, ¿por qué no me llamaste para avisar que llegarías tarde? Tú crees que no me preocupo por ti.

―Se me descargó el celular ―afirmo.

―Claro, siempre con excusas, mientras yo acá estaba sin saber nada de ti ―reclama.

―Por favor no me hables así, deja al menos que me despida y luego conversamos.

―No señorita, me has tenido bastante preocupada.

―No me hables como si fuera una niña ―critico.

En medio de nuestra discusión, me percato que Matías se baja del auto y nos interrumpe. Yo estoy roja como tomate de la vergüenza. Me creía muy madura quedándome en otra casa, estando con el amor de mi vida y mi madre me baja los humos en un par de segundos.

―Lo siento, señora, es mi culpa. Pero le prometo que no se va a repetir―. Le tiende la mano para saludarla―. Mi nombre es Matías Hidalgo.

Mi madre al verlo cambia de inmediato la cara. Se demora en reaccionar un par de segundos y lo mira anonadada. Luego le tiende la mano y lo saluda.

―Soy Cristina, la madre de Catalina. Perdón por la escena, pero estaba muy preocupada―. Mientras habla no suelta la mano de Matías, haciendo que él se incomode.

―¡Mamá! ―reclamo, mirando su mano con enojo.

―¿Estaban juntos?

―Sí ―responde Matías, mostrando un leve tinte rojo en sus mejillas.

―Lo siento ―dice mi madre ―¿Quiere acompañarnos un rato? Si quiere puede quedarse a cenar.

―No, gracias. En otra ocasión con mucho gusto, me imagino que tienen mucho de qué hablar. Yo debo volver a casa.

―Bueno, en otro momento entonces le cobro la palabra ―agrega y le cierra un ojo.

Yo quedo espantada con el comportamiento de mi madre. Quizás qué debe pensar Matías de su actitud, siendo que él es tan correcto.

Matías se despide amablemente de mi madre y  después se aparta para darme un beso en los labios. Luego se sube al auto, mientras mi mirada atenta y la de mi madre lo siguen en cada uno de sus movimientos. Él pone en marcha el auto y se retira.

―Catalina, tienes una suerte impresionante. ¡Qué hombre! ¡Qué ojos! ¡Qué cuerpazo!

―¡Mamá! Ya para por favor.

―Es que está muy bueno ―afirma ―Solo déjame felicitarte. ¿Cuándo me ibas a contar que estabas con él? Te lo tenías muy guardado. Yo pensaba que confiabas en mí.

―Aún no es oficial, por eso no había dicho nada.

―¿Por qué no?

―Una larga historia. Entremos y te cuento.

Mi madre se entretiene con mi relato y se enternece con la triste historia de Matías. Le comentó cómo lo conocí y las cosas ridículas que hice para conquistarlo. Al final se termina olvidando de su enojo conmigo porque no había llegado.

Antes de acostarme, preparo la ropa para la entrevista de trabajo que tendré con Matías. Quiero que me vea linda, así que escojo mis mejores prendas para que no pueda mirar a nadie más. Luego de eso me acuesto y mientras concilio el sueño, repaso en mi mente cada uno de los bellos momentos que viví el fin de semana con Matías. Pareciera un sueño, pero no lo es. Es la más sublime y hermosa realidad.

Alguna vez pensé que podía conformarme con tenerlo al menos una vez en mis brazos. Pero ahora que ya lo tuve, sé que no puedo conformarme. La sola idea de que esto quede en un recuerdo me atormenta. Quiero más de él, más de sus caricias, más de sus besos, más de su pasión, más de su todo. No sé cómo pude imaginar que podría olvidarme de él, pero ahora solo tengo claro que debo hacer lo que sea para que él se enamore de mí.


Hasta que me olvide de ti #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora