Nueve

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Matías volvió a la habitación, encendió la calefacción y luego se sentó a mi lado. Yo estaba pasmada mirándolo, disfrutando de la belleza de hombre que estaba frente de mí. Podía imaginarlo para siempre conmigo, compartiendo aquella habitación, aquella cama sobre la cual yo estaba sentada en ese momento.

Matías se sentó junto a mí y tomó mis manos. No sabía lo que iba a pasar y la incertidumbre me estaba matando por dentro. Había esperado tanto para estar así con él, que mi corazón estaba a punto de estallar de felicidad. Pero no quería seguir esperando, quería abrazarlo, sentir que era mío al fin, mío más que nunca, aunque eso durara una sola noche. Mis manos temblorosas y frías aprisionaron las suyas para asegurarme de que esto era real y que nadie iba a impedir que estuviese con él.

En un arranque de locura, me negué a seguir esperando y me lancé sobre él para besarlo. Él respondió a mi beso, dejándome sentir sobre mis labios el cálido contacto de los suyos, sentir su boca adueñándose de la mía, era una sensación que me llenaba de éxtasis. No quería separarme de él y no tenía que hacerlo tampoco.

Solté sus manos y llevé las mías a su cabello, dejando que mis dedos se enredaran en ellos. Su brazo rodeó mi espalda y me acercó más a él, dejando mi pecho pegado al suyo. Su mano bajó a mi cintura, mientras el beso me dejaba sin aliento. Todo mi cuerpo lo anhelaba, mientras me besaba cada vez con mayor intensidad.

De pronto Matías se separó de mí.

―¿Qué pasa? ―reproché.

―No pasa nada, solo que... Catalina, yo no quiero presionarte para ir rápido en esto. No solo te estoy dando una oportunidad a ti, si no también me doy yo mismo una oportunidad, pero necesitaré algo de tiempo para estar completamente bien. Lo que menos quiero en este mundo es hacerte daño.

―Matías, te necesito. Yo no quiero pensar ahora en lo que va a ocurrir mañana o pasado. Quiero que hoy estemos juntos, que nadie ni nada nos limite a tener una hermosa noche juntos. He esperado tanto tiempo por esto...

―Lo sé.

―Ahora si tú sientes que no puedes por el recuerdo de tu esposa, yo entenderé.

―Tranquila, no es eso, solo que... tenemos toda la noche y tú pareces estar muy ansiosa.

―Lo siento, de verdad ―comento, avergonzada.

―No pasa nada, solo quiero hacer esto con calma, no quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti o algo por el estilo, porque definitivamente no es eso.

―Si así lo fuera, estoy segura de que valdría la pena tenerte una noche, que nunca haberte tenido. Aunque obviamente me gustaría que esto durara mucho más.

―Durará, lo sé. Veo en tus ojos el amor que sientes, todo tu cuerpo me dice lo mucho que me deseas y yo, lo único que quiero es poder amarte de la misma forma que lo haces tú, porque te lo mereces, porque me has hecho recordar que el fuego no se ha apagado en mí, que aún puedo inspirar sentimientos, que aún puedo darme otra oportunidad de vivir feliz y quiero que sea a tu lado. Pero insisto, no estoy seguro de poder hacerlo. Sin embargo, te prometo, con todas mis fuerzas, al menos intentarlo.

―Con que lo intentes, ya me haces muy feliz ―afirmo.

Matías sonrió y luego me dio un tierno beso en los labios. Me pidió que me pusiera cómoda mientras él iba a buscar algo para beber.

Volvió con dos copas y una botella de champaña. Hicimos un pequeño brindis y luego comenzamos a conversar, a recordar las locuras que yo había hecho por él. Me comentó lo enojado que estaba cuando le dediqué la canción y me mostró el peluche que yo le había regalado. Él lo tenía en su armario. Con cada uno de los detalles que él recordaba yo me sonrojaba y sentía una profunda vergüenza.

Me pidió que le contara lo detalles de cuando había enviado la comida y las flores y yo, entre risas le comenté cómo lo había hecho. Las horas pasaban rápido en su compañía, todo parecía perfecto con él.

De pronto recordamos la lista de música que yo le había mandado y decidió colocarla. Mientras la buscaba, recordó que me había dicho que esa canción le recordaba a su esposa.

―Siento habértela enviado, la idea no era recordarte a ella ―aclaré y Matías comenzó a reír.

―No me recuerda a ella, para nada. Ella nunca me dedicó esa canción. Te lo dije porque me dio vergüenza que me vieras escuchando esa música, más aun, sabiendo lo que eso implicaba.

―¿O sea que siempre aprovechaste lo que yo hacía por ti?

―De alguna u otra forma sí. Yo no diría aprovechar, diría valorar. Pero ahora aprovechemos juntos la música, bailemos.

―Pero hay mucha luz ―reprocho.

―Eso se puede solucionar ―agrega Matías y apaga la luz.

Me toma de la cintura y yo coloco mis brazos sobre sus hombros. Nos movemos despacio, al ritmo de la canción. Cierro mis ojos y apoyo mi cabeza junto a la de él. ¡es tan dulce sentirlo cerca de mí! ¡Es tan delicioso colmarme de su aroma!

Sus manos presionan fuerte mi cintura y hacen que el espacio entre nosotros se reduzca a nada. Puedo percibir su respiración cerca de mi oído y anhelo con todas mis fuerzas acariciar su piel.

Una de mis manos va directo a su rostro, lo acaricia y despacio acerco mis labios a sus mejillas. Las colmo de pequeños besos que cada vez van más cerca de sus labios, de aquellos dulces labios que tanto anhelo. Matías recibe mis caricias y mis besos, como si no deseara más en el mundo que sentirme parte de él.

Mis labios se unen a los suyos, dejando que la pasión comience a desbordar por nuestra piel. Puedo sentir sus manos ardiendo sobre mi ropa, deseando fundirlas en mi piel. Matías se separa de mis labios y comienza a besar mi cuello. Siento que me estoy derritiendo ante su forma de besar, ante su forma de acariciarme.

Lentamente comienza a desnudarme, bajo la tenue luz que se introduce por las ventanas. Me deja solo en ropa interior frente a él. Yo también anhelo ver  su cuerpo desnudo, así que opto por quitarle la ropa también, con sutil delicadeza mientras lo beso en los labios. Lo dejo igual que yo, solo en ropa interior. Lo admiro y en este momento desearía que hubiese luz para poder grabar en mi memoria cada parte de su piel. Lo abrazo y su piel cálida se pega a la mía, como si quisiesen ser una sola. Sus manos recorren mi cuerpo, acarician mis muslos y luego suben para despojarme del sostén.

Besa mis pechos desnudos, luego mis labios y vuelve a mis pechos. Nos despojamos del poco de ropa que aún nos queda y que nos estorba. Con sutil delicadeza me recuesta en la cama y él sobre mí. Su peso sobre mi genera una deliciosa sensación.

Nuestros cuerpos se colman de deseo, de caricias, de besos, se dejan llevar por el placer, se transforman en uno. Mis uñas se clavan en su piel al llegar al éxtasis. Me siento plena en sus brazos, siento que mi felicidad lleva un nombre y es el de él.


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Espero no haber sido muy explícita en esto. Quería hacer algo suave, porque el foco de esta historia no es el erotismo, espero haberlo logrado. 

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Hice una versión especial de este capítulo, más detallada y erótica, una versión privada solo para seguidores de mi cuenta, con motivo de la celebración del primer millón de lecturas de Hasta que te enamores de mí.

No es necesario leerla para comprender la historia y está pensada en público +18, por eso es una versión privada.





Hasta que me olvide de ti #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora