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Suena el desagradable sonido de la alarma del móvil una mano aparece de entre las sabanas, lo apaga y todo sigue como antes de la perturbadora interrupción, en calma, con el solitario ruido de la respiración entremezclado con el poco que deja pasar la ventana de la ajetreada calle, donde la gente se apura para realizar sus quehaceres diarios. Media hora más tarde las sabanas se revuelven dos brazos se alzan al cielo mientras un bostezo apaga los sonidos callejeros - joder, igual no tenía que haber bebido tanto a noche, o igual si- enciende el portátil- debo cargar el mp3- piensa mientras busca con la mirada el móvil, vistazo rápido, un poco tarde, no estaría bien el primer día llegar el último, mientras se dirige al baño uno de sus compañeros se despide a voz en grito. Gira el pomo de la puerta del baño, cerrado- ¡vamos date prisa! Pareces una tía, que coño haces ¿pajearte?- mientras espera que se desaloje el baño, escruta su cuadernos mientras piensa -¿qué coño me llevo?, nunca he ido a la universidad- así que opta por unos folios en una carpeta y un bolígrafo azul, se pone a mirar fotos sin ordenar que tiene en el portátil, son la mayoría del pueblo donde paso parte del verano con sus abuelos, -joder que loco esta el abuelo, menudas historias de la guerra cuenta- piensa mientras oye como su compañero vocifera -¡ya no puede uno cagar a gusto después de la ducha!- baño libre.

Ducha rápida, ¿desayuno?, ni siquiera le da tiempo, agarra los bártulos y en un abrir y cerrar de ojos en fila las escaleras, el sol baña su cara cuando se deshace de los últimos escalones, buen día piensa, aunque un viento al que no está acostumbrado le azota en la cara cuando abre la puerta, recuerda como el día anterior cuando sus padres le acompañaron desde Soria, para dejar todas sus cosas en el piso, su madre se había quejado de lo que ese dichoso viento le despeinaba, cuando marcharon no le produjo demasiada nostalgia ya que en dos semanas estaría otra vez allí, había partido, como el equipo acababa de subir a primera era el momento de ir a ver buen fútbol, no como el de esos partidos en segunda que se había chupado los últimos siete años. Un auricular a cada oreja pulsa el botón del on y la música invade su cuerpo, disfrutaba de una buena canción mientras iba a clase. Mientras se acercaba a su destino, vislumbraba aquel imponente edificio se lamentaba de lo solo que iba a estar, todos los conocidos que tenía en la carrera irían por la tarde- maldita partición por apellidos, no podrían hacerlo de otra forma, y si se cambiaba de grupo- lo medito unos instantes, pero desechó la idea demasiado papeleo y posiblemente no se lo concedieran.

De repente se encontró en la puerta ante los dos edificios donde, según le habían dicho en la presentación para novatos que hizo el rector "desarrollarían toda su capacidad como personas y sobre todo como economistas" esta frase se le quedo marcada por la hilaridad que le provoco, su potencial como economista jajá, había pensado aquel día, tendría suerte si aprobaba alguna el primer año, pero a medida que se acercaba el comienzo de las clases esta escasa confianza en sus posibilidades descendió y aquel día nada podía pararlo. Estaba dispuesto a entrar en aquel hervidero de personas y ser el que más estudiaba acabar la carrera en cuatro años y ponerse a trabajar, como se equivocaba. Con paso firme y decidido entro en la facultad, una pregunta le asalto su optimista cabecilla- ¿en qué clase me toca? Mierda me he dejado la hoja en casa –, absorto intentando recordar lo que ponía en la hoja advirtió que se llevaba a alguien por delante- perdona, lo siento mucho- dijo instintivamente -estas bien ¿no?, bueno que tengo un poco de prisa- y continuo su camino pudiendo intuir que una de las chicas decía algo pero no se percato bien. Una vez dentro, se dirigió a lo que parecía la conserjería a preguntar por su aula, dentro había una mujer que no debía ser muy vieja pero que su pelo que parecía u rastrojo y sus gafas estilo abuela la envejecían demasiado, esta que podría pasar por una adorable empleada le escupió a la cara -ahí en la cristalera tienes los horarios y los grupos- con cara de asco le dio las gracias y se fue a buscar su horario, poco después se encontraba subiendo las escaleras al primer piso donde intuía podía estar el aula once.

Entre aulas, cartas, apuntes, pichorras y cervezas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora