Ocho y diez de la tarde y María pasea tranquilamente con su novio. Tarde atrás había estado hablando con Helena por el Messenger, esta le comento la envidia que le daba y lo feliz que estaba de que hubiese encontrado a alguien que la hacía tan feliz. Después de decirle lo típico de tranquila que todo te llegara, encontraras a alguien que te haga sentir lo mismo y esas cosas típicas que siempre se dicen, pero que todos saben que no consuelan demasiado; estuvieron concretando el plan de la noche. Habían conseguido ponerse los cinco de acuerdo en una multitudinaria y caótica conversación, como siempre resultan las conversaciones de Messenger cuando participan más de tres personas, quedando a las diez y media en la puerta del veinticuatro horas que había cerca del parque, para poder comprar la bebida. Después Helena en una conversación que solo compartían las dos le había preguntado si su novio iría con ellos. Y en esta ardua tarea de convencerlo estaba ya que se cerraba en banda, prefería ir con sus amigos, como lo hacían todos los sábados. De repente una bicicleta paso entre los dos, casi tirando a María al suelo-¡perdón!- grito el intrépido ciclista, lo que no le libro de los insultos e improperios.
A toda velocidad con su bici baja Freddy por el paseo -mierda, llego tarde- piensa mientras con un hábil manejo del manillar esquiva a un coche y después al que sale del cruce-buff, por los pelos- sin mucha precaución avanza por la calle, al girar en la esquina que Hugo le había indicado encuentra ya en la puerta del supermercado a sus dos amigos-¡joder que horas me traes !- vocifera Artigas, antes ni siquiera que Freddy desmonte, entre saludos y disculpas por la tardanza, entran en el supermercado. Primero recogen unos litros de cerveza para la cena patatas fritas, de las que Artigas comenta que están mejor si se les pone un poco de limón como a los calamares, unos berberechos y las pizzas. Hasta ese momento a los tres les parecía bien todo lo que se compraba, el problema se presento cuando hubo que decidir que botella se compraba para por la noche –cogemos Bacardi- exigió Artigas-ni de coña vodka del bueno- replico Hugo y así estuvieron discutiendo unos minutos mientras Freddy se mantenía al margen –bueno venga cogemos el ron, total es alcohol igual, mientras ponga pedo que mas dará- cedió Hugo.
Ya en la calle con la compra se dirigieron a casa de Hugo, al abrir la puerta tropezó con algo que oponía resistencia. Hugo aparto de una patada la mochila y paso dando las luces, Freddy observo que de la mochila salían sprays de pintura, y se percato que su compañero había aparecido con una ropa visiblemente manchada de pintura. Continuó por el pasillo a la cocina donde dejaron las cosas. La casa era vieja pero para una persona estaba bastante bien. Después de guardar la bebida Hugo paso a sus compañeros al salón donde enchufo la consola mientras comentaba – voy a quitarme toda la pintura de encima, no tardo en ducharme vosotros como en vuestra casa, ahí encima esta el ordenador tiene los altavoces enchufados encenderlo y poner algo de música- acto seguido desapareció rumbo a la habitación. Ya los dos solos Freddy y Artigas se dispusieron a observar lo que había en la que parecía la otra única habitación de la casa aparte del cuarto de Hugo, en la mesa estaba el cuaderno lleno de dibujos, hojas sueltas con mas dibujos, lápices de colores, rotuladores y de más enseres para dibujar. Artigas saco su mp3 y cogiendo uno de los cables que había por encima de la mesa lo conecto al portátil, que ya estaba disponible, después de la pesada presentación del Windows, puso música. Cuando Hugo salió de la ducha se dispusieron a cenar. Cena que trascurría a la vez que el partido de futbol. Dado que el partido era algo insulso y aburrido, jugaba el Zaragoza y no se podía esperar mucho espectáculo. La cena sirvió para hablar de esto y lo otro, siempre había alguno dispuesto a contar alguna batallita de sus andanzas en el colegio o instituto.
Izaskun y Clara habían quedado para ir juntas al supermercado caminaban pausadamente mientras charlaban animosamente sobre sus vidas, cuando una voz que las llamaba las distrajo, era María que se les acercaba con paso decidido, besos y las tres reanudan la marcha – llegamos tarde- comento María – Helena estará cabreadísima, no le gusta que la hagamos esperar -¿tan tarde llegamos?, si ya estamos al lado, no creo que se enfade mucho- dijo alegremente Clara. No tardo ni cinco minutos en comprobar que se equivocaba, cuando llegaron Helena las reprimió severamente por su tardanza pero pronto fue perdiendo fuerza. Ya con la bebida adquirida se encaminaron al parque, parando en el chino a comprar unos hielos, que como todo el mundo sabe es lo que emborracha ya que es lo que tienen en común todos los cubatas. Según se acercaban a la puerta se veía como algunos ya habían llegado y estaban formando un grupo heterogéneo de gente, donde había circulillos en los que la gente que se conocía charlaba alegremente. Se situaron en uno de los extremos de la muchedumbre desde donde podían observar a todos, sobre todo se veía y se hacía notar el delegado, que con su inconfundible voz de pito extraña, se acercaba a todo el mundo soltando gracias sin ninguna discreción. Mientras esperaban y escrutaban a la gente que había, en dirección opuesta a ellos llegaban tres chico de los que uno le resulto familiar a Helena, -a claro era el agresor, haber si esta noche me deja tranquila- pensó.
ESTÁS LEYENDO
Entre aulas, cartas, apuntes, pichorras y cervezas.
Novela JuvenilEntre aulas, cartas, apuntes, pichorras y cervezas. Cuenta las peripecias de un grupo de jóvenes universitarios. Que empiezan esta etapa de su vida, afrontando las diferentes pruebas que esta aventura les ira planteando. Y mientras se conocen, entre...