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Se levanta pensando que llega tarde a clase, se siente aturdida y no puede pensar en nada, un vistazo al móvil le confirma que llega tarde. Sobresaltada se incorpora en la cama, el pie se dirige raudo y veloz al suelo para iniciar la rutina diaria de aseo e ingesta de un rápido desayuno, la planta llega la primera y es la primera en sentir el frio de la baldosa, una fuerte descarga eléctrica le recorre el cuerpo a causa de ese inesperado frio. Esto ha hecho despertara su cerebro, está en casa de su abuela en el pueblo, por la ventana se ve como nieva, los olores de aquella habitación le traen viejos recuerdos, pero enseguida la cabeza empieza a doler la resaca ataca de nuevo. Sin mucha convicción y ganas de levantarse puso el segundo pie en el suelo su cuerpo se incorpora, todo empieza a dar vueltas y en la cabeza retumban todos y cada uno de los sonidos que deja pasar la ventana cerrada de su habitación, esto la hace tambalearse y caer de nuevo en la cama –uf, no voy a volver a beber- piensa- bueno no tanto- sigue diciéndose a sí misma.

Comprueba su bolso y que todo con lo que salió había vuelto a casa, que no había perdido ninguna lentilla. Salió de la habitación, envuelta en su manta, ya que a esa horas la calefacción no había tenido tiempo de hacer efecto, sentía como el frio se le colaba por todas las partes de su cuerpo. Bajaba las escaleras y de dirigió a la cocina, la casa se encontraba extrañamente vacía para el volumen de gente que había por allí en aquellas fechas. Abrió el antiguo frigorífico, extrajo algo para desayunar. Ingirió el desayuno hasta que su estomago dijo basta en forma de arcada, recogió lo poco que había ensuciado y se encamino lentamente y arrastrando las zapatillas de estar por casa contra el suelo, si su abuela estuviese por allí le hubiese dicho -levanta los pies, esas no son maneras de andar-. De esta manera llego a la sala, donde el sol entraba por la grandes ventanas, fuera la nieve había dejado de caer, se tumbó en el sofá se arropo bien sin dejar ningún resquicio que el frio pudiese traspasar. Una vez encerrada en su fuerte de lana se percato de que para poder ver la televisión, el cual era su objetivo, necesitaba coger el mando por lo que tuvo que abrir un pequeño resquicio en su fortaleza. Con un rápido movimiento cogió el mando y lo condujo para el interior de la fortaleza. Nadie sabía cuan potente era aquel mando pues era capaz traspasar la gruesa capa de la manta y realizar todas y cada una de las funciones para las que había sido diseñado, cualquiera menos subir o bajar el brillo aquella era la única que era incapaz de realizar.

La tele resonaba intermitentemente señal de que el rápido dedo de Helena estaba haciendo su trabajo y saltando de un canal a otro con cierta rapidez. Dejo una serie juvenil y se dispuso a dormitar, allí mismo bañada por el sol que le aportaba un calorcillo extra.

Ya avanzada la mañana la abuela entro despacio sin querer despertar a su nieta que allí dormía, se acercó al sofá y se aseguró de que esta de verdad durmiese, una vez que lo hizo se encaró con la puerta rota del mueble, sobre el que reposaba la televisión, lo abrió y depositó en el interior lo que parecía un libro con las tapas de piel marrones después cerro y abandono la habitación. Sorprendida, Helena miraba aquella puerta, había conseguido engañar a su abuela, había observado toda la escena -¿qué seria aquel libro y porque siempre estaba allí oculto y por qué nadie sabía que aquella puerta se podía abrir? Siempre le habían dicho que estaba rota- demasiadas preguntas y la curiosidad empezaba a campar libre en su cerebro, así que decidió que tenía que ver ese libro aquel mismo día. Mientras estaba absorta en estos pensamientos la abuela entró como si tal cosa y a voz en grito dijo:

- Venga chiquilla que es hora de comer—Helena retozaba en el sofá -¿qué pasa que como salimos anoche ahora no hay ganas de comer? Pues tienes que alimentarte que la comida esa de la ciudad te está dejando muy delgada, te espero en el salón a comer, venga date prisa- decía mientras se alejaba y su voz se perdía por el pasillo.

Helena se desperezo se deshizo de su manta subió a la habitación y se puso algo de ropa que abrigara más que el pijama, hizo la cama y bajo al salón a comer donde su abuela la esperaba ya impaciente.

Entre aulas, cartas, apuntes, pichorras y cervezas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora