Rema, que te hundes. Nada, que te ahogas. Corre, que no llegas. Huye, que te coge. No puedes burlar al estrambótico sigilo con el que vienen pisándote los talones. Y si algo puede salir mal, saldrá mal. Así funciona el mundo real, nunca toca la cara que escogiste de esa moneda que ahora levita a pocos centímetros del suelo, girando, acercándose a él. Y en ese instante todo se congela y te das cuenta de lo que realmente querías. Pero no es la ganadora, el azar te la ha vuelto a jugar y ya es la octava vez que te topas con esta piedra. Optimista ilusuonado no, iluso decepcionado. Pesimista existencial no, realista, fiel a este horrendo caos que nos concierne, que mantiene unidos los tejidos de esta nuestra sociedad autodestructiva, siempre el polo negativo. Millones de años de evolución para esto.